Cuando un sistema democrático no cumple con las exigencias de equidad social y económica, la salida recurrente es que ésta se debe reflejar al menos en las oportunidades con que cuenta la población. Si esto es cierto, la educación en México es profundamente antidemocrática, excluyente y promotora de la desigualdad.

La educación nos debería acercar a los individuos y las sociedades. Sin embargo, se ha encargado de alejarnos cada vez más. Hoy, en Veracruz, más de 1 millón 200 mil estudiantes regresarán a clases a gozar y padecer de esas diferencias. Son niños que tendrán una educación distinta, y en esta medida, sus condiciones de desarrollo no serán las mismas.

La primera estratificación que tiene una sociedad tan desigual como la nuestra es la educación básica. El acceso al aula es, en sentido estricto, el primer acto de exclusión que sufren muchos de los niños en México.

El problema educativo es tan grave, que el promedio escolar de nuestros estudiantes está debajo de algunos países que se encuentran en “bajo desarrollo”. Los mexicanos contamos con un promedio de escolaridad de apenas 8.5 años, lo que significa que la mayoría de los mexicanos no terminaron la secundaria.

Por otro lado, la expectativa de escolaridad, es decir, el tiempo que se estima que pasarán nuestros niños en la escuela antes de dejarla es de 12.8, lo que significa que la mayoría de los niños sólo llegarán al final de la preparatoria. Botsuana, un país de bajo desarrollo, tiene una escolaridad de 8.8 años, mientras Ruanda, que está en la misma categoría, tiene una expectativa de escolaridad de 13.2 años. Así andamos.

Dentro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), compuesta por 34 países, en su mayoría europeos y norteamericanos, México ocupa el último lugar en la proporción de alumnos en pobreza que alcanzan buenos desempeños. Mientras el promedio es de 6.8%, en nuestro país es de 3.8; es cierto, la educación nos puede sacar de pobres, pero sólo lo hará en unos cuántos.

De acuerdo con la última prueba PISA, la capacidad del país para brindar a los alumnos condiciones educativas adecuadas es baja. La diferencia entre alumnos pobres y ricos es de 2 años de escolaridad, eso sin contar, las herramientas educativas y tecnológicas con que cuentan unos y otros.

Por ello, podríamos decir que la educación –específicamente el sistema educativo- ha partido al país en varios pedazos. Así mientras hay todavía miles de niños que toman clases a la sombra de un árbol, que tienen que caminar kilómetros para llegar a una escuela en el abandono, donde los profesores aparecen de vez en vez; que a falta de pupitres tienen que trabajar sobre sus rodillas, con libros y lápices que han sido utilizados ya por sus hermanos mayores, otros gozarán de todos los beneficios que otorga por excepción el propio sistema, con escuelas de calidad o que tienen el privilegio de asistir a colegios privados.

De eso no tienen la culpa los niños; en muchos sentidos, tampoco los padres. Sin embargo, son estas las diferencias que dividirán aún más nuestra sociedad en el futuro. Porque la buena educación es el patrimonio de algunos privilegiados y no es la herramienta que conceda al país equidad entre sus clases.

Qué bueno que hoy millones de niños vuelvan a clase. Y qué bueno que millones de maestros se comprometan a formarlos de la mejor manera posible, en un país donde la educación no es un valor sino un privilegio. Pero mientras las oportunidades educativas no sean las mismas para todos, al menos las que provee el Estado para al grueso de la población, entonces la propia educación se convertirá en el origen de nuestra desigualdad.

La educación es la única puerta al desarrollo humano. Es el valor más arraigado de cualquier país. Es una herramienta aspiracional que hace la diferencia. Sin embargo, en un sistema ineficaz, contradictorio y absurdo como el nuestro, estamos atrapados ante la maldita educación.

La del estribo…

Otra de educación. Ayer la Secretaría de Educación de Veracruz (SEV) reconoció que no tiene docentes suficientes para cubrir la demanda educativa. Es decir, hoy muchos alumnos llegarán a clases y no tendrán maestro. Y esperan que los docentes comisionados –aviadores, pues- regresen a las aulas para dar clase. El chiste se cuenta solo…