Entre Tatahuicapa, Playa Vicente, y Tamiahua, región Huasteca, hay más de 570 kilómetros; por carretera son casi 8 horas de camino. Son pueblos con realidades y culturas relativamente diferentes que se ubican en territorio veracruzano y comparten pocas características comunes, la pobreza de sus habitantes es una de ellas.

El último día de agosto de 1996, cuando Patricio Chirinos era gobernador del estado y Miguel Ángel Yunes, secretario de gobierno, Veracruz y particularmente Tatahuicapa se volvieron noticia nacional. Los habitantes del lugar, indignados y enardecidos por la violación y asesinato de una mujer, capturaron al presunto responsable, Rodolfo Soler Hernández, de 28 años, a quien golpearon y torturaron para hacer que confesara el crimen.

El resto de la historia pareciera extraída de la más escalofriante cinta de terror: el cuerpo del hombre detenido por la turba, hinchado por los golpes, semiconsciente, era bañado con gasolina. Le prendieron fuego hasta que perdió la vida. Es difícil describir la escena de Tatahuicapa.

Previo a ese linchamiento y tras la captura del supuesto agresor, la gente del lugar llevó a efecto un juicio popular que condenaba al reo a morir. El acta fue firmada por casi 160 personas, incluyendo al agente municipal, comisariado ejidal y juez auxiliar.

De estos hechos quedó constancia por el video que grabaron los propios habitantes y que fue difundido por las televisoras.

Ese linchamiento fue un caso que reveló el nivel de desconfianza de la gente en sus autoridades de procuración e impartición de justicia porque los mismos habitantes afirmaban que el hombre que fue torturado y asesinado ya había pisado la cárcel en reiteradas ocasiones y que siempre salía libre.

A 19 años de esos hechos, guardadas las proporciones, se registró la quema del Palacio Municipal de Tamiahua, donde la gente del lugar, indignada por el asesinato a golpes del joven Jalid García Vidal a manos de elementos de la Policía Preventiva Municipal, causó destrozos en las oficinas del Ayuntamiento y en el domicilio particular del alcalde Martín Cristóbal Cruz, quien ni siquiera recibió a los deudos, lo que calentó todavía más los ánimos de las personas que se manifestaban.

Cierto, son casos diferentes porque mientras en Tatahuicapa, hace 19 años, el saldo fue de una persona muerta a manos de la turba, en Tamiahua la gente que se manifestó de forma violenta no llegó a ese extremo.

Queda, sin embargo, el llamado de atención para las autoridades porque resulta indeseable que hechos como esos se registren en otras regiones de Veracruz. Nadie desea otro Tatahuicapa. Queda también la percepción de que esos casos se pudieron evitar si hubieran actuado de manera oportuna e inteligente. ¿Es mucho pedir?. @luisromero85