Después de muchas negociaciones conseguí llegar a que me contrataran aquí que era un objetivo que me propusieron ellos en un momento pero que luego no terminaba de cuajar, ya cuajó, -me dijo Víctor Correa, trombonista español que este año se ha integrado a la plantilla de docentes del Centro de Estudios JazzUV.
Todo comenzó en un par de bandas, muy malas, dirigidas por militares conservadores y abstrusos de sendos pueblos españoles que me recuerdan al Pueblo blanco, de Serrat; continuó en una cueva madrileña húmeda y oscura en la que tocaba con un grupo, muy malo, de dixieland. Después vinieron muchas cosas más y, lo cito, «a lo tonto, 20 años después estoy aquí, habiendo hecho muchas cosas por en medio pero el principio es ése y el final, pues ya veremos».
Entre sorbos a un café aguado (no revelaré el nombre del café en el que nos vimos para no quemarlo, pero era bastante malito), Víctor nos narra su historia.

Bajo un cielo que, a fuerza de no ver nunca el mar, / se olvidó de jazzear

Pues nada, soy Víctor Correa, soy español, nací en un pueblecito pequeño y perdido en la Sierra Segoviana. Nací en ese pueblo pero luego me llevaron a otro pueblo un poquito más grande en la provincia de Ávila, también interior, mesetario, conservador y muy absurdo en aquella época, un pueblo bonito, por otro lado, y allí empecé a hacer mis primeras clases de música porque mi madre me oía cantar y tenía la impresión de que yo tenía algún tipo de habilidad musical entonces me llevó al que era el relojero-joyero del pueblo, él era el director de la banda municipal del pueblo.

Alpes segovianos (Foto tomada de su cuenta de Facebook)
Alpes segovianos (Foto tomada de su cuenta de Facebook)

Las bandas de los pueblos en España son como las brass band de aquí pero éstas están más orientadas a los desfiles y aquellas son más como de concierto y cosas así. Era una banda muy mala, horrible, con muy poca gente.
¿Conoces la película La vaquilla, de Berlanga? es una de aquellas películas de la guerra civil y de crítica a la dictadura en la que sale una vaquilla y hay una banda, si no recuerdo mal está muy bien hecha porque la banda suena muy mal, así era esta banda. Este señor me dio las primeras nociones de solfeo y estudié un poquito de piano pero yo nunca supe qué tocaba él, era músico y exmilitar, ya era muy mayor.
Luego, cuando tenía 13 años, me regresaron al pueblo donde nací. Yo había dejado la música porque entonces había una cosa que se llamaba exámenes libres, era un conservatorio pero no tenías que asistir a clases, podías tomar clases en otro sitio y luego presentarte a hacer los exámenes y adquirir el primer grado de solfeo y el primer grado de instrumento. Yo me presenté dos veces pero suspendí porque aquello era como un tribunal de la inquisición para un niño de ocho años, era una cosa muy surrealista ponerte a cantar delante de cuatro personas que nunca habías visto y cosas así, era muy traumático.
En este pueblo la banda era más grande, con más cosas, sonaba mejor y entonces le dije a mi padre oye, esta banda sí que está chida, aquí sí que quiero tocar pero como había tenido la mala experiencia de los exámenes estos pues dije no, yo quiero tocar algo fácil. Quería vivir la música pero no quería esforzarme mucho o no quería frustrarme como me había frustrado entonces pensé tocar el bombo pero como ya tocaba el trombón porque el primer señor, aquel que te contaba del otro pueblo, me dio un trombón porque era lo que hacía falta en su banda y en esta banda a la que iba también hacían falta trombones, pues me dieron otro trombón. Yo no tenía instrumento propio entonces empecé a tocar el trombón que aquí llamáis de émbolos.

Alpes segovianos (Foto tomada de su cuenta de Facebook)
Alpes segovianos (Foto tomada de su cuenta de Facebook)

Daba la casualidad de que el director de esta banda también era militar (muy típico en España) y era bombardinista, aquí no sé cómo llamáis al bombardino, en la música de banda están los trombones de émbolo, las trompetas, los clarinetes y hay otro instrumento que hace como una cosa muy rítmica que es un bombardino pequeñito en mi bemol, este señor tocaba un bombardino más grande que es algo parecido al trombón. Él me introdujo un poco más en el trombón pero muy mal, el tipo no tenía muchas ganas, llevaba años sin tocar y se dedicaba a otra cosa, y era muy militar, no sé aquí cómo son los militares pero allá, en aquella época, era gente muy, muy, muy conservadora y con las ideas muy fijas sobre las cosas entonces era muy difícil hacer nada artístico, lo único bueno que hizo este hombre por mí fue obligarme a ir al Conservatorio de Segovia, en esa época habilitaron la primera plaza de trombón y había un profesor que tocaba trombón de varas, es el que me hizo comprar el trombón de varas y aunque es una persona que tampoco me enseñó mucho porque era muy joven y también era militar, o sea, mi carrera empezó muy castrense. Tampoco sacamos mucho en claro pero, al menos, por fin escuché a alguien tocar un trombón y alguien me dio, más o menos, las primeras nociones técnicas. Yo ya era mayorcito, ya tenía 17 o 18 años y ahí es cuando yo diría que empecé realmente a entender lo que estaba haciendo.

