¿Sabrán los veracruzanos quien falleció ayer? Ojalá, porque Veracruz ha perdido una de sus mentes más brillantes, uno de los funcionarios públicos más honorables y un académico que dio lustre a la Universidad Veracruzana y a todas las instituciones donde compartió su conocimiento. Quienes conocimos a Rafael Velasco Fernández lo vamos a extrañar.

Hacer una crónica sobre la forma en que uno llega a conocer un personaje, es una forma poco elegante de intentar compartir un poco de su gloria y grandeza. Prefiero recordar quien fue ese extraordinario personaje que nunca entendió, o intencionalmente lo pasó por alto, quien era y lo que representaba.

El doctor Velasco fue un funcionario público pero nunca un político; siempre se desempeñó al más alto nivel. No era importante si fue amigo de presidentes y gobernadores; lo que realmente lo hizo indispensable en nuestra sociedad académica y científica fue su inagotable vocación de servicio, lo mismo como médico, maestro o servidor público.

Y no es una frase común y superficial. La Universidad Veracruzana -uno de sus grandes orgullos y pasiones-, guarda en su memoria que a los 17 años, en compañía de Sergio Galindo y otros jóvenes de su generación, participó como fundador e instructor en un centro de alfabetización para adultos.

Esta vocación no ha terminado ni siquiera con su muerte. Hasta sus últimos días, el doctor Velasco siguió trabajando por construir una sociedad sin adicciones; con una perspectiva alejada de la ignorancia y perversión de criminalizar a quienes las padecen. Su obra ya lo ha hecho inmortal; desde hace mucho tiempo es una referencia obligada en el tema, y el arquitecto de muchas generaciones que habrán de multiplicar su herencia intelectual y científica.

No faltará razón a quien diga que lo más importante fue su trayectoria. El doctor Rafael Velasco fue Secretario de Salud en Veracruz; rector de la Universidad Veracruzana; Subsecretario de Educación Superior e Investigación Científica en el gobierno federal; director General de Salud Mental y Coordinador del Consejo Nacional Contra las Adicciones.

Fue un hombre reconocido y respetado. Por ello, también ocupó el cargo de  Secretario Ejecutivo de la Asociación Nacional de Universidades (ANUIES); Presidente del Centro de Estudios Sobre el Alcohol y el Alcoholismo y miembro del Seminario de Cultura Mexicana. El doctor Velasco publicó 9 libros dedicados a la educación, al alcoholismo y a las adicciones, dirigidos a los médicos, a los maestros y a los padres de familia, así como más de 50 ensayos y artículos en revistas nacionales e internacionales.

Pero no fueron los blasones lo que lo hicieron tan importante. Fue un verdadero intelectual y un ávido científico. Siempre estaba dispuesto a apoyar cualquier proyecto social, sin jerarquías ni arrogancias; en su trato no recurría a una fama bien ganada, tampoco arrebataba la razón sino que era un personaje que sabía escuchar. También fue un hombre culto que cultivaba la amistad, discreto en su trato y concedía un gran respeto a las personas que colaboraban con él.

Con todas las oportunidades profesionales a su alcance, el doctor nunca se desprendió de Veracruz. A nuestro estado, incluso a su gobierno, dedicó todos sus esfuerzos por construir una sociedad donde se reconociera la salud mental como una condición necesaria para el desarrollo. Como funcionario público fue un caso de excepción: todos reconocían su capacidad, su honorabilidad y nadie tenía una opinión negativa de su trato o su trabajo.

En efecto, Rafael Velasco Fernández era un hombre decente. No despertaba pasiones que lo pusieran en las primeras planas de los diarios. Ayer mismo, esos medios de pobre memoria que con apuros recuerdan que pasó el viernes, se preguntaban quien era.

El doctor Rafael Velasco, desgraciadamente, no era la obsesión de nadie, por eso pocos hablarán de él ahora que ha partido. Somos una sociedad de rencillas, no de reconocimientos. Ojalá que la Universidad Veracruzana sí actúe en consecuencia.

Hasta siempre doctor.

La del estribo…

Las comparaciones siempre son odiosas, y en política, suelen ser interpretadas como una afrenta imperdonable. Sin embargo, es bueno observar al alcalde de Xalapa, Américo Zúñiga, ocupado en atender a las personas afectadas por el paso de la tormenta tropical Earl. Tal vez por ello no está en el ánimo.