Cuando muere un ser humano probo, humano, inteligente y bueno, siempre queda en la mente un sentimiento de que la justicia no es algo que campee en nuestro mundo con toda su amplitud.

Por eso la noticia de que temprano levantó el vuelo el querido amigo Salvador Mikel Rivera a muchos nos impactó y nos llenó de una sensación de malestar. Él, que con sus acciones y sus obras merecía llegar a una ancianidad plácida y didáctica, se adelantó llevado por un cáncer, que es el cáncer de nuestra vida contemporánea.

A la hora de hablar de Salvador, en esta hora de tener que hablar bien del amigo ido, muchas notas se agolpan en torno a su irreprochable currículum de político no enriquecido escandalosamente, de funcionario responsable, de veracruzano que hizo mucho por su estado natal.

Diputado federal, subsecretario de Gobierno y Secretario General de Gobierno con el gobernador Patricio Chirinos Calero, Procurador con el ahora cónsul mexicano en Barcelona, notario honesto, héroe de mil batallas en el ámbito electoral defendiendo a su partido como el experto abogado que fue, Salvador Mikel se movió a placer en el proceloso mundo de la grilla veracruzana en su tierra, y en el de la política nacional en la ciudad de México.

Sus últimos años los pasó como director jurídico del ISSSTE al lado de otro amigo fallecido en sus mejores años, Sebastián Lerdo de Tejada Covarrubias, y hace apenas unos meses en el mismo puesto del Fovissste.

Salvador deja como herencia a una hermosa familia, conformada por su esposa Mónica Mastache, su hija mayor Kalinka, su hijo Salvador jr., y su pequeña y brillante Daniela, a quienes quiso con toda su alma. Sé que amaron y aman a su padre y esposo porque él lo fue empeñoso y diligente, y que a cada uno de ellos les esperan días largos y difíciles hasta que comprendan que la tristeza es una compañera fiel e inoportuna mientras terminamos por entender, en tanto acabamos por sentir que se puede vivir con ella a un lado, y que la existencia depara otro tipo de alegrías entre tantas penas que señalan el transcurrir de este mundo.

Salvador Mikel era un gran amigo, y dejó muchos a su alrededor y en la lejanía. Rescato a dos cercanos porque sé que le tuvieron un gran afecto: Felipe Amadeo Flores Espinosa, con quien se reunía a menudo en la capital del país apenas el año pasado, cuando ambos eran funcionarios federales, y Juan Antonio Nemi Dib, quien no ha ocultado la profunda pena por su amigo (y que convoca a una misa por el alma de Salvador el próximo sábado 31 en la catedral de Xalapa, a las 10 y media de la mañana, que llenaremos todos los que le conocimos y lo reconocimos como el gran amigo que siempre fue).

Al ver su carácter reservado, su mirada tantas veces adusta, muchos llegaron a pensar que Salvador Mikel Rivera era un hombre serio o taciturno, pero lo cierto es que era dueño de un humor inteligente, siempre alimentado de su gusto por la vida…

Porque Salvador amó la vida, y en su familia y sus afectos le hizo honor siempre a ese sentimiento.

Descansa en paz, amigo.

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