For Sentimental Reasons

Le Cat se llamaba la primera «disco» que abrieron en mi pueblo allá, por la medianía de los frenéticos setenta. DiscoCon tal de evitar la fachada, las señoras renunciaban a las bondades de la banqueta de la sombra como si el estoicismo de soportar el inclemente sol de 40 grados las redimiera de las pecaminosas afrentas que cometían los jóvenes en esa sucursal del averno. La oscuridad, las luces multicolores e intermitentes, la permisibilidad indiscriminada del consumo del alcohol y el tabaco, y sobre todo, los movimientos concupiscentes de los cuerpos sudorosos eran mucho más de lo que podía soportar la estricta moral pueblerina de la época.

Atrás quedaban los bailes abiertos y luminosos del Casino o la Planilla, atrás el romanticismo de Los Ángeles Negros, Los Pasteles Verdes y Los Solitarios, rezagados los ritmos contagiosos de Rigo Tovar, Acapulco Tropical y Chico Che. Los jóvenes descocados se contorsionaban como trogloditas lujuriosos poseídos por compases hipnóticos, repetitivos e ininteligibles, qué horror.

Nunca me afilié al movimiento, imaginaba un paraíso musicalizado por el Rey Lagarto o Jimi Hendrix más que por Jackson Five o Tavares;This Will Be Janis Joplin protagonizaba mis tempranas fantasías aunque, debo confesarlo, no me le hubiera negado a Donna Summer especialmente después de escuchar sus gemidos en la versión eterna de Love To Love You Baby en cuya grabación, contaba la leyenda, solicitó al productor que apagara la luz y durante la tórrida interpretación la muy blasfema tuvo 22 orgasmos, qué asco.

Pese a mis ímpetus rockeros algunos temas del movimiento disco, además del lascivo Love To Love You Baby, ocuparon una pequeña parcela de mi corazón: Don’t Take Away the Music, de Tavares, I Will Survive, de Gloria Gaynor y This Will Be (An Everlasting Love), de Natalie Cole.

Lo único que sabía de la tal Natalie era que cantaba esa canción, la pasión que desató en mí fue efímera e insuficiente para llevarme a indagar su biografía, su discografía, los pormenores de su ser, la fui olvidando paulatinamente y no supe nada de ella durante los tres siguientes lustros, fue hasta 1991 cuando volví a ver su nombre, para mi sorpresa, en la portada de un disco de jazz, Unforgettable… with Love. Más movido por el morbo que por cualquier otra cosa, lo compré. Yo crecí con Nat King Cole, su extraño español forma parte del inventario de mis recuerdos más remotos pero, pese a la similitud de sus nombres, jamás relacioné a ambos cantantes. Cuando abrí el cd y los vi juntos me enteré de que eran padre e hija y que la discotequera de mi adolescencia dedicaba la grabación a la música de su padre con el que hacía un dueto en la pieza final, Unforgettable. La técnica del re-record, que consiste en realizar una grabación encima de otra, no era ninguna novedad, Bill Evans había grabado sus Conversations with Myself en 1964, un año antes de la muerte de Nat, pero hasta ese momento no se había aislado la voz de una grabación antigua para integrarla en una nueva, gracias a la magia de la tecnología la cantante californiana concretaba el sueño de cantar a dúo con su padre muerto 26 años atrás.

Como suele suceder con los hijos de los famosos, Natalie Cole tuvo que luchar contra el fantasma de su padre. UnforgettableLas comparaciones son inevitables y es muy difícil cubrir las expectativas de un público y una crítica que buscan en ellos la reencarnación de sus ancestros. En un artículo publicado en El País, Diego A. Manrique subraya esta circunstancia:

«Se podría decir que Natalie Cole recibió de su padre un regalo envenenado (…) Natalie tomó partido por su padre y decidió dedicarse a su oficio. Tras sus años universitarios, donde incluso flirteó con el radicalismo político del Black Panther Party, empezó a cantar profesionalmente. Su apellido facilitaba los bolos pero a la larga resultó una rémora: promotores y discográficas esperaban un repertorio middle of the road y ella era una criatura de los sesenta, atraída por el soul y el rock; se negaba a interpretar las canciones identificadas con Nat King Cole.

«(…) Ya en los noventa, Natalie se rindió a la presión ambiental y se decidió a explotar el legado familiar. Aceptó que la sombra de su padre era demasiado gigantesca: había visto los agobios de su tío, el gran cantante y pianista Freddy Cole, cuya desesperación le llevó a titular un álbum No soy mi hermano, soy yo. En 1991, Natalie lanzó Unforgettable… with love, donde recreaba éxitos de su padre. »

Nat y Natalie Cole
Nat y Natalie Cole

Hasta entonces, la carrera de la cantante había estado llena de claro oscuros, la fama y el éxito habían coexistido con la adicción a la heroína, al crack y al alcohol. Unforgettable marcó un renacimiento, durante cinco semanas estuvo en el primer lugar del Top Ten, ganó seis Grammys y vendió más de 14 millones de copias en todo el mundo. A partir de entonces, Natalie se aproximó más al repertorio de su padre, grabó otros discos de jazz, algunos álbumes navideños y en 2013, emulando uno de los discos más famosos de Nat, grabó Natalie Cole en español. Esa fue su última estancia en un estudio de grabación. No alcanzó a ver este 2016, murió el 31 de diciembre pasado. Aunque nunca fue una súper estrella del jazz, su estirpe y sus cuatro décadas de carrera transitando por diversos géneros hacen de ella una cantante inolvidable.

SEGUNDA PARTE: Unforgettable


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