“Entre El Zopilote, Gina y Othón se pelean la vocería de Pacho” El filósofo de la Mixtequilla

El jueves 5 de mayo del presente año, a propósito de rumores que comenzaron a circular sobre el futuro de la Casa Veracruz, morada de seis gobernadores y orgullo del vecindario de las colonias Modelo, Pumar y Dos de Abril, escribimos lo que sabemos sobre la historia de este inmueble donde pasamos parte de nuestra infancia y adolescencia y, más tarde, frecuentamos como periodistas.

La recordamos hoy que el gobernador Javier Duarte de Ochoa ha decidido donarla; ya el Congreso Local, o sea la servidumbre de Duarte, tiene la petición y sin duda esta semana la aprobará para que pase a manos de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, a cargo de la señora Namiko Matzumoto Benítez, tía del diputado federal Érick Lagos Hernández (lazo familiar que ha permitido a esta abogada administrar comisiones como la de periodistas), para que tras otra maniobra de esas que gustan hacer los fidelistas-duartistas se pueda quedar con ella Fidel Herrera Beltrán, antes de que asuma la gubernatura Miguel Ángel Yunes Linares y ponga de patitas en la calle a la tía del clon de Fidel, Erick Lagos y ya no se pueda consumar el despojo al patrimonio de los veracruzanos por la pandilla esta que no tiene llenadera.

Esto es lo que publicamos en la fecha mencionada y que hoy reproducimos a propósito de lo que sucederá esta semana con el inmueble propiedad de todos los veracruzanos que, en un desplante más de autoritarismo, nos será robado.

En los años sesenta, cuando tenía diez años, empecé a ir a la caballeriza de don Jacinto Vargas, “Chinto”, un próspero ganadero de la región a quien veíamos de vez en cuando en el rodeo tomando con la mano derecha la reata de los hermosos ejemplares de equinos que suponíamos usaba para correrlos en los carriles ubicados en distintos puntos de la región de Xalapa. Las carreras de caballos eran en esos tiempos pasatiempo favorito de fin de semana, sábado y domingo, de apostadores, ganaderos o criadores de caballos y paisanos en general.

Al centro de ese enorme terreno ubicado entre las colonias Pumar y Dos de Abril y rodeado por una bardita de piedra, de un metro cuando más, estaba una casa de arquitectura californiana en el abandono; solo los caballerangos y sus ayudantes entraban y salían pero no era hogar de nadie.

Un día dejaron de estar ahí los caballos y el lugar quedó vacío, yo tendría unos catorce años cuando mucho y formaba parte de una pandilla de seis amigos de la misma edad.

Lo primero que nos hizo traspasar la bardita y entrar a ese misterioso lugar fueron los arbustos de nísperos que estaban dando fruto, grandes, maduritos los racimos color naranja, muy dulces, que nos hacían trepar por las ramas para cortarlos y disfrutarlos, parte o resultado de una travesura, y luego, cuando los árboles de jinicuil, que también había en el terreno daban su fruto, a pedradas o subiendo aquellos enormes árboles, los cortábamos. También había naranjos y un chirimoyo. Cómo nos divertimos en ese sitio en nuestra adolescencia, y hay que mencionar que también jugábamos dentro de la casa en cuyas habitaciones la duela estaba levantada por la falta de mantenimiento y el paso del tiempo. Por las tardes, después de las seis, nadie se atrevía a entrar, alguien, un señor de avanzada edad, radiotécnico y adicto al alcohol, nos recomendaba que tuviéramos cuidado porque en ese sitio, en la casa de “El Chinto Vargas”, habitaban duendes que salían al caer la noche y eran muy maldosos, no peligrosos, pero sí aficionados a espantar a los chamacos, razón suficiente para salir corriendo del lugar cuando el sol comenzaba a ocultarse.

Crecimos y nos olvidamos de ese lugar donde pasamos inolvidables momentos con la palomilla de la colonia Pumar, donde nací.

Dante la convierte en la Casa de Gobierno

El destino y mi oficio de periodista me llevaron a colaborar en el staff de campaña de Don Fernando Gutiérrez Barrios, cierto, como parte del equipo de Edgar Hernández Rodríguez. Y me incorporé en ese equipo por invitación de mi amigo Dante Delgado Rannauro, presidente del CDE del PRI y coordinador de la campaña de Gutiérrez Barrios. Unos días antes de que concluyera la jornada en busca del voto popular me enteré de que Dante Delgado había intervenido para adquirir la casa del “Chinto Vargas” y que la estaban remodelando para que fuera la casa de gobierno, el lugar donde viviría Don Fernando con su familia.

Desde entonces es la Casa de Gobierno. Pero cuando se reconstruyó para que la viviera Gutiérrez Barrios, Dante exigió a los arquitectos responsables de la obra que respetaran el estilo original, y así fue, la casa quedó de primera, era un elegante hogar rodeado de árboles y plantas de ornato. La entrada principal, un portón de madera custodiada por dos empleados de seguridad, y una mirilla a través de la cual se anunciaba quien deseaba hablar con el gobernante o alguien de su familia, solo se abría de par en par cuando salía el Ford Galaxie, el coche que usaba y dejó Agustín Acosta Lagunes y que era el oficial, donde se transportaba Don Fernando de la casa al Palacio de Gobierno o al destino que fuera. La protegieron con una barda de dos metros y medio y uno de tela ciclón, nada del otro mundo.

