“¡Claro que Frank Loyo es un delincuente!” Yo
Entre el priismo veracruzano hay una vieja tradición que data de 1950, cuando Marco Antonio Muñoz Turnbull asumió la gubernatura del estado. Esta costumbre consiste en imponer un apodo al mandatario que inicie con la letra CH, con base en su forma de vestir, en su figura, en sus defectos físicos, en sus preferencias sexuales, en su extracción económica, en sus hábitos o en lo que al final de su administración representó para los veracruzanos.
A don Marco Antonio Muñoz Turnbull, por su figura y elegancia, le decían El Chulo, y con ese sobrenombre se recuerda al caballeroso político xalapeño; luego le sucedió en el cargo el cordobés Antonio Modesto Quirasco, a quien desde sus tiempos de estudiante conocían como El Chato.
En 1962 llega a la silla gubernamental el ex Procurador General de la República, Fernando López Arias, quien en una discusión con su esposa es víctima de un rozón de bala que le provoca una cicatriz en la cara, de la boca hacia arriba en el lado izquierdo, lo que da motivo para que le endilgaran el sobrenombre de El Chueco.
Termina su administración López Arias y entra otro político originario de San Andrés Tuxtla, don Rafael Murillo Vidal, con casi 65 años de edad y una extraña enfermedad que lo noqueaba frente a quien estuviera. Sus constantes periodos en los que dormitaba en las oficinas de gobernador, con ronquidos y todo, le hizo ganar el apodo de El Chocho, desde el inicio de su administración.
Luego llegó don Rafael Hernández Ochoa, un político de la cuadra de Luis Echeverría Álvarez, originario de Santa Gertrudis, municipio de Vega de Alatorre, ranchero quien gracias a su talento político e inteligencia se encumbró en la política nacional, alcanzó la gubernatura del estado con el apodo (de la CH) natural de El Charro.
Tras el hombre recio, tosco, ranchero, hizo su arribo uno completamente distinto, el finito de Paso de Ovejas, don Agustín Acosta Lagunes, quien gustaba de ir, en compañía de su chofer, a simular compras en el supermercado de la Comercial Mexicana, con tal de entablar plática con estudiantes de la facultad de medicina ubicada a un costado de la comer, o de odontología, con quienes logró una cercanísima relación que les hizo, a los estudiantes que se enrolaron en estas aventuras, becas para que continuaran sus estudios. Acosta Lagunes fue bautizado como El Choto.
Quien siguió en el gobierno fue don Fernando Gutiérrez Barrios, un político originario del Puerto de Veracruz, cuya estancia de 20 años en la Dirección de Seguridad Nacional, le permitió alcanzar los niveles más altos de la política mexicana y permanecer en ese cargo como un colaborador indispensable. Sin embargo, y dadas las condiciones de violencia e inseguridad que prevalecían en Veracruz merced a un gobierno apático como el de Acosta Lagunes, la presencia de un Gutiérrez Barrios se hizo necesaria para poner orden en la entidad y vino a gobernar Veracruz. A él le dejaron el apodo que le pusieron en el Colegio Militar, El Chiquen.
A Gutiérrez Barrios le sucedió Patricio Chirinos Calero, un político poco conocido en Veracruz, al parecer nativo de San Luis Potosí, pero que había sido diputado federal por Papantla; a este grillo de una terrible inclinación por el trago (pocas veces anduvo sobrio en los seis años de gobernador), le pusieron El Chupes, haciendo honor a su adicción.
Más adelante nos llegó del altiplano la amenaza elegante, don Miguel Alemán Velasco, chilango de nacimiento pero veracruzano por herencia paterna. A este gobernante fue difícil encontrarle un sobrenombre con “ch” hasta que alguien al calificar esa administración lo hizo afirmando que había sido muy gris, por lo que de inmediato surgió el sobrenombre de El Chafas para don Miguelito.
Y cuando hizo su aparición en este escenario de veracruzanos ocurrentes, con chispa e ingenio parte de su idiosincracia don Fidel Herrera Beltrán, nadie dudó en bautizarlo como El Chango, aunque él sabiendo de esta tradición pidió a Gonzalo Morgado que le dijera a quien esto escribe que su apodo de siempre había sido Chanoc, queriendo, como siempre, adelantarse a los hechos pero, no, se le quedó en el registro de las “ch” el apodo de El Chango.
Y ya para cerrar esta administración, nadie duda que Javier Duarte se ganó a pulso el apodo de El Chómpiras, con el plus de que si se trata de la pareja de ratas a la que dio vida el ingenioso escritor y comediante Roberto Gómez Bolaños, el nuestro tiene en Erick Lagos al otro personaje, El Caquito.
