Tras la prolongada veda electoral, en que prácticamente se debió esconder de los arrebatos mediáticos para operar en silencio, el gobernador Javier Duarte de Ochoa ha redescubierto la miel de las multitudes, el contacto con los periodistas a quienes señala las bondades de una nueva relación con su gobierno, las sonrisas que le muestran con la edad que señala su acta de nacimiento.
Con el ánimo impecable por los resultados de los comicios del 7 de junio, en que su partido obtuvo 16 de 21 diputaciones en juego, Javier Duarte ha iniciado temprano la gestión del proceso sucesorio.
Negó ante los periodistas que haya un proyecto de cambio legislativo para que quien le sustituya gobierne cinco años, en lugar de dos (cuya constitucionalidad ya validó la propia Suprema Corte de Justicia de la Nación), y se sintió cómodo para hablar de los prospectos para sucederle no solo en su partido sino también en la de los demás, particularmente en la cuadra blanquiazul.
Sin embargo, la negativa del gobernador Javier Duarte sobre el tema de un cambio de velocidad en la próxima gubernatura habrá que tomarla con sus debidas precauciones.
En el periodo previo a la presentación ante la Legislatura local de su iniciativa para un único periodo de dos años, tanto ante periodistas como ante los actores políticos que le preguntaron, siempre negó la existencia de un proyecto de ese calado, cuyo principal contenido ya había sido lanzado a la opinión pública a través del diputado local panista Julen Rementería.
Pese a ello, recordemos, tras una gira del presidente Enrique Peña Nieto a Veracruz, con quien habría analizado raudamente el proyecto y obtenido su visto bueno, sorpresivamente lo presentó ante los diputados que, por supuesto, lo aprobaron por mayoría para después ser ratificado por los ayuntamientos, según el mecanismo legal establecido para reformas a la Constitución local.
Las reacciones de rechazo dentro de su partido fueron inmediatas; el rompimiento con los dos senadores, Héctor y José Francisco Yunes, sobrevino en medio de tronantes declaraciones y desaires publicitados en abundancia.
De manera que el ‘no’ duartista debe tomarse con pincitas.
Como quiera, el resultado electoral fue positivo, aunque con la nada prestigiosa nota de contar en Veracruz con el candidato priista más votado del país, Érick Lagos en Acayucan, que algunos aplauden como si fuera la natural consecuencia de un personaje con arraigo popular y otros como el resultado del mayor derroche de recursos públicos para alguien que compró votos y conciencias, amedrentó (y compró) a opositores y realizó exitosamente todos los mecanismos de fraude electoral.
La nueva relación con la prensa
Pero regresemos al Javier Duarte postelectoral.
En los últimos días ha salido de sus valladares. Antes de empolvar este lunes sus mocasines en los rumbos de Otilpan y en colonias de Xalapa, ya se había reunido con empresarios mediáticos y algunos columnistas en Casa Veracruz, ante quienes señaló que en adelante habría una nueva relación con la prensa. Debe ser la segunda o tercera nueva relación, porque ya la había anunciado con la asunción de Alberto Silva Ramos en Comunicación Social, luego de varios años de ver destruida su imagen pública gracias a los fervores dictatoriales de Gina Domínguez.
Lo cierto es que la nueva relación no será muy favorable para los varones mediáticos, a quienes poco les interesa la información cuando de lo que se trata para su negocio es de billetes, que no hay en las cuentas gubernamentales. Duarte no puede, pero si pudiera, mal haría en dilapidar el presupuesto de los veracruzanos en volver millonarios a los negociantes de la conciencia pública. Pero de esto escribiré en una próxima entrega.
Luego tocó turno a los periodistas de a pie, con quienes sonriente y apapachador compartió los alimentos este mismo lunes, antes de acudir al vecino municipio de San Andrés Tlalnehuayocan para entregar apoyos a los damnificados por las torrenciales lluvias de las últimas semanas, tarea que también llevó a cabo en colonias de Xalapa, en ambos casos, ante auditorios nutridos, más incluso que los observados en los mítines de los candidatos a las diputaciones federales..
Los últimos meses de mandato
¿Qué estrategia tendrá Javier Duarte bajo la manga para recuperar paulatinamente su imagen en los 17 meses que le quedan de gobierno? ¿Es posible que le ayude el flujo presupuestal del gobierno federal, cuyo titular deberá apretar el paso para mostrar a los veracruzanos que un gobierno local de su partido puede dar resultados en materia de infraestructura, desarrollo social, generación de empleos, seguridad pública y crecimiento económico?
Y es que en 2016, el próximo año, el PRI deberá contar con argumentos para lograr un respaldo ciudadano tal que le permita en Veracruz mantenerse en el poder durante 89 años (o 92, si cambia de dos a quinquenio) y, de ser posible, en 2018 o 2021, asegurar su predominio hasta los 95 o 98 años, casi un siglo de predominio, según esté formulada la iniciativa de nuevo Código Electoral Estatal que enviará el gobernador en julio.
Solo nueve estados del país no han experimentado la alternancia política. Además de Veracruz, los estados de Campeche y Colima, que el domingo 7 refrendaron en las urnas la continuidad del PRI; también Coahuila, Durango, Tamaulipas, Estado de México, Hidalgo y Quintana Roo.
¿Cuál de los siete estados (descontando a Campeche y Colima, en que el tricolor gobernará seis años más) será la primera pieza del dominó en caer en manos de algún partido distinto? Es algo que Duarte y Peña Nieto tratarán de evitar en el caso de Veracruz. Pero la tarea se ve titánica, a la luz de los desaciertos locales y la indiferencia presidencial.
Por lo pronto, Javier Duarte de Ochoa ha salido con ímpetu tras el silencio a que le obligó por dos meses la ley electoral, y es posible que en los próximos días de la semana, además de reunirse con periodistas de las diferentes regiones del estado, bajo el pretexto de conmemorar una libertad de expresión (puesta en duda durante su gobierno por la violencia que ha segado la vida de reporteros y fotógrafos de prensa), experimente el clamor popular en ciudades que, al igual que Xalapa, distrito ganado por Morena, en los pasados comicios tampoco le fue bien: Poza Rica (ganado por el PRD), Veracruz (ganado por el PAN) y Coatzacoalcos, donde también venció Morena.
¿Logrará recuperar los estandartes priistas abandonados en los campos de batalla por sus cuatro generales derrotados?
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