El sistema educativo nacional está en paro… en parte… y en una parte mínima.

Como era de esperarse, los grupos radicales que controla la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) están haciendo lo único que saben hacer: quejarse de cualquier movimiento de la autoridad, y aprovechar las fechas de temporada, como el Día del Maestro, para hacer ruido y tratar de despeñar la buena marcha de la educación en México.

Todas sus demandas tienen que ver con pagos, prebendas y canonjías para los líderes, en primer lugar, y para la masa de profes con las sobras que les dejen aquéllos.

Los ciudadanos nunca hemos visto una marcha en la que los docentes afines a la CNTE pidan, por ejemplo, mejores cursos de capacitación, ampliaciones al horario de clases, más días en el calendario escolar para reforzar los conocimientos, programas de estudio más amplios.

Todo es pedir que el bono especial para ayuda de despensa, renta o pago de vivienda, material escolar, becas para ellos o sus hijos, viajes de estudio.

Nunca esos rijosos piden que se mejoren las escuelas u ofrecen aportar su trabajo físico para pintar o limpiar los edificios escolares.

Los buenos maestros, los disciplinados, los preparados, reciben premios y estímulos por su labor, tienen garantizada su fuente de trabajo porque sacan calificaciones de excelencia en cualquier tipo de examen que se les imponga, apoyan a sus alumnos con conocimientos extracurriculares. Y lo mejor: su propia vida es ejemplo para los niños y jóvenes que conviven con ellos muchas horas de la semana en el salón de clases.

Pero los otros, los expertos en plantones en la calle, los especialistas en gritar consignas contra los tres niveles de gobierno o contra la autoridad educativa, lo único que saben hacer es juntarse para hacer ruido, cometer desmanes, cerrar carreteras, importunar a la población, ocasionar pérdidas a los comercios y ensuciar las calles.

Y resulta que son una minoría. Representan, si bien les va, el 16 o 17 por ciento de los profesores de educación básica y normal del sistema educativo público, y siempre pretenden detener todo el aparato escolar.

Caso similar es el de las vocacionales del IPN en el Distrito Federal, en donde unos cuantos alumnos, impulsados por la CNTE también, lograron en un momento parar la mayoría de las escuelas de este sistema, y no obstante que la autoridad les dio respuesta plena, insisten en continuar con su movimiento dizque estudiantil y han logrado mantener tres vocacionales aún en paro, ya sin motivo, con riesgo de que muchos alumnos pierdan el semestre.

Es evidente que a los profesores de la CNTE no les importa la educación, sino seguir recibiendo un sueldo y unas compensaciones que no devengan con trabajo honesto y de calidad.

Lo suyo, lo suyo, es destruir y destrozar.

En contraparte, hay muchas aulas en México en las que siguen trabajando maestros de bien, formando los ciudadanos que necesita este hermoso país.

En ellos esta nuestra esperanza.

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