—Coño loco, mi sangre, ahora sí nos llevó la desgracia —el lamento jarocho ha sido a manera de saludo, mientras estrecha la mano y abraza a su amigo, a su socio, a su sosias: ambos de guayabera blanca, pantalón de dril, botín naolinqueño, una chamarra encimada sobre el atuendo tropical, para escampar de alguna manera la lluvia, que cae pertinaz y tormentosa en el centro de Xalapa.

Son dos priistas que se han encontrado en plena tragedia y platican sobre las oscuras perspectivas personales que les esperan en la inmediatez del nuevo Gobierno que los mandará a la oposición.

Uno a otro se avientan miradas de consuelo, suspiran por los buenos tiempos que están por perder, tratan de animarse sin conseguirlo del todo…

—Yo no sé cómo le vamos a hacer ahora, —continúa el otro la lamentación— porque ya no va a haber dineros públicos para el PRI y tampoco funcionarios amigos a los que podamos sablear. Imagina, ¿de qué vamos a vivir en adelante? Nadamás falta que nos tengamos que poner a trabajar,

—Bueno, lo que es trabajar siempre lo hemos hecho, colega, ¡de operadores políticos!, de ¡líderes de nuestras colonias!, ¡de ministros sin cartera del partido! Pero ésa es una especialización que solamente vale dentro de las filas priistas. Ni modo que le digamos a Chedraui que le vamos a arrimar clientes, o que le ofrezcamos a la Universidad Veracruzana conseguirle más alumnos, si ya no pueden con los que tienen. Con ésos la simulación no opera…

—Oye, ¿y si nos vamos a Inglaterra?

—¿A Inglaterra? —exclama el otro entre sorprendido e intrigado.

—Sí, ves que los ingleses van a votar para ver si se quedan con la Unión Europea o si se separan. Y la elección está muy reñida. Dicen las encuestas allá que los que van por el sí son el 49 por ciento y por el no hay un 47 por ciento. Dos puntitos porcentuales que no son nada.

—Está más reñida de lo que estuvo acá.

—Sí, por eso podemos irnos a Europa a hablar con los mandones de la Unión Europea, que no quieren para nada que se salga Inglaterra. ¡Imagina lo que les servirían nuestros conocimientos!

—No entiendo muy bien cómo sería eso.

—Pues fácil, compadre, —el entusiasmo desborda a las palabras— les proponemos que nos suelten un billetote (¡allá es en euros!) y nos vamos a operar la elección a Inglaterra. Yo creo que con un ratón loco, un carrusel y una buena estrategia de compra de votos podríamos hacer que el “No” a salirse de la Unión rebase el 50 por ciento, y así ni quien les gane.

—¿Y si nos sale mal, como nos pasó aquí en esta elección? —duda el otro.

—Pues peor no nos puede ir. Allá no creo que nos quieran meter al bote como acá, y si lo tratan de hacer, nos escapamos con la lana y nos vamos a refugiar con el ERI a Irlanda, o si la vemos muy dura, con el Estado Islámico. No te verías tan mal disfrazado de árabe, compadre.

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