Ayer hablé de la desazón que me produjo la ausencia de Benzulul, de Eraclio Zepeda, en mi librero (Ver: Eraclio Zepeda, el hablador). Otro libro palió el momento, Los pálpitos del Coronel y otros cuentos. Hurgando entre los lomos me topé con un volumen más en el que aparece la pluma del chiapaneco recién ido, Poesía en Movimiento, la maravillosa colección de nuestros poetas que realizaron Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y Homero Aridjis en 1966.
En el prólogo, Paz escribe:

«La primera y única vez que vi a Eraclio Zepeda me pareció, en efecto, una montaña. Si se reía, la casa temblaba; si se quedaba quieto, veía nubes sobre su cabeza. Es la quietud, no la inmovilidad. Un signo fuerte: la tierra áspera que esconde tesoros y dragones. El lugar donde viven los muertos y los vivos guerrean. Uno de los mejores poemas de Zepeda es Asela: el hombre que mira a la mujer tendida, el monte frente al mar extendido.»
Asela es un poema oceánico que surca las aguas del erotismo de manera calma pero honda, sin tormentas, sin precipitaciones, guiado por el virtuosismo de un timonel añoso.

Lo acompaño con algunas imágenes acuáticas de Imants Silkans, un fotógrafo del que solo sé, además de su nombre, que vive en Riga, y de las voces de dos sirenas mexicanas que cantan desde el mar, Elizabeth Meza e Iraida Noriega.

Asela

Eraclio Zepeda
Foto, Imants Silkans
Foto, Imants Silkans

Eres la más profunda habitada de sorpresas: hay peces
extraños en tu vientre, sueños de marino en la baranda,
viejos nativos sepultados en el fondo.

En el centro que vibra con las olas guardas un nido
brutales de tiburones, una perla que se agita entre mis labios,
un banco de coral bajo el delirio.

Tú eres la mar con alegres bocanadas, arenas que me
cubren en la playa y algas que en mis puños se derraman.
Tú eres la mar: me hundo en tus regiones, adentro
construyo, te alabo
¡Hosanna ¡Hosanna!

Sobre el puente me instalo con un salto,
me lanzo a la aventura por poniente,
transformo este paisaje con abrazos,
sé de océanos ayer tan solo presentidos,
capeo temporales que muerden a la borda
la fanfarria de tu falda izo en el mástil.

Sobre tu cuerpo navego lontananzas.
Silva un viento extraño en tu cabello.
Tus senos tienen un lejano sabor a continente.

Foto, Imants Silkans
Foto, Imants Silkans

Me hablas de lugares: por tus dientes
me entero de archipiélagos que se allegan
al discurso del mar, como vocales.
Cartógrafo del sueño y la vigilia
en tus pezones trazo la deriva.

Rosa alborotada de los vientos
calculan derroteros al sextante.
Baja estrella polar que me conduce.
Constelación de Tauro entre los muslos
te descubro religioso a cada noche.

Los límpidos rastros del compás
enmarcan círculos negros en las ingles,
tinta china en las axilas,
arcos perfectos en los ojos profundos.
Atlas universal del gozo eres, amada:
te poseo en forma semejante a la del potro.

Foto, Imants Silkans
Foto, Imants Silkans

Forma planetaria el cuerpo: la tierra
es alta y esbelta, con abras de cobre
en los dédalos polares y una cálida ternura
en el capricornio acariciado.
Visión que se levanta de las olas,
el grito jubiloso del vigía,
continente anunciado por un ave,
las palmeras reventando una bengala,
un olor costanero en las narinas.
Viene el viento terral que hincha el velamen.

Espuma a punto de ser piedra,
has emergido como una isla
que hiciera hervir la sal del mar.

Tierra para fundar la casa,
piedras sobre la cual edificarme,
traza de una ciudad futura
llevas en los flancos,
anuncio de un pueblo por venir.

Ya no puedes partir, eres la tierra.
Entre todo misterio tiene acomodo.
Al idioma son inhóspitas tus eras,
a tu corazón se me queda amarrada la sintaxis.

Por tus ojos me lanzo en pos de los sucesos.
Inicio una observancia de prodigios,
una común visión de los metales
y una clara embriaguez me sube al punto.

De tus ojos planetarios vengo y voy a los asombros.
A través de tu mirada contemplo el silbo
que del árbol se desprende.

