En tono de sorna, un político veracruzano se refería a los problemas de división interna que por años han sido la principal característica del Partido de la Revolución Democrática, hoy aliado de Acción Nacional.

Hablaba de su distrito y decía que ahí, el PRD estaba muy dividido; “sólo hay un militante pero nunca se pone de acuerdo consigo mismo… como pertenece a dos tribus diferentes y antagónicas, él toma decisiones que luego impugna y termina por acusar fraude y exigir recuento de votos”.

Parece broma, pero es la historia de un partido que en Veracruz tiene tantas corrientes como militantes; una fuerza política que ha ido de más a menos, hasta quedar reducida a su mínima expresión, para convertirse, por primera vez en su historia, en la cuarta fuerza política de la entidad.

Así las cosas, el Sol Azteca pasó de 784 mil votos en la elección para gobernador de 2004, con Dante Delgado como abanderado, a poco más de 400 mil en 2010, con el mismo candidato; y de ahí a 270 mil en el proceso federal de 2015, cuando ya no participó en alianza con PT y Convergencia, hoy Movimiento Ciudadano.

Las últimas dirigencias del partido bien podrían escribir un manual sobre cómo perder medio millón de votos en menos de una década.

A ello se debe la necesidad del Sol Azteca de buscar la alianza con la segunda fuerza electoral en el estado, Acción Nacional, que aún sin el PRD estaría hoy en posibilidad de competir, con probabilidades de éxito, por la gubernatura veracruzana.

La división interna podría ser uno de los factores que explican lo que se percibe como el ocaso de un instituto político que tuvo sus mejores años prácticamente desde su fundación, en 1989, hasta 1994.

Han transcurrido casi 27 años de que los partidos Mexicano Socialista, Mexicano de los Trabajadores, Socialista Unificado de México, Popular Revolucionario y Socialista de los Trabajadores, así como el Movimiento Revolucionario del Pueblo y la Unión de la Izquierda Comunista decidieron unirse para fundar el PRD, que actualmente gobierna la Ciudad de México, con Miguel Ángel Mancera; Morelos, con Graco Ramírez Garrido; Tabasco, con Arturo Núñez Jiménez; y Michoacán, con Silvano Aureoles Conejo.

Siendo un partido en el que es común la división, el enfrentamiento entre grupos y la coexistencia de tribus casi antropófagas, no resultan extrañas las fracturas internas ni las renuncias de militantes destacados. Ese ha sido el común denominador en el contexto nacional; basta recordar que al PRD han renunciado cuatro ex dirigentes: Porfirio Muñoz Ledo, Rosario Robles Berlanga, Andrés Manuel López Obrador y Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.

Algo parecido ha ocurrido en Veracruz, donde las fracturas entre los grupos, los torpedos y las acusaciones mutuas son frecuentes.

Recordamos el caso del ex dirigente estatal del partido, Juan Vergel Pacheco, quien renunció a su militancia en noviembre de 2014; en esa ocasión, el ex perredista anticipó lo que ya veía como el inminente desplome del PRD.

Como Juan Vergel, muchos otros ex dirigentes y militantes del partido fundado por Cuauhtémoc Cárdenas decidieron hacer lo propio: dar un paso de costado; permitir que Rogelio Franco se adueñara del cascarón, del membrete, de los despojos del partido; y sumarse a otras fuerzas políticas.

En parte, ese fenómeno explica el buen resultado alcanzado por el Movimiento de Regeneración Nacional, Morena, que en el pasado proceso electoral federal logró más del 12 por ciento de los votos veracruzanos, convirtiéndose en la opción de izquierda con más  simpatizantes.

Uriel-Bernal, nuevo capítulo

El más reciente capítulo del melodrama perredista se registró de forma reciente: dos corrientes disputaban la candidatura a la diputación local por el distrito X de Xalapa; al final, el ex diputado federal Uriel Flores Aguayo se impuso a ex legislador local Manuel Bernal Rivera, quien alzó la voz para denunciar lo que consideró un acto de traición de su dirigente estatal, y lanzó su consigna “ni un voto a los traidores”.

Bernal Rivera adelantó que impugnará la candidatura de Uriel Flores, a quien –dijo– las encuestas no le favorecían. De igual manera, acusó a Rogelio Franco de recurrir a la mentira y al engaño para imponer al candidato.

En síntesis, enfatizó que pedirá que los xalapeños voten por el candidato de la alianza “Para Rescatar Veracruz” al gobierno del estado –Miguel Ángel Yunes–, pero que no lo hagan por el abanderado a diputado –Uriel Flores–; es decir, promoverá el llamado voto cruzado.

En respuesta, Flores Aguayo calificó la denuncia de Bernal Rivera como un absurdo; y sostuvo que en la selección del candidato no prevaleció más criterio que el respeto a la encuesta.

También expuso que no teme a la impugnación que anunció Manuel Bernal y que para cualquier queja, “que pasen a la ventanilla del PRD”.

Así están las cosas en el perredismo de la capital de Veracruz, donde la confrontación de las tribus podría costar al partido una curul que en el papel no parece tan lejana.

Héctor, sin voz pero con ganas

Héctor Yunes, candidato de la coalición “Para Mejorar Veracruz” al gobierno del estado, se quedó afónico en el tercer día de campaña. El priista no ha parado desde que arrancó el proceso electoral, presentado su propuesta innovadora de cómo habrá de construir un nuevo Veracruz.

Sin embargo, ésto no fue impedimento para que Héctor acudiera a Zongolica a presentar su propuesta en materia de bienestar y, unas horas antes, sostuvo un encuentro con periodistas.

Incluso, aunque ya iba afectado de su garganta, se detuvo a pie de carretera en la Sierra de Zongolica para saludar a personas que caminaban a orilla de ésta.

Así, ni una laringitis detiene a Héctor, en su objetivo de gobernar Veracruz. @luisromero85