Ante la impunidad que gozan los violadores sexuales en nuestro estado y la reforma, violatoria de los derechos humanos, al artículo 4° de la legislación local, dedico un soneto a la lucha de las mujeres por su libertad sexual y reproductiva.

El cuerpo es territorio personal
que nada más podrá ser transitado
por aquel que haya sido autorizado
a cruzar las fronteras del umbral.

El ejercicio libre del ritual
que en ese paraíso es oficiado
es condición de paz. A nadie es dado
violentar con fiereza de animal

la facultad suprema de elegir
la circunstancia, el modo y el encuadre
del camino que decida seguir,

y la rama en que se pose, el caladre.
Elija la mujer con quien dormir
y el momento, si llega, de ser madre.

 

 

 

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