Se equivoca Héctor Yunes.
El acuerdo no era que él sería Gobernador en 2016 y Pepe en el 2018, pues ambos tenían claro que se vivían otros tiempos en la democracia y nadie podría garantizar la victoria.
El famoso acuerdo para los próximos 8 años era que Héctor Yunes sería el candidato en el 2016, y Pepe lo sería en el 2018. La derrota de Héctor no se contempló, porque el compromiso sólo era por las candidaturas.
Se equivocan Pepe y Héctor.
No pueden esperar hasta que hayan concluido las elecciones municipales del 2017 para empezar a construir la campaña del 2018. Hoy, ahora, es cuando deben iniciar los trabajos para la reconstrucción del PRI en Veracruz y el reencuentro con los liderazgos regionales que fueron ignorados por esa camarilla llamada «alianza generacional».
Las candidaturas a las 212 presidencias municipales deben pasar por el tamiz de quien competirá un año después por la gubernatura, de lo contrario el proceso interno se convertirá en una batalla campal de la que saldrán tan divididos, que no habrá forma de recuperarse en las urnas.
Durante su fallida campaña, Héctor Yunes juró que era un hombre de palabra, que cumplía sus compromisos. Este es el momento de que lo demuestre. No sólo no debe estorbar al proyecto de su «amigo» Pepe Yunes, sino que se debe sumar. Alguien le tiene que explicar que él ya no será Gobernador de Veracruz, que tras mucho insistir consiguió la oportunidad de competir por ese cargo… y perdió.
Los dos senadores (Héctor con licencia) acordaron aparecer juntos en público para rechazar las versiones de una supuesta división entre ambos, a partir de que el hoy candidato derrotado por Veracruz hizo público su interés por volver a buscar la gubernatura dentro de dos años.
Pepe Yunes ha mantenido una postura conciliadora, pero firme respecto a su proyecto. Dice que no le molesta que su «amigo» Héctor intente conseguir una vez más la candidatura, pero aclara categórico que la boleta del 2018 llevará su nombre.
Para quienes esperaban este encuentro entre ambos políticos, llamó la atención que entre ambos se ubicara el aún dirigente del PRI en la entidad, Felipe Amadeo Flores Espinosa, quien sigue deshojando la margarita para decidir si se mantiene en el cargo o -en honor a la congruencia que mostró quien fuera su dirigente nacional, Manlio Fabio Beltrones- presenta su renuncia por la responsabilidad que le toca en el más grande descalabro electoral que ha tenido ese partido en Veracruz.
La primera lectura es que la presencia de Amadeo Flores obedeció a una invitación de Héctor Yunes, quien ha planteado que se debe mantener al frente del PRI, al menos hasta que concluya la elección de alcaldes, en el 2017.
Amadeo Flores Espinosa está en el PRI una vez más (lo que representa una violación al reglamento de ese partido) porque así lo decidió Héctor Yunes, cuando en su papel de candidato decidió deshacerse de todo lo que tuviera que ver con Javier Duarte y le pidió a Alberto Silva que dejara el cargo.
Sugerir que se mantenga en la Presidencia del PRI a pesar de la dolorosa derrota sufrida el 5 de junio, y de que su nombramiento puede ser impugnado en los tribunales electorales, es pretender «cargar» los dados rumbo a la contienda interna del 2018.
Así pues, la tan cacareada «unidad» entre los Yunes rojos no es tal. Acaso sea un armisticio que habrá de desaparecer en el momento en el que compitan abiertamente por la candidatura.
No es así como habrán de volver a Palacio de Gobierno.
Si entre ellos no se perciben atributos como la lealtad y el compromiso, difícilmente podrán convencer al elector.
Podrían empezar por ahí.
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