Dentro de nuestra cultura musical popular, hay dos compositores que, creo, supieron relatar y retratar de manera extraordinaria toda una época y forma de vivir de nuestra sociedad. El primero es Salvador “Chava” Flores (1920-1987), compositor originario del Distrito Federal y quien realizó cientos de ingeniosas canciones chuscas y serias. El segundo es Francisco Gabilondo Soler (1907-1990), originario de la ciudad de Orizaba, mejor conocido como Cri Crí, el Grillito Cantor.
A mediados del 2013, el maestro Rubén Flores (director, compositor, arreglista y flautista) me invitó a participar en un proyecto maravilloso, mismo que pudo concretarse el año pasado y que esta semana se realiza por segundo año consecutivo. Se trata del Cuento Sinfónico: Las Andanzas de Cri Crí.
El maestro Rubén comenzó por explicarme que tenía en mente algo muy diferente a lo que siempre se ha hecho con la música de Cri Crí, que casi siempre se cantan las canciones y/o se cuentan los cuentos de Francisco Gavilondo Soler, ya sea con arreglos originales o transcripciones de las grabaciones originales. Pues bien, la idea, me dijo, era hacer un cuento utilizando personajes de sus cuentos y canciones, entretejidos dentro de una misma historia y que estaría basada, de algún modo, en la biografía del compositor. Yo quedé encantada con la idea, pero por varios meses no tuve noticias de él.
Durante los siguientes meses en que ya daba por perdida aquella emocionante invitación, el maestro se encontraba desarrollando la idea. El trabajo fue titánico, ya que implicó muchos meses de investigación, composición, arreglo y hasta escribir el cuento. Finalmente, fue hasta enero del 2014 en que recibí su llamada para confirmar que era un hecho y que sería con la Orquesta Sinfónica de Xalapa. Me sentí sumamente emocionada: sería mi debut como cantante con una orquesta sinfónica y además… ¡Qué orquesta! No está demás decir que la OSX tiene un significado muy especial para mí, ya que hace diez años formé parte de la sección de violoncellos por un año, en el que aprendí y disfruté como pocas veces. Además ahí tocan varios de mis amigos más queridos, así que compartiría ese momento tan especial junto con ellos.
El maestro Rubén y yo trabajamos durante varias semanas corrigiendo y mejorando la redacción y creando actoralmente las voces de los personajes, ya que durante una hora narro, canto y hasta bailo un poquito. Un gran reto que bien valía la pena. Se estrenó el 28 de febrero del año pasado y hubo dos funciones más, una en marzo y otra en mayo.
Para este año, decidieron hacer, durante esta semana, cuatro conciertos didácticos (entrada libre para las escuelas), una grabación y el concierto formal del viernes por la noche. A mi parecer, este trabajo tiene una enorme relevancia, no solo desde el punto de vista didáctico, musicológico o artístico, sino también porque representa un hito de nuestra cultura y un eslabón que una a tres generaciones enteras.
Si bien es cierto que los niños de hoy casi no escuchan a Cri Crí (tal vez en el jardín de niños y en algunas escuelas de iniciación musical o en primarias), lo cierto, es que es una hermosa manera de que los niños sepan cómo era la vida de sus padres y de sus abuelos y cómo muchas de las canciones y peripecias de los personajes aún están vigentes. Además de vivirlo a través del maravilloso sonido de una orquesta sinfónica y de conocer diferentes estilos de música popular, es también una excelente oportunidad para convivir, para reír, para contarles a los chicos qué son las enaguas, qué podía haber en el armario de una abuela o por qué la gente se escribía cartas y no correos electrónicos. También se vale llorar de alegría y de nostalgia. Debo decir que a mi hijo se entusiasma muchísimo cuando le explico sobre las cosas que se usaban antes, las que dejó de haber, las que no había y por qué algunas de las letras de las canciones son tan peculiares.
Si pueden asistan, porque no se van a arrepentir. Tal vez los más chiquitos se cansen un poco en la primera parte (el cuento puede ser un poco largo para ellos), pero verán cómo se ponen a dar de brincos y a bailar (que sí se vale) a la hora en que empiezan las canciones.
Los espero en la Sala de Conciertos Tlaqná, junto con la OSX.