No es que carezca de precandidatos internos al gobierno de Veracruz, es que los que tiene resultan tan débiles y políticamente poco rentables que no vale la pena enlistarlos.

En el pasado han quedado los años de alta competitividad electoral para el Sol Azteca en Veracruz. Fuera del proceso de 2004, cuando presentó como candidato a Dante Delgado en una coalición con PT y Convergencia por la Democracia, el PRD no ha estado ni siquiera cerca de ganar el poder ejecutivo de la entidad.

Fundado en 1989 y consolidado como la única opción política de izquierda durante dos décadas, el Partido de la Revolución Democrática había cimentado una presencia más o menos fuerte en Veracruz.

En las elecciones estatales de 1992, con el ingeniero Heberto Castillo Martínez como candidato al gobierno veracruzano, el PRD se ubicó como segunda fuerza, aunque estuvo muy lejos de la victoria: el priísta Patricio Chirinos Calero casi llegó al 70 por ciento de los votos, mientras que el perredista, con 213 mil sufragios, se quedó como poco menos del 15. No figuraba otro partido; Acción Nacional apenas superó el 3 por ciento y fue rebasado por el extinto Partido Popular Socialista, que logró más de 100 mil votos y el 7 por ciento del total.

Seis años después, en 1998, el PRI, con Miguel Alemán, casi llegó al 50 por ciento de la votación total, mientras el PRD, con Arturo Herviz Reyes, se rezagó a la tercera posición (17.9 por ciento), atrás del panista Luis Pazos de la Torre (27.1 por ciento).

En esos dos procesos, el PRD participó sin alianzas electorales. En 2004 no ocurrió lo mismo porque el Sol Azteca se presentó junto a Convergencia por la Democracia y el Partido del Trabajo. Dante Delgado quedó tercero (28.2 por ciento) pero los más de 784 mil votos ubicaron a la izquierda como una opción altamente competitiva, ganado, además, 3 distritos electorales. Seis años después, con el mismo candidato al gobierno estatal y la misma alianza de partidos, el Sol Azteca perdió 380 mil votos con relación a la experiencia anterior; ese año no hubo una sola victoria distrital y los 400 mil sufragios sólo alcanzaron para el 12.9 por ciento del total. Fue un resultado catastrófico para la izquierda.

Hoy, cuando estamos en la víspera del proceso de 2016, año de la sucesión, no se observa en el escenario a un aspirante perredista –interno o externo– que pueda convertirse en una opción atractiva para los ciudadanos. A estas alturas del año pasado no faltaba quien incluía como posibilidad al senador priísta Héctor Yunes Landa; sin embargo, esa posibilidad ya se ha diluido. Uriel Flores, quien hace tres años ganó la elección en la capital veracruzana, hoy está cada vez más lejos del PRD y más cerca de Morena. Dante Delgado será candidato pero participará únicamente con las siglas del Movimiento Ciudadano.

No, en el horizonte no se observa un precandidato perredista fuerte en el Sol Azteca; lo peor para ese partido es la imagen de su dirigencia estatal, que no despierta interés ni confianza entre sus militantes; por si fuera poco, incluso dentro del nicho de la izquierda, la opción perredista ya ha sido desplazada por el Movimiento de Regeneración Nacional.