Veo una manifestación de taxistas en el puerto de Veracruz, que se oponen a que se aplique el nuevo Reglamento de Tránsito; miro a los profesores simpatizantes de la Coordinadora, que se oponen a que otros maestros presenten el examen de evaluación de la SEP; observo a muchos grupos que a la menor provocación se apuestan en las calles y carreteras, y las bloquean contra toda legalidad, porque se oponen contra cualquier tipo de normatividad…

Lo cierto es que resulta imposible entender la lógica de todas esas personas, que por lo general operan en grupos cohesionados por su rebeldía ante el orden y la justicia.

Son los anarquistas de la anarquía. Están en contra de todo lo que huela a un principio de organización civil. Quieren hacer siempre su voluntad, toda su voluntad y nada más que su voluntad.

No pueden entender que todos viviríamos mejor si nos mantuviéramos bajo el imperio de la ley.

Los taxistas que no quieren que se les impongan multas cuando cometen infracciones, desoyen las voces que les dicen que se han reducido los accidentes de tránsito, y que se han salvado vidas de personas que evitaron ser atropelladas porque ahora las unidades van a velocidades controlables.

Los profesores que agreden a sus colegas porque aceptaron presentar un examen con la esperanza de mejorar sus condiciones de trabajo, no quieren comprender que el único medio ético para que un docente consiga un sueldo mayor y prestaciones, es el estudio y la preparación.

Los lidercillos que mandan a sus huestes a las calles a estorbar la vida de los ciudadanos, no acatan que sus medios de presión atentan contra el bien común y en realidad afectan a los ciudadanos de a pie, no a los funcionarios.

La ley debe ser el principio bajo el que se ordene la vida cotidiana. Es la que nos hace más humanos y que nos permite mantener una vida civilizada.

Los cafres, los vándalos, los encuerados, los anarcos, no representan ningún principio. Piensan que la única ley posible es la del más fuerte. Viven al abrigo de la violencia. Para ellos está mal ser buenos ciudadanos, respetar las normas, condescender con los derechos de los otros, tolerar a los respetuosos.

No entiendo para nada esa lógica. Y es una forma de pensar que se ha vuelto endémica, que se contagia masivamente y que impera en estos tiempos convulsos, en que por necesidad y supervivencia deberíamos estar acudiendo al cultivo de los valores humanos.

¿Alguien me puede explicar por qué tenemos que circular a velocidades extremas? ¿Por qué siempre se debe retar a la autoridad? ¿Por qué estaría mal saber y ser educado?

No, en verdad que no lo entiendo…

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