Perogrullo: los sexenios duran seis años completos, ni un día más ni un día menos. En Veracruz, empiezan un primero de diciembre y terminan un 30 de noviembre, seis años después, ni modo.

Claro que siempre ha habido los acelerados -por lo general, políticos que están o se sienten fuera del círculo cercano del poder- que quisieran que el tiempo de la administración estatal se adelantara, para que quien será el siguiente mandatario tome las riendas gubernamentales.

Pero eso nunca ha sucedido, aunque las calenturas de los adelantados se han sudado copiosamente en cada fin de sexenio, digamos desde un año, o año y medio antes.

He ahí una razón (y el corazón tiene razones que la razón no conoce) por la que los adelantados que nunca faltan, quisieran que ya se decidiera el destape del candidato del PRI a la gubernatura, porque enfebrecidos creen que con eso dejará de mandar el actual gobernante en los asuntos públicos del estado.

Pero eso no va a suceder: ni que se adelanten los tiempos partidistas, ni que el doctor Javier Duarte de Ochoa deje de ejercer su función constitucional antes del término de su mandato.

Hay otros que creen que una decisión apresurada sería el escenario ideal para que quedara el aspirante que está más cerca de su corazón y de sus sueños (guajiros), pero no quieren comprender que los tiempos del partido están determinados por la experiencia y por la normatividad electoral que obra en poder del OPLE (Organismo Público Local Electoral, por sus siglas que apenas estamos conociendo).

Así que candidato ya destapado y ungido lo tendrá el PRI veracruzano hasta fines de enero, que es cuando lo señalan las reglas del actual proceso electoral.

Las prisas son malas consejeras y las condiciones pueden cambiar para algunos aspirantes. Por eso algunos calenturientos temen que sus preferidos se caigan en las cifras que traen y que pueda surgir un personaje que los baje del pedestal en el que se sienten colocados.

Lo cierto, lo único real y cierto, es que el partido (o quienes toman las decisiones en el interior del partido) dará el fallo final de acuerdo con las condiciones que prevalezcan en el momento en que deberá salir el humo blanco, cuando los sectores y organizaciones se pronuncien en favor del elegido, por el sistema que sea.

Están fuera de la realidad las voces que hablan de que de un momento a otro se revelará el nombre del candidato. Faltan los días que restan a noviembre, los 31 de diciembre y casi todos los de enero del año próximo, casi 90 jornadas en las que los priistas repetirán sus rituales, sus auscultaciones, sus negociaciones y su institucionalidad (entendido el término en el sentido peculiar en que lo interpretan ellos) hasta llegar a la culminación del proceso, que arrojará un nombre y un hombre aqededor del cual se arroparán los grupos y los militantes.

No hay priista veracruzano que coma lumbre, y después de una lucha encarnizada asistiremos al espectáculo de todos reunidos alrededor de un proyecto, con lo que podrán enfrentar con buenas expectativas de éxito la que será la abuelita de todas las batallas electorales, cuando arranquen las campañas allá por abril de 2016.

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