Es evidente que cambió el discurso del PRI a nivel nacional. Tanto su dirigente, Enrique Ochoa Reza, como la secretaria general, Carolina Monroy, pasaron de la exigencia de que sean investigados los priistas acusados de corruptos, al reto frontal con la oposición.

Lo que en un principio fue tomado entre la militancia tricolor como una postura oportunista de su nuevo dirigente nacional, de aplicar la máxima de que «el buen juez por su casa empieza», de pronto se tornó en una seria preocupación cuando vieron que concentraba todos sus esfuerzos en exhibir a servidores públicos emanados del PRI, lo que generaba la percepción de que sólo en ese organismo político se daban casos de corrupción.

Una cosa era limpiar la casa y otra, muy distinta, sacar a relucir los trapos sucios.

Para todos estaba claro que de ninguna manera Ochoa Reza habría asumido tal postura sin antes consultarlo con su jefe político, el Presidente Enrique Peña Nieto, por lo que muchos asumieron que la señal que se enviaba es que el gobierno federal iría «con todo» en contra de los gobernantes señalados.

No fue así. Con justa razón los agraviados exhibieron dos grandes pifias de su nuevo dirigente: Estaba prejuzgando, cuando las instancias judiciales no se habían pronunciado en contra de ellos, y estaba dejando fuera de su discurso a los servidores públicos abanderados por la oposición, señalados de tan graves o peores tropelías que los priistas.

Las quejas llegaron hasta el Presidente por diversas vías. Javier Duarte, por ejemplo, subió el pasado fin de semana dos twitter para cuestionar la postura del Presidente de su partido: «Le solicito al Presidente del @PRI_Nacional medir con la misma vara de la transparencia a nuestros adversarios políticos», lanzó en primer término, y más tarde insistió: «Esperamos el pronunciamiento del Pdte del @PRI_Nacional por los claros y evidentes actos de corrupción de MA Yunes».

Hay versiones que señalan que en la charla que habrían sostenido el Presidente Peña Nieto y Javier Duarte, luego de la ceremonia de graduación de la Escuela Naval Militar, el Gobernador de Veracruz manifestó su extrañeza por la postura asumida por el dirigente priista.

De hecho este martes los diputados federales veracruzanos emanados del PRI se reunieron con Enrique Ochoa y el punto medular de la agenda fue el reclamo por la actitud asumida en contra del mandatario estatal y de los que han sido sus colaboradores, muchos de ellos presentes en el encuentro.

Pero ya el dirigente nacional priista dio un giro sustancial a su discurso. Esta misma semana, en reunión con la CNOP, Ochoa Reza advirtió a los partidos de oposición que “se les acabó el recreo” y que su partido responderá a «las falsedades que propagan a diario, porque ya es tiempo de que la sociedad conozca el tamaño de las mentiras que propagan».

Y la secretaria general del PRI, Carolina Monroy del Mazo, hizo lo propio. Advirtió a la oposición que no permitirán «más mentiras ni embustes, porque el tricolor estará respondiendo a cada palabra y calumnia», a la vez que denunciaba el «oportunismo político de panistas con solo el afán sacar ventaja en las elecciones por venir».

El punto de quiebre, el momento en que el primer priista del país decidió que era necesario cambiar la estrategia, fue cuando el dirigente nacional del PAN, Ricardo Anaya, desdeñó el acto de promulgación de las leyes que conforman el Sistema Nacional Anticorrupción, a pesar de haberse comprometido a estar presente y validar, como las otras fuerzas políticas, el logro del Presidente.

A partir de ese momento quedó en evidencia que el discurso de Anaya iba dirigido a exhibir la corrupción de sus potenciales adversarios rumbo a la Presidencia y asumirse como el caudillo de la decencia política y la transparencia.

La respuesta es consecuente: Con seguridad hay corruptos en el PRI, pero también los hay en el PAN.

En los próximos días podrían darse a conocer acciones contundentes, directas, del Gobierno Federal contra actores políticos señalados por su corrupción.

Y no necesariamente habrán de ser priistas.

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