—Yo la verdad no voté por la candidata, aunque si recibí unas despensas y hasta un apoyito en dinero el mero día de la elección —la mirada de la mujer del pueblo (edad indeterminada, rebozo, peinado de cola, zapatos de plástico) se desvía, nerviosa, hacia los lados y hacia atrás—. Lo de las despensas y el dinero fue porque llevé a mis chamacos y a mi esposo a dos mítines en el puerto de Veracruz y a tres en Xalapa, de apoyo a los candidatos del PRI. Pero la verdad es que la que fue alcaldesa siempre me ha caído mal, por creída y por sangrona. Nomás nos miraba por encima del hombro, y nos saludaba sin ganas y sin voltearnos a ver la cara. Así cómo quiere que una las quiera… (al transcribir lo grabado, me doy cuenta de que ella nunca me especificó si se refería a Carolina Gudiño o a Elízabeth Morales, pero considero que la perspicaz lectora y el suspicaz lector tendrán elementos para determinar a cuál de las dos era).

—Ora sí que nos fue re mal a los operadores políticos con esta elección. Fíjese, no hubo casi nada para repartir durante las campañas, y el día de la elección parecía que fue un día como todos: ya no nos convocaron para que hiciéramos un carrusel o un ratón loco; ya no nos mandaron a comprar votos, y menos nos dieron dinero en efectivo como antes (me quedé con las ganas de hacer el cuartito que le falta a mi casa); ya no nos pidieron, vaya, que operáramos como siempre lo habíamos hecho en el bendito Día D. De plano nos hicieron a un lado, y como casi todos los candidatos ganaron, ahora dicen que no servimos para nada. Pero lo cierto es que la gente fue a votar por el partido gracias a nosotros los operadores. Aunque no nos dieron lana, todos fuimos a las colonias y a los barrios, a los poblados y a las congregaciones, a convencer a los votantes. Si no hubiera sido por eso, los jefes estarían ahorita lamentando la derrota. Por eso para la próxima elección vamos a pedir que sí nos den recursos, porque ni modo que convenzamos de saliva otra vez. De algo tiene que vivir la gente… y nosotros.

—La estructura del partido está cada día más fuerte —la mirada de satisfacción del funcionario priista se acopla con el triunfo mayoritario obtenido el domingo 7—. Nuestros cuadros y nuestros militantes demostraron su lealtad y nos apoyaron a la hora de ir a las urnas. Por eso se ganó, aunque prácticamente no hubo campañas por eso de los nuevos lineamientos electorales del INE. Si nuestros candidatos no hubieran contado con nuestros seccionales, con nuestros comités municipales y con la sapiencia de los miembros del comité electoral, seguro que hubieran perdido, y feo.

—¡Qué partido ni qué nada! —resopla el candidato ganador—. Esta votación la gané yo solito, con el grupo de especialistas que contraté y con los recursos que pude arrimarme de parte de empresarios y funcionarios amigos. Si me hubiera atenido a los apoyos partidistas, ahorita estuviera llorando mi derrota….

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