No será fácil la labor política con sus correligionarios, pero el nuevo dirigente estatal priista, Alberto Silva Ramos, ya emprende labores de zapa en los partidos de oposición para tratar de ganar los comicios de 2016, objetivo que difícilmente logrará con la fuerza que él pueda imprimir en su partido (siendo como es el primer dirigente estatal priista que llega sin consenso) sino mediante un prolongado desgaste mediático y orgánico de los contrincantes.

Sus primeras tareas (y la razón por la que fue impuesto) es destruir la imagen de Miguel Ángel Yunes Linares y debilitar, antes de que se dé, la alianza del PAN con el PRD en los comicios de 2016, cuya sola enunciación puso nerviosos a quienes están en el poder.

A la andanada persistente contra el casi seguro candidato panista a la gubernatura Miguel Ángel Yunes Linares (que incorpora no solo su denuncia ante la PGR por enriquecimiento ilícito, sino también la ofensiva judicial de la Fiscalía local para desacreditar mediante desafuero y posterior enjuiciamiento del alcalde de Boca del Río, Miguel Ángel Yunes Márquez), este domingo empezó la operación Éxodo, para lograr el desprendimiento formal de presidentes municipales llevados al triunfo por el PRD, para su reincorporación al PRI.

No es la primera vez que ocupa esta estrategia Alberto Silva Ramos. Como bien apunta Juan Vergel Pacheco, exdirigente estatal del PRD, la campaña del tuxpeño a la diputación federal se dio con el apoyo de la estructura del Sol Azteca en ese distrito.

Por ello, no es de extrañar que Silva Ramos haya iniciado su andadura este domingo con un impacto mediático importante, justo en Boca del Río (y no en el territorio del lenguaje florido), con la renuncia pública del alcalde de Alvarado, Octavio Ruiz Barroso, al partido que lo llevó al poder en los pasados comicios locales, el PRD, bajo el argumento del edil de que está en desacuerdo con una posible alianza de la izquierda con la derecha, como si de esos líos ideológicos entendiera el empresario.

Para Vergel Pacheco, estos préstamos del PRI al PRD de figuras que lograran un acopio importante de votos y le dieran a la alicaída izquierda posiciones que le sirvieran para incrementar su participación en las prerrogativas, pueden desgranar la desbandada de al menos otros nueve alcaldes. Hay varios que, tras lograr su triunfo como candidatos perredistas, se convirtieron en verdaderos depredadores del presupuesto, como el de San Rafael, Héctor Lagunes Reyes, quien fuera apoyado en su campaña por Fidel Herrera Beltrán.

La jugada ya había sido filtrada al portal Al Calor Político desde la semana pasada, y se está cumpliendo al pie de la letra. Como hemos comentado, a Javier Duarte de Ochoa le interesaba colocar en el PRI a un político enjundioso y beligerante y no parece que Silva Ramos vaya a tener un minuto de sosiego. Este lunes ya convoca a una conferencia de prensa y seguramente no será para dar a conocer a los miembros de su comité estatal.

Armado con un colorado bat de béisbol, el mismo dirigente tricolor anunció que en los siguientes días se darán desprendimientos de otros alcaldes perredistas, panistas y de otras coloraciones políticas, que se unirán al PRI.

¿Respetará a los de casa?

El problema que muchos priistas observan en la naciente gestión partidista radica en que no solo arreará contra los de enfrente, como el propio Silva Ramos se encargó de señalar en su toma de protesta ante Manlio Fabio Beltrones el sábado pasado, sino que también buscará vulnerar a los de casa.

“La dirigencia que hoy inicia será dura, frontal y directa; implacable, pero no con los de adentro, no con los nuestros. Que les quede claro: no vamos a descansar ni en la Cámara de Diputados ni en Veracruz, hasta que los personajes que hoy tienen fuero sean castigados y exhibidos como lo que son, unos pillos”, dijo el nuevo dirigente.

Sin embargo, para el grupo de la Fidelidad no solo se trata de tomar por asalto el CDE del PRI para mantener sin alternancia a Veracruz, sino también para tratar de desbancar en los próximos dos o tres meses a los senadores Yunes (Héctor y José Francisco) en la preferencia de los priistas, a las buenas o a las malas.

Que el senador Héctor Yunes no pueda mantener a buen resguardo su congruencia política y haya sido desplazado en un evento al que acudió “bajo protesta”, no significa que lo mismo ocurra con el más fuerte de los opositores internos, el senador José Yunes, quien no se prestó en aras de una unidad mal entendida a avalar a un dirigente impuesto de manera tan intempestiva como explicable.

Muchos analistas políticos tratan hoy en sus comentarios de hacer creer que la asunción de Alberto Silva Ramos y de su secretaria general Regina Vázquez Saut (hija del legendario cacique sureño Cirilo Vázquez, y quien ha saltado del PRI al PAN y de este al PRI), se dio en un ambiente de unidad e, incluso, de júbilo partidista.

Lo cierto es que por primera vez en la historia del PRI veracruzano, a este importante acto de su vida interna, además del senador Pepe Yunes, no acudieron dos expresidentes (Amadeo Flores Espinoza y Gonzalo Morgado Huesca), y no precisamente porque tuvieran la salud quebrantada. Otro expresidente priista, el exsecretario de Desarrollo Social local, Ranulfo Márquez Hernández, fue muy explícito contra Alberto Silva Ramos.

En declaraciones hechas al columnista Édgar Hernández, que vale la pena reproducir, se refiere al nuevo dirigente priista: “En Silva hay, en su ejercicio de la política, actitudes y formas, temas que no me agradan; asuntos de perversión y política a la mala que para mí son inadmisibles”.

¿Logrará Silva Ramos, además de lanzarse a la yugular de sus adversarios externos, convencer de la necesidad de la unidad a los de casa, sobre todo cuando el tiempo ya se les vino encima y es claro que buscarán bajar del caballo a destacados correligionarios?

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