Dos años estuvo Gutiérrez Barrios habitando el inmueble y se fue a la ciudad de México para ocupar la Secretaría de Gobernación con el presidente Carlos Salinas de Gortari. Entonces, quien lo ocupó fue el gobernador sustituto Dante Delgado Rannauro; ahí estuve varias veces compartiendo el pan y la sal con el Gobernador y mientras lo esperaba en la salita de la entrada, recordaba mis tiempos de infancia correteando dentro de la casa en ruinas o cortando la fruta de los árboles que ahí estaban.

Del mismo modo, sin hacer modificaciones, la usó don Patricio Chirinos Calero. Por cierto, ellos tres, Gutiérrez Barrios, Dante Delgado y don Patricio, invitaban a sus vecinos en diciembre a una posada, se rompían piñatas, se repartían bocadillos, ponche y refresco, se regalaba a los niños dulces y juguetes y en fin, había convivencia vecinal.

Alemán no la usó

Cuando llegó Miguel Alemán Velasco al gobierno decidió ocupar como casa oficial, una que tenía construida en el fraccionamiento Las Animas, donde vivió todo el sexenio. La Casa de Gobierno fue modificada y convertida en una ostentosa oficina donde despachó, dio audiencias o vivió rodeado de comodidades el Secretario Particular del Gobernador, Roberto López Delfín, “El Chupón”, quien acumuló una gran fuerza política convirtiéndose en factor de decisión. Si alguien quería hablar con el Gobernador, un camino corto era acudir a las oficinas del señor López Delfín y ahí se arreglaba todo tipo de asuntos, sin necesidad incluso de hacer audiencia con el mandatario.

Total que ese inmueble de casa tipo californiano se convirtió en una enorme oficina donde solo se encontraba un hombre, Roberto López Delfín, rodeado de servidumbre y dos que tres colaboradores.

Llega Fidel Herrera Beltrán al gobierno y retorna a la Casa Veracruz, la reforma y la convierte en una decorosa residencia; cómoda, con espacios suficientes para realizar actividades políticas las 24 horas del día, con varios chefs al servicio de los habitantes del inmueble, con una bien surtida cava y con un buen número de guaruras miembros de la llamada “ayudantía”. Fidel también llegó a realizar posadas con los vecinos; su esposa doña Rosa Borunda y él encabezaban la convivencia y la vida de los vecinos volvió a ser importante por tener al gobernador del estado cerca, sobre todo a Fidel que, si salía y le gritaban por su nombre, detenía la camioneta (ya andaba en camionetas), se bajaba y charlaba con la gente.

Los vecinos de las dos colonias donde está la Casa Veracruz, nombre que le dio Fidel Herrera Beltrán al inmueble, lo recuerdan bien, con afecto y respeto. La verdad, Fidel jamás molestó a nadie con su presencia, siempre se mostró atento con el vecindario y nadie lo puede negar.

Hoy, el bunker de Javier Duarte

Pero apenas llegó a ese lugar el gobernador Javier Duarte de Ochoa y todo cambió, el inmueble y la vida de los vecinos.

Para empezar, se mandó a levantar los muros que rodean la casa como a cinco o más metros de altura, electrificaron las bardas, colocaron alrededor, aparte de alambre de púas, concertina, de esa que se usa para proteger los penales de alta seguridad. La rodearon de cámaras, la puerta que da a un jardín de niños la hicieron de acero, otra que conecta con la colonia Dos de Abril es de madera maciza y detrás de ella hay un cuarto de monitoreo de las cámaras que rodean la cuadra; en la parte que da al frente construyeron oficinas para que fueran ocupadas por el Gobernador, la presidenta del DIF y los secretarios de despacho, así como un sofisticado equipo que se usa para redes sociales. A ese mini palacio de gobierno el propio Javier Duarte nos dijo que lo había bautizado con el nombre de “Los Pinitos” y que sería una herencia de gran valor para el próximo gobernante, quien no tendrá que salir de la casa para chambear.

Una manada de pavorreales adornan los jardines y, si no está uno acostumbrado a su presencia, de pronto graznan y tremendo susto que te llevas.

Y como el ciudadano común, los vecinos de Duarte por ejemplo, no conocen cómo está ahora la casa donde vive el Gobernador, sí padecen la presencia permanente de decenas de camionetas tipo Suburban blindadas, patrullas de la policía y personal de la ayudantía siempre de guayabera blanca, y con arma larga lista para usarse. La presencia permanente de cuando menos 50 elementos de estos, rodeando la Casa Veracruz, ha resultado intimidatoria para todo el vecindario, tanto, que varias familias decidieron cambiar de domicilio.

Esa Casa Veracruz ha sido domicilio de unos norteamericanos quienes construyeron la casita con estilo californiano; luego fue caballeriza, más tarde se reconstruyó para que la vivieran nuestros gobernantes y, finalmente, es un bunker infranqueable… ¿Qué uso le dará el futuro gobernante?… Bueno pues ya sabemos que antes de que Yunes Linares piense en qué hacer con ella, Duarte ha anunciado que la “donará” a la Comisión Estatal de Derechos Humanos donde Fidel puso a la tía de su más fiel servidor, el diputado federal Erick Lagos Hernández, la señora (doctora dice ella) Namiko Matzumoto Benitez, y en el corto plazo saldrá a la venta para que El Tío Fide la adquiera. ¿No?… ¡No tienen abuela!. Escríbanos a mrossete@nullyahoo.com.mx formatosiete@nullgmail.comwww.formato7.com/columnistas