El viernes 31 de julio el grupo La Manta presentó su segundo disco que lleva por título Árbol de la Esperanza, en el Teatro de la Ciudad “Esperanza Iris”, Ciudad de México.

La Manta es un grupo de jóvenes multi talentosos y con un amplio perfil musical, interesados en explorar y divulgar la música tradicional mexicana, combinándola también con sus otras pasiones musicales, como el jazz. Pero, además de esto, con un enorme compromiso no solo musical o musicológico, sino también, un compromiso social que les cuestiona una y otra vez la razón de ser de lo que hacen…y dicen.

Sus integrantes son: Eloy Zúñiga, de Tanquián, San Luís Potosí, con su bella y sonora voz que combina con la guitarra y la jarana huasteca o la jarocha, con sus versos que resuenan en cada rincón del alma; Ramiro González, originario de Cd. Victoria, Tamaulipas, con sus saxos, flauta, y una voz que no niega la cruz de su norteña parroquia y una fuerte personalidad que se refleja en cada solo; Carlos Zambrano, de San Luis Potosí, en el bajo y la voz, con una energía y alegría que dan ganas de que no se acabe nunca la música y el espectáculo; Manuel López, de Xalapa, Veracruz, dando un fresco toque entre las percusiones y la jarana, mientras platica ameno sobre cada una de las canciones, como el amigo con el que se encuentra uno en el café y quien, a su vez,  se encargó del diseño gráfico del disco; Hiram Marcor, de Xalapa, también, en la batería con la que explora y explota su energía dando un toque único a cada tema, sin faltarle al respeto a ninguno de los géneros. Todos ellos, para beneplácito de la casualidad más virtuosa, vinieron a encontrarse en esta diversa ciudad de Xalapa, donde las diferentes expresiones artísticas y musicales del mejor nivel, encuentran tierra fértil donde germinar y converger.

En este álbum se topa uno con un trabajo más meticuloso y maduro que su primer material discográfico, tanto de estudio e investigación, como musical. Géneros como el Son de Tierra Caliente, el Huapango Norteño, el Son Istmeño, la Canción Cardenche, la Columbia de Costa Chica de Oaxaca, Canción Norteña y Tamborileros de Tabasco y, desde luego Son Jarocho y Huasteco, entrelazados con secciones de improvisación. También nos encontramos con la faceta compositora de Eloy, de Carlos y de Ramiro. Conforme escuchamos nos damos cuenta que aquí cada persona tiene voz y derecho a existir: los innombrados, las mujeres, los intocables, los marginados, los ciudadanos comunes, los que no saben cómo será su siguiente día, los que tenemos el privilegio de fantasear con ello. Este material fue grabado en vivo (es decir, todos grabaron y cantaron al mismo tiempo) en los Estudios Noviembre y masterizado en los estudios OVU, en México, DF,

El concierto lo abrió el grupo Salta pa’ Atrás, para ir sensibilizando y animando a los asistentes con sus arreglos e interpretaciones de música mexicana. Una vez que La Manta ingresó al escenario, comenzaron al tocar Donde Nace El Agua, canción de Víctor Díaz “el Manox”, incluida en su primer disco. Ya con el público en su territorio, siguieron con el tema Plegaria, compuesto por Ramiro, mientras proyectaban el texto:

“Líbranos de ellos:

De aquellos con el cerebro adormecido.

Haznos invisibles a sus ojos, o desaparécelos

antes de que ellos nos desaparezcan a nosotros.

No nos dejes ser tibios ni indiferentes,

porque es ahí donde prolifera la putrefacción.

No nos dejes perder nuestra esencia, nuestra sustancia,

nuestro orgullo.

No permitas que nos dejen ciegos ante la belleza,

ante la verdadera riqueza de esta tierra,

del maíz, del cacao, del agave.

Te ofrendamos nuestro sonido, nuestro ser,

nuestro corazón,

lo único que tenemos y lo único que somos.

Cúbrenos con tu manta hoy y siempre,

por los siglos de los siglos.

Amén.”

Con esta oración dieron paso a los demás temas de su segundo material discográfico y algunos del primero, versos, imágenes y casi cuando nos quedábamos atorados entre el llanto y el desasosiego, con una Llorona ofrendada a los muertos, desaparecidos y a todos los “sinnombre” que no son ni viudas, ni huérfanos, sino padres o madres que no saben cómo llamarse después de perder a sus hijos (víctimas todos del fuego cruzado en el que vivimos, entre los intereses del crimen organizado, del Estado y las trasnacionales y los ciudadanos de a pie…o aquellos valientes que levantan la voz), nos fueron mostrando por qué este material se llama Árbol de la Esperanza. Cada tema, cada verso tradicional tejido con versos nuevos y conscientes, cada voz y género nos llenaba de luz, de amor, de un enorme sentido de pertenencia y de esperanza, esa que no podemos dejar que nos la tumben como talan los bosques que por siglos han vestido las montañas de nuestras sierras.

Con el alma henchida salimos del teatro, para, unas horas más tardes, enterarnos de la tragedia del asesinato de Rubén, Nadia, Yesenia, Alejandra y Nicole y todo, todo el enojo, la frustración y la tristeza se me vinieron de golpe. Ha costado ir asimilando esta noticia, lo frágiles y desprotegidos que estamos ante los oscuros e impunes intereses de unos cuantos. Pero no queda más que levantarse una y otra vez, con toda dignidad a defender la vida, que es nuestra y de nadie más, que vale más que todo el oro del mundo, más que toda la corrupción y la impunidad existentes. Porque, pese a todo, nos erigimos en un majestuoso Árbol de la Esperanza, donde pedimos “que La Paz nos ilumine con la luz de la Razón” (y del corazón).