Allá por los años ochenta, una amiga misanteca me hablaba de la ternura que le provocaba la pasión con la que su abuela vivía las telenovelas, a cualquier hora del día se preguntaba qué estaría haciendo en ese momento la, siempre sufrida, protagonista, si tal personaje ya habría ido al médico y cosas así.
En un pasaje de Cien años de soledad, García Márquez relata este sentimiento de apropiación de las historias representadas, en ese caso, en el cine:
«Se indignaron con las imágenes vivas que el próspero comerciante don Bruno Crespi proyectaba en el teatro con taquillas de bocas de león, porque un personaje muerto y sepultado en una película, y por cuya desgracia se derramaron lágrimas de aflicción, reapareció vivo y convertido en árabe en la película siguiente. El público que pagaba dos centavos para compartir las vicisitudes de los personajes, no pudo soportar aquella burla inaudita y rompió la silletería. El alcalde, a instancias de don Bruno Crespi, explicó mediante un bando que el cine era una máquina de ilusión que no merecía los desbordamientos pasionales del público. Ante la desalentadora explicación, muchos estimaron que habían sido víctimas de un nuevo y aparatoso asunto de gitanos, de modo que optaron por no volver al cine, considerando que ya tenían bastante con sus propias penas para llorar por fingidas desventuras de seres imaginarios.»
Borges, por su lado, en La busca de Averroes refiere el asombro que provoca el teatro en alguien que lo ve por vez primera. Averroes, el protagonista, trata de desenmarañar dos conceptos incomprensibles para los árabes recién asentados en la Península Ibérica: la comedia y la tragedia
En una reunión en la que se narraban maravillas como rosas en cuyos pétalos había inscripciones o árboles cuyos frutos eran pájaros verdes, cuando tocó el turno a Abulcásim Al-Asharí, viajero que aseguraba haber alcanzado los reinos del imperio de Sin (de la China), refiere un episodio que desconcertó a la audiencia:
«-Una tarde, los mercaderes musulmanes de Sin Kalán me condujeron a una casa de madera pintada, en la que vivían muchas personas. No se puede contar cómo era esa casa, que más bien era un solo cuarto con filas de alacenas o de balcones, unas encima de otras. En esas cavidades había gente que comía y bebía; y asimismo en el suelo, y asimismo en una terraza. Las personas de esa terraza tocaban el tambor y el laúd, salvo unas quince o veinte (con máscaras de color carmesí) que rezaban, cantaban y dialogaban. Padecían prisiones y nadie veía la cárcel; cabalgaban, pero no se percibía el caballo; combatían, pero las espadas eran de caña; morían y después estaban de pie.
«-Los actos de los locos -dijo Farach- exceden las previsiones del hombre cuerdo.
«-No estaban locos -tuvo que explicar Abulcásim-. Estaban figurando, me dijo un mercader, una historia.»
Esa es la virtud del teatro, llevarnos de la carcajada al llanto, de la emoción a la indignación, de la ternura a la pasión. Asistir a una representación teatral es introducirse en una historia y vivirla intensamente durante el tiempo que dura el telón abierto. Después parece que todo vuelve a la normalidad pero no es así, al salir hemos crecido algunos milímetros.
Larga vida tiene el teatro en Xalapa, ignoro hasta dónde se remontan sus orígenes pero sé que en los años sesenta ya había un movimiento importante. En 1967, por iniciativa de los maestros Manuel Montoro, director, y Guillermo Barclay, escenógrafo e iluminador, se hizo el primer Festival de Teatro Universitario. Hace unos meses hablé de ello con Paco Beverido (Ver: Hacer o no hacer… │ Francisco Beverido / Segundo acto):
«Manuel Montoro organiza en 1967 el Primer Festival de Teatro, al año siguiente, el 68, no se hace por razones obvias, se retoma en el 69, 70, 71.
«Finalmente, Manuel se va a la Ciudad de México y en el 72 nos encargan a los destacados del festival que éramos Ernesto Bautista el “Pelón”, un excelente escenógrafo, Carlos Manuel Cruz, estudiante de arquitectura en aquel entonces que se había llevado prácticamente el premio de actuación en todos los festivales, Arturo Espinoza, estudiante de filosofía que había destacado como director de escena, y yo. Nos toca organizar el Quinto Festival de Teatro sin la presencia de Manuel y de Billy [Barclay], y viene como jurado Marco Antonio Montero que era el Director de Teatro Foráneo de Bellas Artes.
