La apuesta del PRI por impulsar a políticos jóvenes inexpertos, aunque supuestamente con la suficiente enjundia y empuje no solo para lograr el triunfo en gubernaturas y recuperar la Presidencia de la República sino para apuntalar a la primera fuerza opositora y permitir que lograra un predominio político creciente, ha terminado en un escandaloso fracaso que no solo ha llevado al precipicio al partido en el poder sino que ha puesto en grave riesgo el futuro de varios estados de la república.

Este año concluirán sus gestiones tres de estos gobernadores priistas jóvenes que han llevado a sus entidades a los peores niveles de endeudamiento público, a los más bajos índices de crecimiento, a un retroceso preocupante en materia de infraestructura para el desarrollo y a niveles de pobreza de la población nunca antes vistos, y los tres fueron impulsados por los gobernadores que les antecedieron en un marco de poder pues gobernaba un Presidente panista y no uno de su partido que pudiera imponerles otros criterios o intereses.

Aunque se suma Jorge Herrera Caldera, gobernador de Durango (uno de los estados que el PRI ha perdido por primera vez), llaman la atención los gobernadores de Veracruz, Chihuahua y Quintana Roo, pues son quienes encabezan la lista de los estados con mayor endeudamiento y con más número de observaciones por parte de la Auditoria Superior de la Federación (ASF) solo para la cuenta pública de 2014: entre los cuatro deben aclarar el destino de 18 mil 172.9 millones de pesos.

¿Le parece una cantidad espectacular de recursos cuyo destino se desconoce y que corresponden solo a un año fiscal, el de 2014? Pues sorpréndase aún más, porque los veracruzanos sí que ocupamos el primer lugar. En efecto, muy cerca del 90 por ciento de ese monto se investiga en el gobierno de Javier Duarte de Ochoa, quien gracias a Fidel Herrera Beltrán logró encumbrarse a los 37 años: 15 mil 839 millones de pesos. De ellos, 9 mil 557.2 millones se reputan como posible daño patrimonial, mientras que hay reclamos de aclaración del destino de 6 mil 282 millones de pesos.

Roberto Borge Angulo, el gobernador más joven (entró al cargo a los 31 años), también tiene en alerta a la ASF, que tendrá que revisar a fondo para saber qué hizo este otro animal político con 1 mil 015 millones de pesos. César Duarte Járquez, de Chihuahua, tendrá que responder por 900 millones de pesos.

Para colmo, Quintana Roo, Chihuahua y Veracruz son parte de las 10 entidades del país con mayor nivel de deuda, como proporción de sus participaciones federales al cierre de 2015, según datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. En Quintana Roo, la deuda representó 269 por ciento de sus participaciones el año pasado al sumar 22 mil 442.5 millones de pesos; Chihuahua (con 42 mil 762.2 millones) tenía comprometido el 228 por ciento de sus participaciones, en tanto que Veracruz lo hacía en el 133 por ciento, por una deuda de 45 mil 880 millones de pesos.

Colocados en los sitios más altos del desastre financiero

 

Por nivel de deuda, Veracruz se ubica en el tercer lugar nacional, con una deuda de 45 mil 880 millones de pesos, apenas superado por Ciudad de México (71 mil 084 mdp) y Nuevo León (63 mil 832 mdp); Chihuahua se colocaba en el cuarto lugar (42 mil 762 mdp) y Quintana Roo en el noveno (22 mil 442 mdp).

Respecto a su economía (porcentaje del Producto Interno Bruto estatal), la entidad más afectada es Chihuahua, que ocupa el primer lugar ya que su deuda representa el 8.9 por ciento del PIB, seguido en el segundo lugar por Quintana Roo (8.5 %), mientras que Veracruz se ubica en el séptimo lugar, con el 5 por ciento del PIB.

Respecto a su población (pesos por habitante), Quintana Roo marcha en el primer lugar: cada uno de sus habitantes debe en promedio 14 mil 099 pesos; Chihuahua va en el cuarto lugar (11 mil 483 pesos per cápita) y Veracruz estaba en el lugar siete, con una deuda por cada habitante de 5 mil 686 pesos.

Finalmente, respecto a sus ingresos (deuda como porcentaje de las participaciones federales), Quintana Roo de nueva cuenta está en el primer lugar (269.5 % de sus participaciones es el monto de su deuda); Chihuahua está en tercer lugar (228 %) y Veracruz en quinto lugar (133 por ciento).

Como puede observarse, la apuesta del PRI en 2010 por cuadros emergentes que no habían tenido experiencia en el ejercicio del poder ni formación académica para afrontar los graves desafíos que representa gobernar a un estado, tanto en lo político como en lo financiero, ni habían demostrado que habían actuado con ética y vocación de servicio, tuvo efectos desastrosos en varios frentes.

En primer lugar, hundieron financieramente a sus estados: no solamente sobreendeudaron la administración estatal sino se presume que desviaron grandes cantidades de los recursos federales y estatales que llegaron a sus arcas, porque ni disminuyeron la deuda pública que les fue heredada (la que, por el contrario, se multiplicó escandalosamente) ni hicieron mayor obra pública.

Además, han dejado en franca bancarrota a cientos de empresas proveedoras a las que no han pagado, han desarticulado los programas sociales al desviar los recursos destinados a la población beneficiaria y han dejado en inanición financiera a instituciones señeras como el Instituto de Pensiones del Estado y la Universidad Veracruzana, en el caso de Veracruz.

Y en el caso del PRI lograron con creces brindar argumentos sólidos para que los votantes le otorgara a sus candidatos, tanto al Gobierno estatal como al Congreso local, el voto de castigo y los merecimientos para conformarse como tercera electoral, debajo del PAN y Morena, lo que ha colocado al PRI en una situación sumamente vulnerable de cara a los comicios municipales de 2017.

Tal será el lastre que, en particular, han dejado Roberto Borge Angulo y Javier Duarte de Ochoa, a las generaciones de políticos que se fraguan en el interior del priismo, quienes deberán olvidar sus aspiraciones si la edad no les da argumentos para desempeñar adecuadamente las funciones inherentes a los puestos a los que aspiren llegar por el voto ciudadano.

El fracasado dirigente nacional priista, Manlio Fabio Beltrones, lo decía coloquialmente al señalar que no le vendría mal al PRI “volver a las canas”, en que implícitamente hacía una crítica a las torpezas, escándalos y actos de corrupción en que han estado involucrados tanto gobernadores como presidentes municipales jóvenes de su partido. Y en ese contexto, siempre fueron claros los ejemplos de Javier Duarte, Roberto Borge y César Duarte.

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