No cabe duda que los tiempos cambian; ya  ni la primavera es como antes.

Como bien recordarás lector, antes la primavera llegaba con puntualidad inglesa el 21 de marzo y esta fecha se empataba con el natalicio de Benito Juárez. Además, la primavera era la primavera, esto es, llegaban las golondrinas, los campos comenzaban a reverdecer, crecían las flores y se escribían poemitas cursis.

Ahora se adelantó y llegó el sábado 19 por la noche, a hurtadillas, como los ladrones. Para colmo hizo un frío de todos los demonios en la mitad del país y pocos se acordaron de festejarla.

A  Benito Juárez tampoco le fue muy bien que digamos; su natalicio fue recordado nomás por puro compromiso.  Aquí en Veracruz ni el gobernador se dignó pararse por el parque Juárez a montar una guardia de honor. Y eso que el parque está a un costado de Palacio de Gobierno.

Pero la festividad a la que le fue de la patada fue al 18 de marzo. Casi nadie se acordó que fue el 78 aniversario de la expropiación petrolera.

Yo tendría unos ocho o nueve años cuando me llevaron de Tuxpan a Poza Rica como parte sustantiva de los festejos de la expropiación petrolera.

Ya he comentado en este espacio que no sé por qué los maestros me agarraban de su buey para que declamara poemas alusivos a lo que fuera y esa vez me tocó chutarme uno relativo al día de la Expropiación Petrolera.

Las fiestas del 18 de marzo tuvieron su esplendor en los años 50, 60 y 70 del siglo anterior en casi todos los rincones del país, pero en Poza Rica eran todo un espectáculo. Había desfile de carros alegóricos, bandas, confeti, serpentinas y su reina del petróleo.

En aquella ocasión asistieron al evento además del Presidente, varios gobernadores, alcaldes, diputados y senadores. También estuvieron todos los líderes obreros con Fidel Velázquez a la cabeza y Joaquín Hernández Galicia “La Quina”.

Después de mi poema vinieron los discursos de varios oradores. El común denominador era el énfasis que ponían en el petróleo como “nuestra” propiedad: “El petróleo es nuestro y primero muertos antes que entregarlo a las trasnacionales”.

Una frase que dijo la Quina y con la que se acostumbró a rematar sus discursos fue: “¡En la defensa de nuestro petróleo ni un paso atrás, compañeros!, ¡Ni un paso atrás!”.

Pero tras la borrachera de los festejos vino la cruda inevitable. Ernesto Zedillo le bajó dos rayitas a la conmemoración que ya no fue multitudinaria sino en Los Pinos y con los cuates. Y es que la clase obrera comenzaba a salirse del huacal. Había muerto Fidel Velázquez, la Quina estaba en el bote y los tiempos cambiaban.

También cambió el discurso, ya no se hablaba tanto de la expropiación y era poco lo que se decía de Lázaro Cárdenas.

Con Fox y Calderón los festejos llegaron a su mínima expresión. Sólo el hijo del Tata, Cuauhtémoc Cárdenas, siguió fiel a la costumbre de hacer una guardia de honor en la tumba de su padre con un grupo cada vez más reducido de personas.

Con la Reforma Energética aprobada por el Congreso el año anterior, me pregunté qué iría a decir el Presidente  el 18 de marzo del 2016.

¿Y qué dijo el presidente?

Este 18 de marzo Enrique Peña Nieto dijo que Petróleos Mexicanos demostrará su capacidad de convertirse en un referente de la industria energética mundial y será una empresa de vanguardia, fuerte y exitosa, “símbolo de una nación que se atrevió a cambiar”.

Ni media palabra sobre la expropiación y menos sobre Lázaro Cárdenas.

Conclusión, 78 años después de aquel discurso desde el balcón central de Palacio Nacional, la expropiación petrolera murió de inanición y le estamos dando la bienvenida a los dueños de las firmas petroleras extranjeras, a los mismos que corrió Lázaro Cárdenas hace casi ocho décadas.

bernardogup@nullhotmail.com