El político del bando 1 contra el político del bando 2. El político del bando 1 y el político del bando 2 contra el político del bando 3. Éste contra los dos anteriores… y así sucesivamente (tal vez hasta llegar a 8 millones de bandos, uno por cada habitante de este estado).

Pero también el amigo contra el amigo, el socio contra el socio, el compadre contra el compadre, el esposo contra la esposa, el hermano contra el hermano, el hijo contra el padre…

Señoras y señores (¿o tendré que poner “las y los señores” para agradar a ciertas feministas, tan recalcitrantes como ignorantes de la gramática?).

Señoras y señores, pues: el diablo anda suelto por estos lares, ante el proceso de una sucesión estatal que, como ha ocurrido siempre, desata pasiones, desencadena ambiciones, motiva rencores.

Al igual que sucede cada fin de sexenio, la perspectiva del cambio despierta expectativas entre los muchos que se quedaron fuera en esta administración. Y son muchos, siempre han sido muchos, porque hay más aspirantes que cargos en el gobierno, sobre todo porque los que bailaron en una de las fiestas quieren seguir bailando en todas, y así no hay organigrama en que quepan, pues su número acumulado es legión.

En este adviento sexenal, a unas semanas de que haya humo blanco y sepamos quién será el candidato del PRI y sus aliados a la gubernatura de dos años, y que sepamos también quién será el abanderado de la coalición PAN-PRD… en este adviento sexenal, decía, las pasiones explotan y se multiplican.

Cunden la ira, el temor, el remordimiento, el espanto, sobre todo entre los que han apostado su vida y su supervivencia a las instituciones públicas. O mejor debería decir: a los presupuestos que manejan las dependencias de gobierno, porque a muchos los mueven las ambiciones de poder y la ambición de las riquezas.

Por eso tantos pleitos que se enciman hasta en el afecto de la sangre; por eso tantos golpes bajos, tantas puñaladas traperas.

Muchos polítiquillos que le han apostado su corazón al azar y se los ha ganado la Violencia, repiten nuevamente su cantaleta de pelear con los de enfrente, e igualmente contra los de al lado, contra los de junto, contra sus propios aliados y en momentos hasta contra su propio candidato. Pelear por pelear, porque no saben hacer otra cosa.

Todos contra todos, en una vorágine que no tiene remedio y tendrá su solución sólo hasta que haya candidato… porque entonces todos se tratarán de agolpar alrededor de El Hombre, en particular los que no estuvieron antes en su proyecto.

Así es la vida y así es nuestra política vernácula.

El amigo contra el amigo, el socio contra el socio, el compadre contra el compadre, el esposo contra la esposa, el hermano contra el hermano, el hijo contra el padre. ¿Y ahora hasta el periodista contra el periodista?

Pero a finales de enero sabremos…

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