Este martes 24 de mayo, con estudiantes y personal académico a punto de concluir las actividades académicas semestrales, de nueva cuenta se movilizará la Universidad Veracruzana para exigir que el gobernador Javier Duarte de Ochoa cumpla con las obligaciones omisas de su administración en términos presupuestales, cuyo monto retenido ronda los 2 mil 400 millones de pesos.

El grave problema para la casa de estudios es que Duarte ha mostrado, en reiteradas ocasiones, que ha decidido no dar ni un centavo de ese adeudo y que ha calibrado en su búnker que ser el primer gobernador en incumplir con la UV no le afectará más de lo que su propio accionar en su sexenio le ha permitido colocarse con el principal lastre para el desarrollo económico y social de Veracruz.

No le han importado las masivas manifestaciones de los universitarios ni los llamados del Congreso de la Unión, a través de sus dos cámaras, exigiendo el pago del millonario adeudo; tampoco, que las universidades del país hayan manifestado su solidaridad con las autoridades universitarias y le hayan exigido cumplir con una de las más altas responsabilidades de un gobierno local con el futuro de decenas de miles de jóvenes, para quienes la única posibilidad de recibir una educación superior de calidad es matricularse en la UV.

¿Por qué debemos acuñar la esperanza de que las manifestaciones del martes tendrán algún efecto en un gobernador que le debe a todo mundo? ¿Qué efectos, más allá de canalizar el enojo y la desesperación de los universitarios, pueden tener las diversas formas de protesta que protagonicen maestros, estudiantes, investigadores, funcionarios y quienes han egresado de sus aulas?

Prácticamente serán infructuosas; no habrá forma de que eche atrás en su decisión de ahorcar a la principal universidad pública de Veracruz; no valdrán conglomeraciones ruidosas en su contra ni declaraciones tronantes de los universitarios, que ya las ha habido y no han modificado un ápice su decisión.

Hasta finalizar su gobierno, la Universidad Veracruzana no recibirá un peso de lo adeudado y, en esa cruzada de agotamiento y asfixia económica, tiene todo el respaldo del gobierno federal, cuya principal misión es debilitar a las universidades públicas del país, al tiempo de impulsar la educación tecnológica acrítica y enfocada a abastecer al mercado laboral, bajo el enfoque de acuerdos comerciales como el Asia-Pacífico.

Y no es que Javier Duarte de Ochoa tenga la inteligencia de insertarse en una estrategia nacional, con enfoque multilateral. No. Se le está dejando que asfixie a la UV porque ello coincide con un planteamiento del presidente Enrique Peña Nieto de debilitar a los centros generadores de inteligencia crítica en el país, de los que ha recibido las principales críticas a su gobierno.

Lo que sucede en Veracruz, si bien se encarrila en la misma vía, responde a las necesidades de un gobierno que ha preferido utilizar los recursos públicos –incluidos los de la UV, del IPE, de los programas sociales, de las acciones estatales y federales en todos los rubros- en el financiamiento de las actividades políticas y electorales, en el enriquecimiento desmedido de los funcionarios y en el financiamiento de campañas de lodo contra sus enemigos.

Y entre sus enemigos se encuentran la Universidad Veracruzana, la rectora Sara Ladrón de Guevara, los estudiantes y los académicos críticos, la diversidad ideológica de los universitarios. Contra ellos, la más dura estrategia que ha ideado el gobierno estatal es dejarla sin los recursos que le corresponden.

Para desgracia de la UV, dentro de sus propias entrañas han surgido las posturas radicales que, de tan lejos que quieren ir, se emparentan con las de sus enemigos. Aunque la rectora Sara Ladrón de Guevara ha transitado por todos los canales de negociación que su ejercicio le indica, y ha ido radicalizando su discurso y promoviendo la solidaridad de diversas instancias nacionales e internacionales, sin afectar la actividad académica, porque no le interesa dañar la trayectoria de miles de estudiantes y el trabajo de investigadores, hoy hay quienes la denuestan en el interior de la universidad y proponen un paro general indefinido de labores.

¿De qué serviría un movimiento de tal calibre? Solo para que los enemigos de la UV en el gobierno estatal, comenzando por el mismísimo Javier Duarte, lo usen para atacarla de manera contundente y con ello justifiquen la negativa a entregar los enormes montos adeudados. Para lograr que le paguen a la UV, jamás.

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