Por ese culto efímero al sonido
con que sabe llegar hasta la esencia.
Por hurgar en la oscura transparencia
en búsqueda afanosa del sentido.

Porque sus notas son cristal bruñido,
imagen de cordura y de demencia.
Por lograr que la ausencia y la presencia
cohabiten un instante en el oído.

Por esparcir en todos los rincones
la esperanza, la utopía, la paz.
Por ser hilo que une a las naciones

con un sonido terco, pertinaz,
que no tiene porqué ni condiciones.
Por eso el Día Internacional del Jazz

 

 

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