Con dedicatoria al compañero Pedro Tamayo Rosas,
asesinado por haber ejercido el
derecho de escribir con libertad
Base y fuente de todas las libertades, la libertad de prensa no es una concesión; es un derecho. La libertad de prensa no es una dádiva, no es un favor, no es una merced; por lo tanto no implica agradecimiento de quienes las disfrutan hacia quienes supongan que la están otorgando. Nadie nos otorga la libertad de prensa, que es tan sólo el fruto de más de tres mil años de evolución humana. Los sublimes escritores de los libros bíblicos ejercían irrestricta libertad de expresión frente al poder de la época. Por gozar de libertad de prensa, nada, pues, le debemos a nadie.
En efecto, resulta embarazoso escribir libremente cuando la sociología profunda de la sociedad en la que estamos viviendo es dominada por arcaicos temores reverenciales: el miedo, por ejemplo, de cometer algún oscuro crimen de lesa majestad.
El miércoles 20, casi a la media noche, otro reportero ha sido asesinado en Veracruz, Pedro Tamayo Rosas, de la ciudad de Tierra Blanca, quien escribía en varios medios: Al Calor Político, El Piñero de la Cuenca, y otros más. Recibió once impactos de bala calibre 0.9 milímetros, enfrente de su domicilio. Con esta ejecución son 19 periodistas asesinados y tres desaparecidos en este sexenio “del desmadre”.
Los otros son: Noé Olguín, del periódico “Noticias” de la ciudad de Acayucan; Miguel Ángel López Velasco, su hijo y su esposa. Trabajaba en el diario “Notiver”. Anabel Flores Salazar, Rubén Espinosa, Juan Mendoza Delgado, 45 años, director del portal “Escribiendo la Verdad”, Armando Saldaña Morales, 53 años, Moisés Sánchez Cerezo, Octavio Rojas Hernández, 43 años; Gregorio Jiménez de la Cruz, 43, años, reportero de Notisur; Sergio Landa Rosales, de Cd. Cardel; Miguel Morales Estrada, 35 años, fotógrafo del Diario de Poza Rica. Víctor Manuel Báez Chino, 46 años; Guillermo Luna Varela, 21 años, fotógrafo de Notiver, Gabriel Huge Córdoba, fotógrafo de Notiver, 37 años; Esteban Rodríguez Rodríguez, del periódico AZ, 30 años de edad, Ana Irasema Becerra Jiménez, 33 años, empleada administrativa de El Dictamen; Regina Martínez Pérez. 48 años, corresponsal de la revista Proceso; Yolanda Ordaz dela Cruz, 48 años, reportera de Notiver; Misael López Solana, 21 años, fotógrafo de Notiver.
La libertad de prensa en Veracruz, en los tres últimos sexenios, acrecentado más en este último, ha sido un reto porque las sociedades civilizadas se desafían a través de ella. Quienquiera que, ejerciendo el poder, declare respetar la libertad de prensa, acepta el riesgo de que dicha libertad pueda de repente dirigirse contra sus propias actuaciones. Pues la libertad de prensa no es de tal si existen rincones sagrados de entrada prohibida.
Afirman los grandes teólogos que, al crear al hombre a su imagen y semejanza, Dios aceptó la posibilidad de que la criatura usara el libre albedrío para profanar Su nombre. Lo mismo sucede, a la escala de ese mundo, con lo que llamamos “libertad de prensa”; quienes la ejercemos no admitimos que se nos diga “hasta aquí, muy bien, ¡pero no hasta allá!. O todo o nada.
¿Quiere decir lo que procede que no hay límite a la libertad del periodista? Por supuesto que sí lo hay; pero tal límite no han de fijarlo las interesadas lecciones que pretenden darnos los dueños del poder maltratados por la tan pregonada y alabada libertad.
El solo límite que reconozcamos ha de ser la ley penal. Si el escritor miente, difama, corrompe, que se le denuncie ante las autoridades correspondientes; nadie tiene fuero. El derecho común es la única barrera que legítimamente nos pueda detener; y aquí es el caso de añadir que resulta patético que alguien pretenda acallar a un periodista que denuncia, lanzándole a la cara acusaciones fuertemente subjetivas o asesinándolo.
¿Quién es más culpable: el funcionario inepto y ladrón o el periodista que se lo diga? En Veracruz las autoridades encontraron la fórmula para callar a la prensa libre. A la prensa que estorba, la que molesta…
rresumen@nullhotmail.com