«En 1977, 78 regresa Marco Antonio Montero como director de la compañía y propone a la universidad que se retomen los festivales, aceptan y nos encargan a Jorge Castillo, Maribel Tarragó y a mí que organicemos el nuevo festival. Lo organizamos y propusimos hacer un taller previo para que los chavos fueran más o menos interesándose, conociendo un poquito más a fondo el asunto y que no llegaran a preparar la obra del festival completamente en blanco.»
De ahí nacieron los Talleres Libres y el teatro La Caja pero esa es otra historia; el Festival, pese a sus vaivenes, interrupciones y contratiempos se ha mantenido vivo y hoy, lunes 19 de octubre, abre un nuevo capítulo.
«Ninguno de los que está aquí, tal vez alguno, es tan viejo como yo [-Yo, apuntó Arturo Meseguer desde su curul] pero cuando inició este festival era EL festival de la Universidad Veracruzana, EL festival de los estudiantes. Era en la Sala Grande, se llenaba, hacíamos cola por facultad con mecates para que cuando se abriera la sala entrábamos y apartábamos con mecates las filas, y nos sentábamos hasta en las escaleras», recordó Esther Hernández Palacios, Directora General de Difusión Cultural, en la rueda de prensa en la que se dio a conocer la realización del XXIV Festival de Teatro Universitario.
Arturo Meseguer, director del Festival, informó:
«La dinámica del Festival es que no es un festival de una semana, a pesar de que dura una semana es un trabajo que se viene realizando a lo largo de todo el año, durante todo el año maestros, tanto de la Dirección del Área Académica de Artes como de la Dirección de Difusión Cultural, se desplazan hacia las cinco regiones de la Universidad y llevan a cabo diferentes iniciativas de teatro, como resultado de estas experiencias se conforman grupos teatrales que después responden a la convocatoria hecha por la Dirección General y se inscriben al Festival. Este año, el Festival ha tenido un número increíble de inscripciones, es el récord, hemos tenido más de 30 inscripciones, esto nos lleva a un problema logístico porque tenemos que hacer una selección, esto es muy difícil porque el Festival trata, más bien, de la inclusión pero sin embargo en una semana es imposible representar todas las obras que están realizando los jóvenes universitarios entonces presentaremos 18 obras dentro del Festival, sin embargo, las obras que no están presentes en el Festival participarán en la post temporada; hasta hace un mes se acaba de presentar una obra que se presentó el año pasado (…) es decir, la post temporada lleva casi un año. Esto es lo que le da un carácter diferente a nuestro festival, es un festival que transcurre a lo largo de todo el año.
«Dentro del festival hay clásicos, tenemos desde Shakespeare hasta Chéjov, pasando por Elena Garro y, sobre todo, obras de nueva creación que es uno de los objetivos del festival, fomentar el teatro desde todos los puntos de vista, no solo lo escénico, sino también el teatro escrito.
«Están representadas las cinco regiones de la Universidad Veracruzana, vienen estudiantes y grupos de Tuxpan-Poza Rica, Córdoba-Orizaba, Coatzacoalcos-Minatitlán, y Veracruz también se une a esta fiesta.
«La calidad de los montajes es excepcional. Tenemos dos obras que son bilingües, una obra de la UVI del Totonacapan que será en totonaco y en español, y otra de Grandes Montañas [que será] en náhuatl y en español, esto habla de la riqueza cultural de este festival»
La fiesta empieza hoy y se prolongará durante toda la semana con tres funciones diarias (19:00, 20:00 y 21:00 hs.) en la Sala Chica del Teatro del Estado. Los boletos están disponibles en la Dirección General de Difusión Cultural ubicada en Juárez 81, el teléfono es el 8421700, extensión 17504. El programa y la información completa están en la página de Facebook Festival de Teatro Universitario UV – Oficial.
Los que entramos al teatro somos unos, cuando se cierra el telón nosotros, los de entonces, ya nos somos los mismos, podemos escribir los versos más tristes o los más dichosos porque algo en nuestro interior es más grande, está más limpio y tiene más colores, esta semana tenemos 18 oportunidades de vivirlo, apovechémoslas.
Ver también: ¿Por qué hay que ir al Festival de Teatro Universitario?
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