En el siglo pasado, tener una cámara fotográfica era un lujo que no cualquiera podía permitirse y quienes la tenían eran muy cuidadosos porque la película, el revelado y la impresión significaban un gasto que no siempre estaban dispuestos a hacer. La cámara salía solo en ocasiones especiales: los cumpleaños, las fiestas familiares, los festivales escolares, las vacaciones. Las fotos se guardaban celosamente en un álbum o en una caja de zapatos y constituían un pequeño tesoro familiar o personal que iba heredándose de una generación a otra. Seguramente todos tenemos fotos de los abuelos, de la antigua casona, de los padres cuando eran adolescentes y aún no se conocían y de nosotros mismos bailando el vals cuando salimos del kínder.
Los disparos eran cuidadosamente seleccionados, el rollo permanecía en la cámara por mucho tiempo y en algunas ocasiones se tomaban las dos últimas fotos para, al fin, llevar a revelar el rollo. Después venía la espera y la incertidumbre que solo era apaciguada cuando, en una sumaria reunión familiar, se abría el sobre que contenía develaba el misterio.
Todo eso es cosa del pasado, en la actualidad, hasta en la circunstancia más intrascendente salen montones de teléfonos celulares para registrarlo todo, la mascota, el bache de la calle, el platillo que está a punto de ser ingerido, el encuentro casual con un cuate…todo y casi instantáneamente, la imagen está en las redes sociales.
La tecnología es maravillosa aunque los resultados sean, en la inmensa mayoría de los casos, baladíes pero cuando quien se encuentra tras el lente es un artista, el universo de las artes plásticas se robustece.
Es el caso de Héctor Montes de Oca, fotógrafo xalapeño que ha recorrido todas las técnicas y todos los géneros fotográficos para instalarse en la imagen paisajística intervenida digitalmente como medio para narrar su visión y su revisión del mundo.
Con fotos casi pictóricas, Montes de Oca nos traslada a rincones que hemos transitado muchas veces y, sin embargo, en ese momento los descubrimos asombrados porque su narrativa es tan elocuente que sentimos el frescor de la mañana, la textura de las piedras que desbalancea las suelas y, si se trata de una noche de luna en Xalapa, podemos, incluso, percibir el aroma del jazmín. Y todo por culpa de su abuelo.

Take one

Mi nombre es Héctor Montes de Oca, profesión fotógrafo. Quiero platicarte que yo tuve la suerte de tener un abuelo al que le gustaba la fotografía y, sea como sea, me contaminó, digo contaminó porque la fotografía, muchas veces, una vez que entra y se posesiona de ti, muy difícilmente puedes alejarla, es como la música. También tuve la oportunidad de que desde muy pequeño me regalaran una cámara semi-profesional, todo lo demás se fue dando por antonomasia. Me volví el fotógrafo de la familia y también tomaba videos, primero de 8 milímetros y después de súper 8. Siempre estaba con la cámara, de ahí que en el momento en que había que decidir qué iba a estudiar en la universidad para mí era muy claro que tenía que estudiar cine.
En ese momento, [Roberto] Bravo Garzón [ex-rector de la Universidad Veracruzana] abrió la Facultad de Cine, Televisión y Fotografía, me aventé a presentar examen y como ya tenía yo experiencia, cuando menos en la fotografía, lo pasé pero mi padre me dijo:
-¿Qué vas a estudiar?
-Pues fotografía
-No, tú ya eres fotógrafo (risas), tienes que estudiar otra cosa
Y entonces, por negociaciones con mi padre, también entré a estudiar arquitectura y, finalmente, sí que me sirvió como formación porque la verdad es que las dos carreras se compaginaron y me siento muy agradecido de haber podido tener esa experiencia.

La dolce vita

Nada más tres egresamos de fotografía y en ese momento se cerró la escuela pero cuando terminé la carrera yo tenía bien claro lo que quería y conseguí una beca de la Universidad Veracruzana para estudiar la Maestría en Dirección de Cinematografía en el Centro Experimental de Cinematografía (Cinecittà), en Roma, eso cambia mi vida porque estando allá conocí a Fellini, a De Sica, a todos los maestros. Iba yo por un poco más de año y medio y terminé quedándome cinco porque después hice la Maestría en Historia del Arte en la Scuola Nazionale de Arte, en Florencia.
Además de tener una formación académica muy importante, tuve muchas experiencias porque tuve la posibilidad de ser asistente, por dos años, de Giuseppe Tornatore, el que hizo Cinema Paradiso, y trabajando con él tuve la posibilidad de conocer a todos los grandes artistas de cine del momento (estamos hablando del 82): Marcello Mastroianni, Sofía Loren, todos ellos. Pude vivir las películas desde dentro estando en la dirección de fotografía para la cinematografía pero también estaba en la fotografía.
Después de cinco años era evidente que tenía que regresarme, conseguí otra beca para estudiar la Maestría en Sistema de Zonas, en San Francisco.
En la fotografía analógica, el ABC se llama sistema de zonas, es donde de aprendes todo lo que debes saber para manipular la fotografía en blanco y negro, es bastante complicado y sigue siendo, todavía, en formato digital pero los patrones son los mismos y, con la experiencia, se pueden aplicar a las nuevas tecnologías.
Estando en Estados Unidos comencé a trabajar para Kodak y me mandaron a la Ciudad de México. Trabajé casi 12 años en Kodak Profesional y llegué hasta la Dirección de Fotografía de Latinoamérica.

De la ampliadora a la computadora

Taller de Héctor Montes de Oca (Foto cortesía de Héctor Montes de Oca)
Taller de Héctor Montes de Oca (Foto cortesía de Héctor Montes de Oca)

Todo esto te lo platico para que veas que entiendo la fotografía desde el punto de vista artístico, por haber estado con grandes maestros, pero también la cuestión comercial. La parte que me faltaba vino cuando, al desaparecer, la Kodak deja en manos del Tecnológico de Monterrey todos los equipos y yo trabajo en hacer, para el TEC de Monterrey, la fusión de la fotografía de analógica a la digital.
Los cambios nos llegan muy drásticamente, aunque la fotografía digital ya se empleaba hacía mucho tiempo, cuando llega el cambio prácticamente no había programas de estudio para las universidades, en ese momento se comienzan a diseñar, Kodak me envía dos meses a la Universidad de Gleason y ahí se define todo el programa de estudios para la impartición de la carrera de fotografía en todas las áreas. Esta experiencia es importantísima en mi vida porque, por primera vez, veo cómo se genera un libro de texto especial para las universidades de Estados Unidos, veo cómo se genera una máquina especial para imprimir en papeles de algodón (se llama piezografía) porque no existía la impresión digital. Hubo un cambio drástico y las universidades tienen que hacer un alto para organizarse y esto hace que cambie la educación en la fotografía en todo el mundo.
Regresando de esta excelente experiencia, el TEC de Monterrey me comisiona y me pongo a trabajar con ellos, ahí curso el Doctorado en Plataformas Digitales. Lo demás ha sido seguir produciendo y así he estado. Ahora tengo varios libros de texto que se ocupan en el TEC, tengo experiencia e invitaciones para andar exponiendo por varios lados todo el año. Este es, un poco, mi camino desde lo artístico hasta lo académico.

SEGUNDA PARTE: Entre la ampliadora y la computadora

TERCERA PARTE: Foto que huele a jazmín

CONTACTO EN FACEBOOK        CONTACTO EN G+        CONTACTO EN TWITTER