Por Bernardo Gutiérrez Parra

Hay días en que me he propuesto no hablar de Javier Duarte y me levanto con esa idea en la cabeza. Ya parece consigna -me digo- ya chole con el mismo tema, ya estuvo suave, ya basta.

Pero, cómo dejarlo de lado si cada vez que abre la boca da la nota.

Este lunes se presentó en el patio central de Palacio de Gobierno junto con su esposa y sus tres hijos a decirle a Veracruz que tiene las manos limpias, la frente en alto y que no ha hecho mal uso de los recursos públicos.

A su esposa e hijos ¿los llevó como aval de sus palabras? Yo creo que sí, porque una vez que saludó a la concurrencia dijo textual: “Estoy aquí con mi familia para dar un importante mensaje. En días pasados, se han hecho señalamientos sobre las observaciones realizadas por la Auditoría Superior de la Federación a nuestro Estado. Se han hecho especulaciones, declaraciones fuera de lugar y no ha faltado quien ha pretendido confundir a la opinión pública, faltando a la verdad con argumentos característicos de confrontaciones político-electorales”.

Casi a renglón seguido agregó: “Todos los recursos observados por la Auditoría Superior de la Federación se han destinado y aplicado en actividades propias de la gestión pública. Se han destinado a darles resultados a los veracruzanos (…) No se ha empleado un solo peso fuera de las actividades propias de la gestión de gobierno”.

Por supuesto que de cínico no lo bajaron. Pero no, no es un cínico.

Cínico fue Anastasio Somoza cuando dijo que los acribillados a balazos en las calles de Managua no eran muertos, sino personas tomando el sol. O el cacique potosino Gonzalo N. Santos, que alcanzó la inmortalidad al declarar que la moral es un árbol que da moras.

Ellos sí eran cínicos.

Javier Duarte no lo es. No lo ubico llevando a su familia, sobre todo a sus hijos, para recetarnos una serie de falacias como lo haría un desfachatado sinvergüenza.

Javier Duarte cree con vehemencia que está haciendo bien las cosas; que está gobernando bien a Veracruz. Si los veracruzanos percibimos que hay inseguridad es porque ve tu a saber en qué carajos andaremos metidos. Pero la inseguridad sólo está en las mentes calenturientas y no en la de Duarte porque no la percibe.

Si el dinero no le cuadra a la Auditoría Superior de la Federación, eso es bronca del auditor y no de la administración de Duarte que, lo dijo ayer, está solventando todas las observaciones de acuerdo a los tiempos legales.

No señores, Duarte no es un cínico. De ser un cínico jamás habría dicho: “Estamos actuando con toda responsabilidad para rendir cuentas claras, y con plena transparencia en este tema”.

No duda que está atendiendo a todos los veracruzanos: “Estoy convencido de que la mayor responsabilidad que tiene todo servidor público es atender con profesionalismo las necesidades prioritarias de las personas. Es a ellos a quienes nos debemos y a quienes estamos obligados a responder (…) Quiero dejar en claro que gobierno para todos los veracruzanos…”

Y en relación a gobernar desdeñando las presiones echa el pecho por delante: “Si ello implica exponer la imagen del Gobernador, mi persona o incluso la de mi familia, opto por hacerlo con la finalidad de gobernar responsablemente para dar resultados. Opto, por mantener la buena marcha del estado. Opto, por el presente y el futuro que queremos todos los veracruzanos”.

El de ayer no fue el discurso de un cínico, sino el de un gobernador para el que no hay deuda, no hay acreedores, no hay inseguridad, no hay corrupción ni latrocinio; no hay nada de lo malo que dicen que padece Veracruz porque no lo percibe, o lo que es peor; porque no lo quiere aceptar.

El de ayer fue el discurso de un gobernante que está en otro canal, muy alejado de la realidad que vive Veracruz.

Ya en el café, mientras comentaba con un colega sobre la conferencia, sacó a relucir una frase del ex presidente colombiano Alfonso López Pumarejo: “Estábamos mucho mejor cuando sólo nos robaban los ladrones”.

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