La tradición de los apodos que inician con la letra CH continúa, a ver qué se les ocurre con Miguel Ángel Yunes Linares.
La reacción de Yunes Linares
Luego de conocerse la decisión del Congreso Local de retirar del orden del día las designaciones de Gabriel Deantes Ramos y Francisco Portilla Bonilla, el gobernador electo Miguel Ángel Yunes Linares manifestó que fue la decisión de diputadas y diputados de distintos partidos políticos lo que hizo posible evitar que el Congreso del Estado designara como fiscal contra la corrupción a un cómplice de Javier Duarte. “Todos merecen el más amplio reconocimiento, en particular quienes militan en el PRI, porque fueron objeto de presiones y amenazas y a pesar de eso, con toda dignidad se opusieron”.
Yunes Linares dijo que los legisladores escucharon la voz de los veracruzanos que demandan una sanción ejemplar a quienes cometieron un atraco contra las finanzas públicas y llevaron a Veracruz a la bancarrota. “El Congreso del Estado debe actuar con plena libertad siempre en busca del beneficio de nuestro Estado”, reafirmó.
Se comprometió a que como Gobernador será absolutamente respetuoso de la autonomía del Poder Legislativo. “No trataré de influir en sus decisiones. Mantendré una relación de respeto y plena colaboración con sus integrantes”.
Y remató con esta reflexión: “Veracruz empieza a cambiar. Lo sucedido hoy en el Congreso del Estado es una buena señal”
¿Qué le pasó a Paco Portilla?
Conociéndolo de hace mucho tiempo, habiendo visto su impecable desempeño como Procurador General de Justicia del Estado, el más joven en la historia política de Veracruz con el gobernador Rafael Hernández Ochoa, y conociendo aunque sea de lejos su trabajo como alcalde de Córdoba y ahora, ya más cerca, como Secretario del Congreso Local, llegamos a pensar que el prestigiado abogado Francisco Portilla Bonilla no se inscribiría para participar como aspirante a Fiscal para Delitos de los Servidores Públicos.
¿Qué motivó a Paco Portilla a buscar cargo tan polémico? En su natal Córdoba, él es Notario Público, uno de los más prestigiados; dinero no le hace falta, es una persona honesta acostumbrada a un nivel de vida muy decoroso y tiene para poder mantenerlo, pero… pero ¿qué lo movió a meterse en este embrollo?, quién sabe.
Lo cierto es que ayer, al retirar el Congreso de la orden del día el nombramiento como Fiscal Anticorrupción de Paco Portilla, la secretaria de la Mesa Directiva del Congreso del Estado, Ana Cristina Ledezma López, argumentó que la militancia priista comprobada de Francisco Portilla Bonilla lo excluye de toda posibilidad por ser designado como fiscal anticorrupción en el estado.
“Jurídicamente no lo impide la convocatoria porque no lo específica, pero éticamente sí; la presidenta de su propio partido (PRI) dijo que no es ético y es lo que nosotros hemos estado argumentando”.
Cuestionada sobre el tema, indicó que si bien no es una exclusión de tipo legal plasmada en la convocatoria, sí constituye un asunto ético y de conflicto de intereses, pues al estar ligado al Partido Revolucionario Institucional (PRI) no se garantiza la imparcialidad del funcionario.
“Cómo alguien que está afiliado al PRI puede ser fiscal anticorrupción; en la consulta de afiliados comprobamos que Francisco Portilla está afiliado al PRI; cómo es posible que alguien que esté afiliado sea el fiscal anticorrupción, qué es lo que nos garantiza que no va a hacer un alfil más de Javier Duarte para defenderlo”.
Añadió que esta propuesta es una burla para el pueblo veracruzano, por lo que llamó a los diputados priistas a que recapaciten y no voten a favor de este personaje que hasta hace unos días era el secretario general del Congreso del Estado.
Reflexión
Los veracruzanos en general queremos vivir en paz, todos anhelamos que la ola de violencia que se ha desatado por todos los rincones del estado baje de intensidad hasta que desaparezca. Los problemas políticos o las confrontaciones personales entre políticos no nos interesan, pero sí nos afectan, y es una tristeza que el pueblo cuya característica era la tolerancia haya desaparecido y que la alegría con la que se vivía se vaya desdibujando de los rostros de la paisanada. Escríbanos a mrossete@nullyahoo.com.mx formatosiete@nullgmail.comwww.formato7.com/columnistas