Un agasajo postinero / con la crema de la intelectualidad

Foto tomada de su cuenta de Facebook
Foto tomada de su cuenta de Facebook

A la misma vez que pasaba todo esto yo empezaba a juntarme en mi pueblo con gente que no había conocido nunca antes y que tenía un trasfondo cultureta, era gente que venía de Madrid, profesionales liberales, gente un poco de cultura «b», pero de cultura al fin y al cabo, y algún gran artista también pasó por ahí. Tenían casa en mi pueblo porque está muy cerquita de Madrid, como a tres cuartos de hora en carro o en autobús, es un sitio fácil para vivir, mucho más barato, mucho más bonito, mucho más agradable. Me junté con ellos, hacíamos teatro, montábamos conciertos, yo trabajaba de camarero en una sala en la que pasaban cosas, es la única sala en la que ha pasado algo ahí, es la única que hubo y parece que es la única que habrá, ya cerró. Ahí comencé a tener más curiosidad por algunas cosas que veía y a las que no había tenido acceso, y en esa sala veía un canal no sé si para expresarme o para qué.

Y vas a ver / lo que es canela fina…

Este maestro de Segovia agarró una plaza en Madrid y me aconsejó que me fuera con él, me imagino que para tener más alumnos o no sé, por lo que fuera, el caso es que me fui con él.
Mientras pasaba esto estuve en mi primera orquesta de baile (creo que aquí se llama grupo versátil), una de esas orquestas que tocan todo tipo de música y que son para las fiestas de los pueblos, para fiestas de quinceañeras, para las bodas, para todo y ahí conocí a un tipo inglés, no me acuerdo cómo que se llamaba, era un trompetista mediocrete, no era la gran cosa pero era la única persona a la que yo tenía acceso que escuchaba y le gustaba el jazz y este chico me llamó para ir a Madrid a tocar dixieland en su grupo, todo era muy malo, muy amateur pero para mí era increíble ir a Madrid (nunca había ido a Madrid) a un sótano, una cosa muy húmeda, muy oscura; eso era lo que significaba el jazz para mí entonces, no tenía idea.

Madrid
Madrid

Ahí empezó un poquito la cosa, este chico me puso en contacto con una escuela que hacía una asignatura de big band en la que hacían falta trombones y a la que me invitaban a ir gratis entonces empecé a ir, conocí a Bob Sands, que es un gran saxofonista de Nueva York que vive ahí desde hace 20 años y que fue el tipo que me abrió la luz, con el que vi que lo que quería hacer era eso, además, en las escuelas ya conoces gente que tiene tu misma inquietud, que tiene intereses parecidos y te juntas y empiezan a hacer cosas y, a lo tonto, pues 20 años después estoy aquí habiendo hecho muchas cosas por en medio pero el principio es ése y el final, pues ya veremos.
Estuve estudiando en esta escuela que te digo que me invitaban a la big band, se llama Escuela de Música Creativa, está en el barrio de Malasaña, un barrio precioso de Madrid que era popular en su época y ahora es uno de estos barrios que se vuelven para la gente moderna. Ahí estuve estudiando con Bob, él es saxofonista pero en esto de la música da igual con quién estudies, lo importante es estudiar con un tipo que sepa. Yo estudiaba con él improvisación y big band, también era mi profesor de ensembles, aprendí muchísimo.
En esa escuela también hice algún curso de batería con un boliviano, buen amigo (hace muchos años que no lo veo), Yayo Morales. Hice algo de piano con Adolfo Delgado, un tipo que tocaba flamenco, muy majete. Una persona que me enseñó muchísimo y que sigo en contacto con él es Tony Heimer, pianista de California, él me enseñó también algunas cosas de piano.
Y luego me hice un poco profesional, en Madrid es muy fácil hacerse profesional, es un poco como en el DF que da igual que no tengas mucho nivel pero como hay tanto, pues enseguida te pones a trabajar. Me estanqué un poquito hasta que decidí hacer lo mejor que hice en mi vida que fue irme a Barcelona.

 

SEGUNDA PARTE: Ay trombón, sin ti no entiendo el despertar…

TERCERA PARTE: Donde haya lumbre y vino tengo mi jazz


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