En su edición de este martes 4, el diario capitalino La Razón, que dirige el periodista y escritor cubano Rubén Cortés Fernández –de 51 años de edad, egresado de la Universidad de la Habana y quien radica en el Distrito Federal desde octubre de 1995, donde ha sido subdirector general de La Crónica de Hoy; jefe de la portada en el periódico Reforma; director editorial del noticiero Hechos de TV Azteca; catedrático de la Universidad Iberoamericana y corresponsal de Prensa Latina–, dio un extraordinario ejemplo de lo que debe ser el auténtico periodismo de investigación, con un oportuno y bien sustentado reportaje que aporta sólidos indicios sobre el que podría ser el verdadero móvil de la muerte del foto reportero Rubén Espinosa y de otras cuatro mujeres ejecutadas el pasado viernes en un departamento de la Colonia Narvarte de la ciudad de México.

Esta línea de investigación seguramente no será del agrado de quienes se apresuraron a linchar política y mediáticamente al gobierno del estado de Veracruz en cuanto fue identificado el cadáver de Espinoza Becerril en el DF, responsabilizando inclusive directamente al gobernador Javier Duarte del crimen del fotoperiodista debido a que éste había huido de la entidad un par de meses antes porque presuntamente habría recibido “amenazas de muerte” dizque porque al mandatario veracruzano no le agradaban las fotografías que eventualmente publicaba de él en el semanario Proceso, como si en el estado no hubiera otros foto reporteros tan profesionales y críticos como el defeño que igualmente colaboran con las mejores agencias fotográficas y diarios de la capital del país.

Sin embargo, en el reportaje publicado este martes como nota principal en su primera plana, La Razón reproduce una serie de imágenes obtenidas de las videocámaras de vigilancia del Gobierno del Distrito Federal, las cuales captaron a las 3 de la tarde con 2 minutos el momento preciso en que los presuntos criminales salieron ese viernes del departamento ubicado en la calle de Luz Saviñón para comenzar su escape. Eran tres hombres que llevaban arrastrando una maleta voluminosa con ruedas, que cargaban otra pequeña y que caminaban con toda tranquilidad. Uno de ellos se fue caminando del lugar, mientras que los otros dos cruzaron la calle y en menos de un minuto subieron a un Mustang rojo con franjas blancas, que estaba estacionado afuera y que era propiedad de la colombiana Nicole, a la que acababan de matar junto con el fotógrafo Espinosa y otras tres mujeres. Finalmente huyeron hacia el sur de la Ciudad de México por Calzada de Tlalpan. El lunes por la mañana, la Policía de Investigación localizó a casi nueve kilómetros del lugar del crimen el automóvil, abandonado en una calle de la colonia Paseos de Taxqueña. Dentro del vehículo no se halló ninguna de las dos maletas que los homicidas sacaron del departamento.

Basado en los reportes del expediente FBJ/BJ-1/T2/4379/15-07, el diario La Razón afirma que los investigadores cuentan con indicios para presumir que en las maletas llevaban algunas joyas y pertenencias que sacaron de la habitación de Nicole y de Yesenia Quiroz, pues el cuarto fue hallado en total desorden. Así lo relató a la Fiscalía la joven Esbeidy, quien vivía con ellas y quien las halló sin vida. Hasta ahora las autoridades suponen que la colombiana y la maquillista eran las personas sobre quienes estaba dirigido el ataque.

Pero, además, el diario capitalino consigna que la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) cuenta con un testigo que convivió durante algunas horas con los hombres que presuntamente asesinaron a las cuatro mujeres y al fotoperiodista. Se trata de Arturo “N” (cuyos apellidos se reserva la publicación por razones de seguridad), un joven que estuvo en el departamento de la calle Luz Saviñón desde la noche del jueves hasta la madrugada del viernes, unas horas antes de que fuera perpetrado el homicidio, según quedó asentado en el expediente FBJ/BJ-1/T2/4379/15-07. En el informe del caso que indaga la Fiscalía de Homicidios, se detalla que Arturo era amigo de Rubén Espinosa. El primero de ellos vivía en la Escandón y el fotógrafo en Tacubaya. Juntos llegaron hasta el departamento la tarde-noche del jueves por invitación de Nadia Vera, una activista de derechos humanos que radicó en Xalapa y que también había salido de Veracruz por supuestas amenazas. Ambos iban a tomar unas cervezas en ese domicilio de la Colonia Narvarte que Nadia, la colombiana Nicole, la maquillista Yesenia y Esbeidy (empleada de Sagarpa), rentaban por 10 mil pesos mensuales. Según versión de los vecinos entrevistados por el diario, ese tipo de reuniones eran comunes. Para ellos era normal ver entrar y salir a jóvenes y escuchar música hasta altas horas de la noche.

En sus declaraciones, Arturo relató que durante la noche del jueves y la madrugada del viernes estuvieron juntos bebiendo cervezas. Sin embargo, el viernes, alrededor de las 9 de la mañana él decidió retirarse y que le dijo a Rubén que ya se fueran, pero que su amigo prefirió quedarse. Horas más tarde le llamó por teléfono y le envió un mensaje de WhatsApp, pero el fotógrafo ya no respondió. Tras insistir decidió avisarle a la hermana de éste, Alma Espinosa Becerril, lo que había sucedido. Ambos fueron entonces a buscarlo al departamento y ahí se enteraron de lo que había pasado: Rubén había sido asesinado con las tres mujeres con las que convivió toda la noche, junto con una empleada doméstica.

Seguramente a todos los que se precipitaron en denunciar que la muerte del fotoperiodista era un atentado del gobierno del estado de Veracruz a la libertad de expresión desencantará esta línea de investigación. Pero las evidencias son muy sólidas. A menos, claro está, que aquellos que acusan al gobernador Javier Duarte aporten otros indicios más contundentes.