El pasado lunes 23 de mayo, el diario La Jornada publicó una amplia entrevista que la reportera Rosa Elvira Vargas, quien se inició a principios de los años ochenta en el Diario de Xalapa, le hizo al presidente Enrique Peña Nieto.

Entre los múltiples temas que la periodista veracruzana le planteó al mandatario mexicano estuvo el de las elecciones de este domingo 5 de junio, en las que serán votados gobernadores en 12 entidades, entre ellas Veracruz. Vargas le pidió a Peña su opinión acerca de quienes dicen que este es el arranque hacia la sucesión presidencial de 2018.

“No creo mucho esto. Cada elección tiene su condición; ninguna puede proyectar un resultado del mañana. De eso estoy absolutamente convencido. Cada una tiene su condición, su dinámica, su juego, equilibrios, balances. Vamos a tener estos resultados. Punto. ¿Y tienen que ver algo o sin proyección de lo que pueda ocurrir en 2018? Creo que no”, contestó el mexiquense a su entrevistadora.

Por supuesto que cada elección es diferente. Peña no es el gran politólogo, pero su respuesta también es entendible ya que como jefe del Ejecutivo federal es considerado por sus correligionarios como el PPP: el “Primer Priista del País”, lo que le da la facultad metaconstitucional de ser el fiel de la balanza para elegir al candidato de su partido a sucederlo en 2018.

De haber asentido el planteamiento de la reportera, el Presidente habría expuesto y tendido en la piedra de los sacrificios al dirigente nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones, uno de los presidenciables del partido tricolor que al asumir el liderazgo del Revolucionario Institucional colocó de inmediato un letrero en la puerta de su despacho que dice: “Se prohíbe pensar en el 2018. Estamos trabajando en las elecciones del 2016”.

Viejo zorro político, Beltrones intentó blindarse de cualquier tipo de fuego amigo, pues no forma parte del Grupo Atlacomulco pero sabe muy bien los intereses, prioridades y el pragmatismo de esta fuerte corriente priista fundada en el Estado de México por el ex gobernador Carlos Hank González.

Y es que cuando todo parecía indicar que el presidente Peña Nieto impondría en la dirigencia nacional del PRI a su joven jefe de la Oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño Mayer –actual secretario de Educación Pública–, de última hora el mexiquense decidió encargarle la dirigencia nacional priista al diputado federal saliente.

Con Beltrones como candidato de unidad a la presidencia del CEN del PRI, Peña decidió optar por un político de mayor oficio y experiencia, pero además mandó una clara señal de apertura al priismo, ya que el sonorense no forma parte de su grupo ni era bien visto por sus colaboradores más cercanos que también aspiran a sucederlo en 2018.

Con esta decisión, el mandatario decidió privilegiar la “unidad” del priismo por encima del “relevo generacional” que él mismo había perfilado previamente ante el Consejo Nacional de su partido, haciendo suponer que su “favorito” sería Aurelio Nuño, pero a quien le empezaron a cuestionar su nula militancia y trayectoria partidista, advirtiendo que encarnaría un liderazgo inmaduro que hubiera sido un problema en momentos en que el PRI estaba por enfrentar una fuerte competencia por la renovación de 12 gubernaturas en 2016 y la inminencia de la sucesión presidencial del 2018.

Por eso, una vez despejado el camino hacia el CEN del PRI, Beltrones no sólo declaró que sería un dirigente “muy cercano” a Peña Nieto sino que también se autodescartó para la Presidencia de la República en 2018, pues dijo que el presidente del tricolor “debe ser un buen árbitro, no un participante”, tal como lo había advertido previamente el líder saliente César Camacho, otro miembro del Grupo Atlacomulco que ahora ocupa la misma silla del sonorense como coordinador de la diputación priista en la LXIII Legislatura.

Pese a ese oportuno posicionamiento, reafirmado después con el letrero colocado en la puerta de su despacho en el CEN del PRI, hay quienes suponen que las negadas aspiraciones presidenciales de Beltrones se avivarán o cremarán en las urnas de la jornada electoral del próximo domingo, principalmente en Veracruz –entidad considerada, por su padrón de votantes, como la “joya de la corona” de los 12 estados que renovarán gubernaturas–, donde no sólo compite Héctor Yunes Landa, un candidato afín políticamente y muy cercano al afecto del sonorense, sino también otros alfiles de aspirantes de la oposición, como Cuitláhuac García Jiménez, de Morena, quien está fuertemente comprometido con el proyecto presidencial de su líder Andrés Manuel López Obrador, y Miguel Ángel Yunes Linares, del PAN, cobijado por el dirigente de Acción Nacional, Ricardo Anaya, el cual compite en las encuestas internas del blanquiazul con Margarita Zavala, la esposa del ex presidente Felipe Calderón, quien inclusive se acaba de  destapar como director del DIF Nacional.

El problema de Manlio es que a diferencia de López Obrador y Anaya, él como dirigente del partido en el poder estaría obligado a retener la gubernatura veracruzana, mientras que los líderes de Morena y del PAN, aun perdiendo, políticamente saldrían ganando por la abultada votación que obtendrían en segundo y tercer lugar ante lo apretado de la elección.

Moreno contra Morena

La presencia de Andrés Manuel López Obrador, dirigente nacional de MORENA, no es tan fuerte en otras regiones de Veracruz como en los municipios colindantes con Tabasco.

Las Choapas y Agua Dulce son las demarcaciones en donde el lopezobradorismo se asentó desde la década de los 90’s. Estos municipios, junto a Ixhuatlán del Sureste (perredista), Moloacán, Nanchital y parte de Coatzacoalcos, conforman el XXX distrito electoral local, en donde el abanderado del PRI a la gubernatura, Héctor Yunes Landa, responsabilizó para operar su campaña a Jesús Moreno Delgado, hombre de todas las confianzas del alcalde del antiguo Puerto México, Joaquín Caballero.

Al principio Moreno Delgado causó recelo en algunos actores, no obstante el oriundo de Hueyapan de Ocampo resultó un encantador de serpientes, ya que en menos de dos meses reposicionó al priismo e hizo crecer la expectativa de triunfo en un terreno –léase bien– copado por la tradicional presencia de la izquierda, representada primero por el PRD y después por el Movimiento de Regeneración Nacional.

El Programa de Activación, exitoso en Sonora y Colima, fue menospreciado en algunos distritos, como el urbano de Coatzacoalcos, no así en el XXX en donde Moreno Delgado lo aplicó con maestría en aras de reportar los mejores resultados a don Héctor Yunes.