El PRI a nivel nacional entró ya a una profunda revisión. Su nuevo dirigente, Enrique Ochoa, está dialogando con grupos, organizaciones y sectores para recoger en su gestión el sentir de la militancia.

Ha trascendido en columnas de medios nacionales que tras la salida de Manlio Fabio Beltrones, y una vez que se definió a su sucesor, personajes de alta relevancia en la dirigencia nacional (Manuel Añorve, secretario de Operación Política; Arturo Zamora, secretario de Acción Electoral, y Joaquín Hendricks, secretario Técnico) informaron de su salida a Enrique Ochoa Reza.

El principal argumento para dejar los cargos que ostentan es que terminó un ciclo en sus respectivas responsabilidades y es sano que el nuevo Presidente nombre a su equipo de trabajo de manera libre.

La conclusión de los analistas es que estos personajes llegaron con Beltrones y consideran correcto irse también.

Es una pena que no todos opinen igual.

En su trabajo de interlocución, Ochoa Reza se ha encontrado con el sector duro del priismo nacional. Aquellos que expresaron su desencanto con la imposición del relevo de Manlio Fabio Beltrones y que tienen su propia opinión respecto a los magros resultados obtenidos en los procesos electorales del presente año.

En el portal La Razón, el analista Carlos Urdiales narra algunos pasajes del encuentro de Enrique Ochoa con esos priistas que están alzando la voz para demandar una revisión a fondo del papel que está jugando ese organismo político.

«Francisco Rojas, Emilio Chuayffet, César Augusto Santiago y otros cuadros que integraron la 61 Legislatura, le dijeron a Enrique Ochoa que la debacle electoral se explica con malas decisiones, cómodas injerencias de destacados cuadros, poderosos, pero lejanos que imponen candidatos impopulares y el partido paga facturas».

En Veracruz, mientras tanto, si el PRI pretende retornar al poder en el 2018 debe dejar a un lado las simulaciones. Debe quedar atrás la cómoda costumbre de buscar las culpas en otros, para evadir las propias.

Para un importante sector del priismo veracruzano lo lógico es que el senador José Yunes asuma su papel como factor de cohesión y encabece el proceso de renovación de su partido, en su calidad de aspirante a la candidatura a gobernador en el 2018. Plantean que alguien identificado con la propuesta del peroteño asuma la dirigencia estatal del PRI y se trabaje, desde ahora, en la construcción de la plataforma que lo lleve a la gubernatura en el 2018.

Hay, sin embargo, otras visiones dentro del PRI veracruzano.

No se puede dejar de considerar, por absurda que parezca, la intención de Héctor Yunes Landa de volver a intentar la búsqueda de la gubernatura dentro de dos años, para lo cual está insistiendo en que, a pesar de su evidente responsabilidad en la derrota, Amadeo Flores Espinosa se mantenga como presidente del comité estatal tricolor.

Hay otro sector dentro del PRI que prefiere optar por alguien que no lleve el apellido «Yunes», echando a todos ellos a la misma bolsa, como si todos fueran iguales, como si el apellido por sí solo fuera factor determinante para definir el futuro de Veracruz.

Entre los que buscan esa «tercera opción» ha permeado un nombre, de alguien que pudiera convertirse en una alternativa sólida: Érika Ayala Ríos, aún senadora, dirigente estatal del sector popular y del sindicato de trabajadores de los colegios de bachilleres.

Para nadie es un secreto que es una mujer que ha crecido a pasos agigantados en la política local, que se ha prestigiado por su lealtad institucional y que sostiene interlocución con todos los grupos.

Al menos una de estas tres opciones deberá dar el paso al frente y trabajar desde ahora en el proyecto hacia el 2018. No pueden perder mucho tiempo en la definición del proyecto que se habrá de impulsar, pues hay mucho qué hacer. Desde el rescate de la estructura partidista, hasta la definición de los candidatos a las alcaldías, que serán elegidas en el 2017.

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