Hace tiempo que Javier Duarte de Ochoa no gobierna Veracruz. El estado se cae a pedazos mientras él se encierra con su equipo jurídico y financiero para ver cómo escapa de la acción de los auditores e investigadores judiciales de la Federación por los enormes hoyos financieros creados por su antecesor y profundizados gravemente durante su gobierno.

Para Javier Duarte, Veracruz es él. El tiempo que le pagamos los veracruzanos para que dirija a nuestro estado lo ha destinado hace ya mucho tiempo a fraguar maldades en contra de su enemigo político, su sucesor Miguel Ángel Yunes Linares; a forzar a diputados federales y locales, alcaldes, funcionarios y dirigentes políticos de su partido a mostrarle una endeble solidaridad que están muy lejos de considerar ecuánime y sincera.

Y el panista, que este lunes presentó al Comité Rector para la integración del Plan Veracruzano de Desarrollo, podría sentirse halagado de que el gobernador en funciones establezca su agenda con base en la suya, de no ser porque es lamentable que este, empecinado en permanecer en un cargo que le ha quedado enorme hasta la conclusión del mandato legal, solo destine su tiempo a cuestiones personales y para ello utilice a toda la estructura estatal para su propio beneficio.

El Veracruz real, el que se respira en las calles y caminos, en ciudades y comunidades rurales, está enfrentando las graves consecuencias de un gobierno frívolo y trácala que, como una extensión del desastre instaurado por Fidel Herrera Beltrán, ha profundizado la pobreza y la marginación; ha desarticulado empresas locales y, por ende, ha hecho desaparecer miles de empleos; ha permitido la llegada de empresas multinacionales depredadoras, famosas en sus países de origen por ser epítomes de la corrupción (como las que hoy mantienen a los habitantes del Puerto de Veracruz en ascuas por la falta de agua potable), y ha dejado en el olvido su obligación por fortalecer la seguridad pública.

Para evitar que los alcaldes priistas acudieran a la reunión que organizó Yunes Linares en el Museo de Antropología de Xalapa, con el fin de establecer las bases de lo que debe ser el futuro gobierno, Javier Duarte los atrajo a Casa Veracruz, junto con los diputados federales y locales y los funcionarios de su gabinete para, juntos, acudir a la Fiscalía General del Estado a presentar una denuncia justamente contra su sucesor por enriquecimiento ilícito.

Cuando los veracruzanos pensábamos que no habría más espectáculos carentes del mínimo decoro de parte de su gobierno, entre otras cosas porque la Legislatura ya cerró su periodo ordinario de sesiones, Javier Duarte nos sale con este sainete, y anuncia que acudirá a presentar la misma acusación ante la PGR, dependencia federal a la que le han llovido denuncias del Sistema de Administración Tributaria (SAT), de la Auditoria Superior de la Federación (ASF), del Senado de la República y de partidos opositores y particulares, en su contra, por la desaparición de miles de millones de pesos enviados por el gobierno federal a Veracruz.

Esas denuncias en su contra, por cierto, solo se refieren a la posible malversación de fondos federales que nunca se invirtieron (aunque fuertes cantidades se dilapidaron a través de empresas fantasma), y no estamos en condiciones de conocer los montos derivados de la recaudación local que fueron presupuestados en todas las dependencias estatales, pero que nunca se entregaron, permitiendo un criminal subejercicio que afectó principalmente a los productores rurales, a la construcción y mantenimiento de la red carretera estatal, a los programas sociales ideados para el desvío de recursos, a la prestación de servicios de salud y al fortalecimiento del sistema educativo.

El Veracruz que nunca halló

Aunque parece título de telenovela, lo cierto es que describe a plenitud por qué Javier Duarte no encuentra la razón del repudio generalizado hacia su gobierno, principal motivo de la derrota de su partido en los comicios del pasado 5 de junio. La respuesta dada por él a los reporteros este lunes en la mañana nos hace suponer que tiene en la mente a un Veracruz distinto al que vivimos los simples mortales. Lo reproduzco porque constituye una verdadera perla:

“Tan solo vea las inversiones que hay, tan solo vea las edificaciones que hay, las construcciones, el crecimiento económico que hoy tiene Veracruz, la calidad de vida que hoy tenemos. Veracruz es otro, en materia de seguridad estamos fuera de la lista negra de los estados más violentos de la República Mexicana; en materia de turismo somos de los estados más visitados.”

Veracruz, sin embargo, se ubica en la cola del crecimiento del PIB estatal, por debajo de Oaxaca. Las principales iniciativas de atracción de capital se centraron en la industria petroquímica que, aparentemente, tendría un auge inusitado con la reforma energética, pero que se vino abajo por la caída de los precios internacionales del petróleo.

En contrapartida, miles de empleos se han perdido por los despidos realizados por Pemex en la zona sur de la entidad, mientras que la zona norte sufre gravemente las distorsiones generadas por la suspensión de enormes inversiones anunciadas por la paraestatal para el proyecto Aceite Terciario del Golfo, lo que ha hundido a todas las empresas, trabajadores y habitantes de Poza Rica.

La principal demanda de los veracruzanos durante las campañas electorales recientes fue la de contar con empleos, lo que quiere decir que no los hay, y eso ha generado un crecimiento anormal de la población en pobreza y pobreza extrema. Para colmo, el gobierno estatal ha hundido a casi todas las empresas veracruzanas, tanto del sector de la construcción como las del turismo, por enormes deudas sin solventar, lo que ha llevado a la quiebra a varias, mientras que otras han debido subsistir con el mínimo número de trabajadores.

En el caso de la seguridad, las bandas criminales y grupos policiacos han sembrado el terror por todos los rumbos de la entidad, por donde aparecen cadáveres regados de veracruzanos asesinados con extremada crueldad de manera tan frecuente que hemos perdido la capacidad de asombro.

El presidente Enrique Peña Nieto tendría que gastar diariamente los pésames que prodiga a otras naciones para enviarlos a los veracruzanos, porque en la mayoría de las ocasiones ocurren más homicidios en Veracruz que los que resultan de actos terroristas en países europeos y en los Estados Unidos.

Las cifras enviadas por la Fiscalía General de Justicia al Sistema Nacional de Seguridad Pública parecen cada día más maquilladas. Lo ha mostrado un reportaje publicado por el periódico La Jornada Veracruz donde se contrasta el cero en asaltos bancarios con lo publicado en los medios en que se da fe de este tipo de atracos a instituciones bancarias.

Y, efectivamente, pero solo desde el dudoso censo del Fiscal, Veracruz aparece en los lugares 12 y 13 en número de delitos en general, robo y homicidio, pese a que las páginas policiacas de los medios (cada vez más cautas a la hora de publicar algunos casos por estar en riesgo de ser atacados por el crimen organizado) dan cuenta de múltiples asesinatos.

Sin embargo, en el primer semestre del año, Veracruz ha escalado al segundo lugar por mayor incidencia en el delito de secuestro, solo superado por el Estado de México, pero desplazando a Tamaulipas, que hace varios años enseñoreaba la macabra lista, y Tabasco, donde la leyenda de secuestros la había convertido en un infierno en lugar de ser un edén.

¿Estaremos siendo injustos con Javier Duarte de Ochoa o él vive en una realidad virtual porque siempre se la pasa en Casa Veracruz o fuera del estado y el país, lo que le ha impedido durante seis años saber qué sucede en el estado que dice gobernar? Usted debe tener la respuesta.

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