Foto, Imants Silkans
Foto, Imants Silkans

Toda tú eres a mi cuerpo la pupila.
Alegría vendaval en tu cintura
me señalas territorios y marismas,
días que se ganan en próximas mazorcas.

En ti poseo a todas las criaturas.
Te me tornas en figuras y animales.
Creo que eres el barro original
del que emergieron todos los objetos.
Me derrumbo en tu vientre de líquidos soportes.
Me enamoro de tus pies y tus cabellos,
de tus flancos marinos me enamoro.
Mi nombre es inquilino de tu boca
y tu boca se me queda entre los dientes.
La furia del amor yo te derramo, me derramas.
Entre mis manos tu entraña se madura,
te rompe las medidas del verano,
te crece la cintura como Junio.
Me obligas a crecer también con esto.
Me acostumbras al mundo cuando callas;
cuando callas me entregas continentes.
Con la cabeza descansando entre tus senos
esparzo la mirada por ciudades,
por talleres distantes a las manos,
por campos encarnados de trigos y pezuñas,
por altos picos de soleados pinos,
por el fallo extenso
bajo el ala en vuelo del milano.
Recluta del prodigio
me ofreces con tus pechos el planeta.

Mi estatura por tu valle reverdece y se despliega,
por tu talle hasta el sol se desarrolla.
Déjame crecer los frutos sementales,
las constelaciones gigantes como hormigas:
inicio un rotar de oníricas elipses,
la palada de cal que me duplica,
un cometa de luz en que me ovillo.
Tiempo de barbecho es tu costado,
aclaración de voz y grito extenso, tu garganta.
Hay algo en ti que no es de nadie,
que te marca y te anuncia en las esquinas.
Hay algo en ti que se derrama por tu falda
y siembra siemprevivas en la acera.
Hay algo en ti que hace deletrear tu nombre,
que me lanza por las calles a buscarte de repente.
Hay algo en ti yo me aprendo.

Foto, Imants Silkans
Foto, Imants Silkans

Llenándome la casa, abriéndome los ojos
vas y vienes por el día.
Me colmo de quietud
con tu presencia de alegres ventanales.
Te amo sencillamente y una piel de marejadas
me revienta entre los dedos.
La soledad entonces no es más que una palabra rota

Sé de una paz que viene a aletearte en las axilas.
Te mueves por mis cuartos alumbrando pequeñas
pertenencias,
me acomodas los libros por edades,
la mesa que tengo tan llena de caballos;
orientas la finalidad de mis papeles,
restiras las praderas de mi lecho,
me llamas para el pan y la sal
que me has dispuesto.
Alada, aleteas alrededor de la casa
y alrededor de la mesa.
Me entusiasma tu presencia en mis lugares,
tus descubrimientos de mi ropa vieja,
el retrato de un perro que murió
a los ocho años de mi edad,
una piedra que recogí no podría explicar por qué
y mi asombro de niño por los más leves
movimientos del fuego.

Foto, Imants Silkans
Foto, Imants Silkans

Todo lo contemplas y asimilas,
me hurgas por dentro y yo te entiendo.
Calculo tus pisadas por mis venas
por la sala, mis pupilas
el calor estival de tus espaldas
y la cálida sombra de tu vientre.
Te recuerdo antigua, desde siempre, desde allá
donde una vaca muge en los olanes del alba.
Contigo, amada, vengo y voy
del calendario a tu cintura.
Dormir a tu lado es ponerse a masticar augurios,
levantar la persiana que ciega el equinoccio,
convertirse en ala mucho antes de ser pluma.

Dormir a tu lado es desandar lo conocido,
regresar hacia lo hondo,
ir encontrando las señales dejadas en los meses,
hacia el viento que sostuvo mi interés del árbol.
En mis brazos te construyo y de derribo.
Te invento aptitudes y problemas.
Te habito los ojos con la risa
y la risa te habito con sucesos.
Te abono los nocturnos con semillas.
Es pila bautismal de mis encuentros.
Te entrego diariamente un nombre nuevo.
Nos hundimos en la sal de olas sucesivas
y aparezco ante tus muslos transformado.
¡Qué proyecto de asombro constituyes!

Este amor tiene más furias que el mar.

[Relación de travesías]


 

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