Siempre que pienso en la sabiduría y la estética ancestrales del oriente, sin remedio me remito a Chuang Tzu:

Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu.

Chuang Tzu vivió entre los años 369 y 290 a. C., en algún momento de ese período escribió la maravilla que he citado arriba. Mucho más reciente pero no menos bella y cargada de simbolismo es la ópera de Pekín, arte escénico que data de la medianía decimonónica en el que canto, recitación, actuación y artes marciales coexisten indisolublemente en un espectáculo que no tiene paragón en la cultura occidental. Desde el punto de vista de Rafael Caro -no el insigne mexicano del que hablamos ayer (Ver: Caro Quintero, el caro prisionero) sino el prominente etnomusicólogo español- «‹ópera› es una muy mala traducción de este género. ‹Ópera›, en el contexto europeo en el que nace, tiene una carga cultural muy importante; en algunos aspectos coincide con lo que es este tipo de género en China, pero en otros no, y algunos de estos aspectos son muy importantes.

«El jingju (京剧), que es como se dice ópera de Pekín en chino, es un género de xiqu (戏曲), que es una forma de arte escénica más general de China. Es un género que nace como arte folclórico, por lo tanto no tiene un creador formado en la tradición académica, como puede ser el caso de la ópera en Europa. No existe la figura del compositor como se entiende en la ópera occidental; ni tampoco existe la figura del dramaturgo o el escritor como existe en el teatro occidental (porque a veces el jingju también se ha traducido como ‹teatro de Pekín›). »

Esta forma artística, prosigue el español, «combina diferentes destrezas: la más importante, quizás, desde el punto de vista musical, es el canto. Pero también ha de controlar el recitado, que es muy importante; el recitado no tiene relación con la lengua coloquial, el lenguaje que se utiliza en jingju es un lenguaje artístico, un lenguaje refinado. Y por tanto se tienen que controlar también unos tipos de convenciones para recitar. Ha de controlar también el movimiento corporal, el tipo de paso, el movimiento del cuerpo, de los brazos, de las manos… y sobre todo la expresión facial y la expresión de los ojos. Tiene que controlar también artes marciales, otra de las especialidades de la ópera de Pekín; y también algún tipo de acrobacia, casi siempre relacionado con la danza. Son un montón de elementos pero que el actor los utiliza de forma integrada y orgánica en una expresión única. No es un espectáculo de variedades, sino una expresión única compuesta por todos esos elementos».

La ópera de Pekín representa el ideal estético de la sociedad china tradicional y es apreciada en todo el mundo. Por todo lo anterior, en noviembre de 2010 la Unesco la inscribió en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. En su página oficial, el organismo internacional la describe así:

«Los cantos y recitaciones de esta ópera se interpretan principalmente en el dialecto de Beijing, y la composición de sus libretos se ajusta a reglas muy estrictas que valoran sobre todo la rima y el ritmo. Sus temas, que están centrados en la historia, la política, la sociedad y la vida cotidiana, pretenden ser instructivos y divertidos a la vez. La música cumple un papel primordial dando ritmo al espectáculo, creando una atmósfera especial, configurando los caracteres de los personajes y sirviendo de guía a la trama teatral (…)

«En las representaciones, caracterizadas por su estilo simbólico y ritual, la actuación de los actores y actrices se ajusta a una coreografía que rige los movimientos de sus ojos, torsos, manos y pies. Tradicionalmente, los decorados y accesorios escénicos se reducen al mínimo. La indumentaria de los actores es sumamente vistosa y su maquillaje facial, exagerado, recurre a símbolos, colores y motivos concisos para poner de manifiesto la personalidad e identidad social de los personajes que representan.»

El repertorio es tradicional y muy conocido, el espectador sabe lo que va a suceder pero quiere ver cómo representa un grupo de actores a los personajes que conoce muy bien. «Es como cuando vamos nosotros a ver el Titanic, -anota Caro- que ya sabemos que al final el barco se hunde; entonces vamos a ver la interpretación de Leonardo Di Caprio». Hay ahí cierta similitud, no en la forma, que es absolutamente diferente, sino en la actitud del público que va a escuchar a un grupo que interpretará los standards de jazz que ha escuchado tantas veces. No va por el repertorio, va tras la novedad del arreglo o tras el asombro de la interpretación.

Llena de convencionalismos y simbolismos, la ópera de Pekín es un monumento a la belleza, el mismo musicólogo narra: «Todo lo que se intenta mostrar en el escenario tiene que ser bello (…), por ejemplo, cuando un personaje llora en escena. El llanto no es un llanto real, es un llanto estilizado, que está marcado por la percusión (porque la cuarta característica sería el ritmo en la ópera de Pekín, que es una representación rítmica de principio a fin). Cuando un personaje llora, llora de una forma rítmica establecida, poniendo las manos primero en una mejilla y después en la otra; y ya te está diciendo que está llorando. No tiene que poner la cara fea que uno pone cuando llora, porque eso sería feo en escena. La belleza tiene que estar siempre presente en este tipo de representaciones».

Recientemente Héctor Herrera, director del Festival Emilio Carballido que se realiza desde hace 8 años en Córdoba, informó que desde hace un par de años empezó a establecer contacto con la Compañía Nacional China de Ópera de Pekín, tras muchas negociaciones y trámites al fin ha logrado que el espectáculo se presente en el Festival y, gracias a la atinada promoción artística que ha hecho el actual Ayuntamiento de Xalapa, también visitará Xalapa.

A las 8:00 de la noche del miércoles 17 de agosto, en la Sala Emilio Carballido del Teatro del Estado, la Ópera de Pekín presentará la obra Hong Niang (La Casamentera). La entrada será con boletos gratuitos que se repartirán en la taquilla del Teatro, dos horas antes de la función. Hay que llegar temprano porque habrá muchísima gente interesada en presenciar un espectáculo del que seguramente sabremos suponiendo que somos la mariposa que nos está soñando.

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