Mientras en el PRI es evidente la línea para la llegada de Manlio Fabio Beltrones a la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional, y en Acción Nacional se observa una dispareja disputa entre Ricardo Anaya y Javier Corral, con clara ventaja para el primero, en el PRD también se reacomodan los grupos, de cara a los procesos estatales del año entrante.
Por presiones internas, por sus diferencias con los liderazgos de las tribus, por la desbandada de cuadros distinguidos, por autocrítica, por los malos resultados en el pasado proceso electoral o por todos esos factores juntos, el dirigente nacional perredista, Carlos Navarrete Ruiz, puso en la mesa su renuncia al CEN.
Será el Consejo Nacional, máximo órgano del PRD, el que decida si Navarrete continúa en el cargo o, como proponen diferentes actores de la vida interna del Sol Azteca, se integra una dirigencia colectiva, con nuevos cuadros y liderazgos.
El miércoles por la tarde, Carlos Navarrete estuvo con reporteros de la capital del país, a quienes dijo que la misma postura –la renuncia– es asumida por los 22 miembros del comité nacional. Previo a esa reunión se filtró un documento denominado “Propuestas para fortalecer al PRD”, cuyo autor es el propio representante del grupo de Los Chuchos.
En un ejercicio que fue calificado por sus seguidores como expresión de congruencia, Carlos Navarrete expone la necesidad de un cambio profundo, de fondo, para evitar que los resultados electorales del partido sean en el futuro todavía peores que los de 2015. No se trata –dijo– de proponer que todo cambie, menos el comité nacional; por ello sometió su renuncia a la consideración de los representantes de la militancia.
Este viernes y sábado, 7 y 8 de agosto, el Consejo Nacional decidirá la suerte de la actual dirigencia de un instituto político que perdió importantes espacios en el Distrito Federal, que era considerado su feudo político; que redujo su porcentaje de votación hasta un nivel inferior al 11 por ciento; y que cada vez pierde más terreno ante otras expresiones de la izquierda, como el Movimiento de Regeneración Nacional.
Esa expresión de congruencia no se observa en las dirigencias estatales; en Veracruz, por ejemplo, no se ha registrado ninguna voz de autocrítica, a pesar de que los resultados estatales son tan malos como los que alcanzó en el ámbito nacional.
Con Rogelio Franco al frente del Comité Directivo Estatal, el PRD de Veracruz sólo llegó al 11 por ciento de la votación total, poco más de 270 mil votos en los 21 distritos electorales; cierto, ganó el distrito de Poza Rica, pero no pudo consolidar su presencia en la capital del estado, donde fue rebasado por Morena.
Dejó de ser la tercera fuerza política de la entidad, ya que el partido que lidera Andrés Manuel López Obrador le superó por más de un punto porcentual (el Sol Azteca tiene 11.00 por ciento, mientras que Morena aparece con 12.07).
Con ese magro resultado y tomando en cuenta el escenario nacional, cualquiera pensaría que Franco Castán y compañía deberían hacer lo propio: reconocer la división en el estado, la desconfianza de los ciudadanos, la desbandada de militantes, la pérdida de votos y la falta de vinculación con la sociedad. En síntesis, al igual que Carlos Navarrete en el Comité Nacional, poner su renuncia sobre la mesa, para que el partido llegue con mejores expectativas a la sucesión veracruzana de 2016; eso, sin embargo, es pedir demasiado a un grupo que no ha sabido, querido o podido quitarse el fierro quemador que le pusieron en Palacio de Gobierno. @luisromero85