En el silencio
Hemos llegado a ese momento
de la noche en que nos queda poco tiempo,
así que les rogaría que se hiciera el silencio.
(Chet Baker)
El silencio también es música comenté en una serie que denominé Los silencios en la que hablé de Beethoven, Hyde, Cage, Loyd, Haden y varios silentes más, no mencioné a Chet Baker porque son tantos quienes de una u otra manera se aproximan al vacío, que no hubiera terminado nunca. Para enmendar esa omisión, vuelvo a Michel Graillier a quien he estado citando en esta serie por su cercanía con el último Chet:
Chet tenía el sentido del silencio que es la materia prima del músico. Siempre fui consciente de esto, pero tras entrar en contacto con él se me reveló con toda claridad. Chet se acercaba al micrófono, dejaba pasar cuatro, ocho compases y, desde el mismo momento en que atacaba, la nota alcanzaba toda su amplitud y se percibía en el ambiente una especie de relajación. Conseguía una escucha profunda del público porque daba una significación musical al silencio antes de empezar sus solos. Solía decirme que cuanto más ruidoso es el público más hay que reducir el volumen sonoro.
En el pensamiento
El 13 de mayo de 2013, en el aniversario 25 de la muerte de Chet Baker, Eliane Elias lanzó su álbum I Thought About You. A Tribute to Chet Baker, un homenaje en el que la pianista y cantante brasileña recuerda, con saudade y alegría, al cantante taciturno y al brillante trompetista pletórico de swing.
Él tocó de manera triste con el tiempo. Empezó a hacer más y más cosas muy tristes, tanto tocando como cantando, pero cuando Chet Baker comenzó su carrera tocaba fluida y rápidamente, todo bebop, en su técnica y en todo, y después con el tiempo y, claro, con la droga y el sufrimiento, todo fue cambiando un poco, pero siempre tocó muy lindo. Él tenía un sonido muy aterciopelado… Mucha gente solamente conoce el trabajo de Chet Baker más hacia el final de su vida y de verdad él había hecho muchas cosas que eran bebop, tocando súbitamente viajaba por las armonías con una facilidad…por eso en el disco de tributo que yo he hecho hay también cosas rápidas, de bebop, porque Chet no solamente hacía cosas tristes, ése era sólo un lado de él, pero era mucho más que eso, le dijo la paulista a Isabel Llano en una conversación publicada en el portal cancioneros.com.
Con una banda formada por Randy Brecker en la trompeta, Steve Cárdenas y Óscar Castro-Neves en las guitarras eléctrica y acústica, Marc Jhonson en el contrabajo, Marivaldo Dos Santos en las percusiones, y Rafael Barata y Victor Lewis alternando en la batería, Elias aborda 14 temas del repertorio del homenajeado y con arreglos propios abona a la deuda que tienen, tanto ella como la música de su país, con el más preclaro representante del cool jazz.
La manera en que Chet Baker cantaba era la misma manera en que tocaba —cuando uno es instrumentista y cantante tiene su fraseado personal sea tocando o cantando—, Chet Baker tenía una forma de cantar y de tocar que era muy lírica, cantaba sin afectación. Estando yo joven, con la gente de la bossa nova —Jobim, Vinícius de Moraes y João Gilberto—, oía que ellos hablaban mucho de Chet Baker, de la manera en que cantaba, de la manera en que fraseaba: que cantaba suave y líricamente, sin vibrato, sin gritar y muy cool, eso inspiró a la gente de la bossa nova y, claro, como yo soy producto de Brasil —producto original de Brasil (risas)— todo eso hace parte de la influencia que sufrí yo, como también, inclusive, los creadores que fueron influenciados por Chet Baker en la manera de cantar. Ahora, como soy instrumentista, también tengo una relación con Chet Baker, porque puedo tocar un instrumento, viajar por las armonías, improvisar, cuando canto mi voz se vuelve el instrumento, y yo estoy tan confortablemente cantando como tocando las armonías, porque soy una instrumentista, entonces todo eso lo tenemos en común. Otra cosa que siempre me agradó mucho fueron las músicas que Chet Baker escogía, porque le gustaban especialmente las canciones que tenían un contenido poético, que tuvieran bellas armonías y melodías bonitas, que hablasen de amor en sus aspectos diferentes, no solamente del amor romántico sino también del amor de la pérdida, de la nostalgia, del sufrimiento, de todas las maneras del amor, pues él era muy romántico también. Así que todo eso me inspiró a hacer un tributo, que me salió muy naturalmente, porque él influenció la música que yo oí desde jovencita, continúa en la misma entrevista.
El resultado es un disco que no pretende, de manera alguna, imitar el estilo bakeriano sino hablar con una voz en la que las resonancias del cowboy oklahomense son parte fundacional, es cierto, pero que han sido asimiladas y trasmutadas en un estilo que tiene su propia geografía, sus sonoridades privadas, su historia personal.
En el corazón
En septiembre del año pasado se grabó otro homenaje a Chet Baker, este a cargo de una de las figuras más relevantes del jazz francés actual, Stéphane Belmondo, trompetista que convivió con Chet hacia fines de los años ochenta, acaso su época más silente, por ello el sonido del francés, sin dejar de ser personal, tiene un sabor más bakeriano.
Love for Chet se llama el álbum, al reseñarlo, Jonio González se detiene justo en la formación del estilo de Belmondo:
«(…) para entonces [Chet Baker] ya había fascinado a una generación de jóvenes músicos europeos y grabado con Michel Graillier, Enrico Pieranunzi y otros grandes del continente, en algunos de los cuales (Enrico Rava, Paolo Fresu), ya había dejado huella aunque no grabase con ellos. Por supuesto, también deja huella en el joven Belmondo. Como Baker, que lo aconseja y lo invita a tocar con él, elude todo efecto gratuito, y hasta no gratuito, tiene una querencia especial por los registros bajos, reduciendo la tesitura, apenas deja espacio entre nota y nota y tiende a la profundidad, la nitidez y la sencillez. Con el tiempo, sin embargo, lo que en Baker es fragilidad (natural o voluntaria), en Belmondo es firmeza a la hora de sostener las notas; lo que en aquél es casi suspiro a punto de quebrarse, en éste es sutileza y a la vez firmeza.»
En esta grabación, Stéphane retoma el formato que Chet usaba en esa época: el trío de trompeta, contrabajo y batería. Los guitarristas Doug Raney y N.H.Ø.Pedersen en la primera época y depués Philip Catherine y Marc Johnson, el mismo bajista de Eliane Elias, fueron los sidemen con los que produjo sus últimas grabaciones, producidas por el sello danés SteepleChase.
Para el homenaje, el trompetista francés convocó al guitarrista Jesse Van Ruller y al contrabajista Thomas Bramerie. En algunas piezas, se suma al trío la voz de Amin Bouker.
Si el arte de Baker es ciertamente atemporal, Belmondo ha sabido captarlo y respetarlo, aportando al mismo tiempo una visión coincidente y a la vez particular (…) Un muy buen disco para los amantes del jazz, los incondicionales de Baker (entre lo que confieso no encontrarme) y ese amplísimo público que no sabe de géneros, concluye González y con él esta serie de tres colaboraciones dedicadas al más sensible de los vaqueros de Oklahoma, Chet Baker.
«A la gente corriente no le interesa pensar demasiado en música. Probablemente por eso, el jazz se convertirá tarde o temprano en un arte perdido. Todo será electrónico, y la gente hará discos por su propia cuenta, con un sintetizador»
(Chet Baker)
Ver también:
Strong and blues | Chet Baker / I
Crónica de una muerte inopinada | Chet Baker / II
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