A la luz de los resultados políticos, económicos y sociales, pareciera que la democracia poco ha ayudado a la sociedad mexicana.

Hoy las elecciones libres parecen más un caramelo que se da a los ciudadanos para que acepten de buena gana mantener el statu quo que mucho sirve a los verdaderos poderes económicos y políticos que controlan al país y a sus estados. El bono social aún no llega.

Los procesos electorales se han convertido en un entramado de intereses de grupos políticos que poco tienen que ver con el desarrollo del país; quienes logran ascender al gobierno, se olvidan rápidamente de la ideología de quien los postuló y se enfocan a garantizar a sus correligionarios o su grupo político, las ventajas y privilegios del ejercicio del poder.

Por ello, muchas veces el ciudadano no sabe por quién realmente está votando, lo que mueve a la apatía y el desencanto. Quien hoy era de derecha, mañana lo será de izquierda; enemigos y aliados son efímeros, dependiendo de los intereses. Eso explica las alianzas y a los “candidatos externos”.

En Estados Unidos, sus ciudadanos ya saben a qué le tiran cuando decantan por republicanos o demócratas; nadie se puede decir engañado, porque están claros los intereses que representan. Lo mismo pasa en España con los Partidos Popular  y el Socialista; y eso se repite en prácticamente todos los países que han logrado hacer madurar sus democracias.

En cambio en México, estamos viviendo una transición de grupos de poder pero no una verdadera alternancia de partidos. Es posible que partidos opositores terminen representando los mismos intereses.

Los documentos básicos de los partidos políticos son un tabú. Los ciudadanos no los conocen y por tanto, no los comparten. Su referente –y eso lo justifica plenamente- es el desempeño de sus gobernantes y con ese criterio evalúan a un partido político. Esto explica también el voto de castigo.

La dirigencia nacional del PRI parece haber entendido muy bien la importancia de volver al origen. El Partido debe ser representado por sí mismo y no sólo por sus gobernantes; no basta adecuar principios y valores si estos no van a ser respetados. La opinión del ciudadano hoy no está a discusión.

Veracruz ha vivido y padecido esta falta de congruencia ideológica. Vale la pena preguntar si en la última década gobernó realmente el PRI o lo hizo sólo una expresión distorsionada, encabezada por Fidel Herrera. En el ejercicio pleno del “pinche poder”, ¿se reflejó alguno de los principios que señalan los documentos básicos del partido?¿alguien conoció los objetivos y valores de un gobierno priista? Si cuestionar es absurdo, responder sería de una inocencia inaudita.

Así, sería bueno saber quién gobernará en Veracruz a partir del primero de diciembre. ¿Un panismo conservador, pro empresarial, que rechaza el paternalismo y que defiende los principios fundamentales de la doctrina social de la iglesia católica? ¿Un perredismo liberal que busca la laicidad del Estado y en la política, que promueve el reparto igualitario de la riqueza y el control legal del poder económico? ¿O un personaje pragmático y su grupo político que han acumulado lo mismo experiencia que agravios a lo largo de varias décadas en la política, y que poco tienen que ver con la ideología de los partidos que lo postularon?

¿O será un gobierno tripolar, donde prevalezcan las contradicciones y los intereses? Quienes conocen a Miguel Ángel saben la respuesta, así que debemos prepararnos para el ascenso de una nueva corriente política –que no partido ni ideología- que aplicará su personal estilo de gobernar.

La del estribo…

Ni las vacaciones han enfriado los ánimos. Unos y otros se mantienen a fuego cruzado. No cabe duda que para uno que amanece, otro que no duerme… aunque para muchos otros, el verdadero insomnio podría empezar antes de las fiestas patrias.