Ensalzando la cerviz
partes, Gato, en santa paz
tras tocar tu último jazz
en Nueva York, no en París.
Hoy que alistas el veliz,
pues se acabó tu contrato,
quiero proponerte un trato:
que vayas cualquier mañana
a la Luna tucumana
y desde ahí nos cantes, Gato.

Y desde ahí nos cantes, Gato,
nos presentes a Michelle
o nos platiques de aquel
que te encomendó el retrato
musical de un insensato
y una joven que en París
sublimaron un desliz
con la música que hiciste.
No suena la Samba triste
porque te fuiste feliz.

Porque te fuiste feliz
como El arriero que va,
por la Lluvia Azul, allá
a donde está su raíz.
Por el Tango de París,
por Europa, por lo grato
del prolongado relato
musical que has heredado,
el mundo está cobijado
bajo La sombra del Gato.



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