Nunca pensé que a los 63 años Miguel Fematt, gay, se iba a casar pero lo hice para que Pepe (Ochoa) tuviera el servicio médico y, si yo muero primero, la pensión. Y aquí estoy, con un montón de situaciones padres, profesionalmente pudo haber sido una historia más brillante en el sentido de éxitos y de exposiciones pero me salí del DF y lo hice con mucho gusto, y nunca regresé -me dijo, entre muchas otras cosas más Miguel Fematt, fotógrafo que ha escudriñado todos los rincones de la epidermis humana para plasmar obras de gran contenido plástico con las que ha escrito la crónica de la estética corporal y de la libertad del pensamiento.
Encuadre
Soy Miguel Fematt, soy fotógrafo y tengo el escudo de la Universidad Veracruzana en la frente y también el número de propiedad, ya tengo 36 años ahí, acabo de gozar de un año sabático que se convirtió en año y medio por extensión, pedí el sabático y me lo dieron inmediatamente, pedí la extensión y me la dieron inmediatamente, todo mundo dice que es muy difícil pero yo creo que han de haber dicho: que ensaye la jubilación y que se quede por allá (risas) -pero no, regresé con la pila cargada y muy contento.
Las nuevas generaciones están estupendas, estoy muy contento trabajando con los chavos, me refresqué, hice una exposición muy grande en la Pinacoteca Diego Rivera, ese material también lo estructuré para un libro, un cuaderno didáctico sobre el cuerpo y la fotografía que es el tema que he trabajado, junto con el retrato, a lo largo de mis 40 años como fotógrafo, desde el 75 hasta la fecha.
Profundidad de campo
Yo nací en el DF, de padres provincianos, afortunadamente, mi papá de Aguascalientes, mi mamá de Veracruz. Por azares del destino y por muchas cosas nuestra tendencia familiar fue más hacia Veracruz y qué bueno porque Aguascalientes es muy bonito y tiene cosas muy padres que casi no conozco pero toda mi vocación y toda mi pasión y todo mi gusto y jiribilla, como decimos los jarochos, es por Veracruz y, especialmente, por la parte jarocha de Veracruz, incluso mi pareja es de la cuenca, o sea que ya me tocaba pero, bueno, estoy en Xalapa porque es donde puedo ejercer mi quehacer como maestro y como fotógrafo.
En 1978 me invitaron a dar clases acá. Eran otros tiempos, cuando me llamaron me dijeron el sueldo es tanto, era un sueldazo pero yo ganaba muy bien en México entonces dije bueno, está bien, me voy pero conservo mi estatus. Me dieron un tiempo completo, estuve un año y hubo una serie de circunstancias adversas. Yo tenía una alumna griega que era un personaje de novela, ella estudiaba en Londres cuando se encontró un mexicano con el que se casó, él estaba haciendo una maestría o un doctorado en agronomía y vino a hacer su tesis a Xalapa, ella llegó con él y, por hacer algo, se inscribió en la escuela, nos hicimos amigos, vinieron a visitarla unas amigas, una inglesa y una griega, eran estudiantes de arte, me hice amigo de ellas y me dijeron:
-Cuando vengas a Londres nos avisas para que organicemos un taller o algo en nuestra escuela
Y con estas situaciones medio extrañas que se dieron aquí con una persona dije yo creo que me voy hacer mutis un ratito. Pedí un permiso por seis meses y me lo dieron, cosa rara porque yo tenía apenas un año y es muy difícil que den un permiso de un semestre, pero me lo dieron, eran otros tiempos de la Universidad, ahora sería imposible.
What?
Me fui y en cuanto me bajé en el aeropuerto de Londres y escuché hablar a los ingleses dije no me van a entender, solo dije excuse me. No había manera de comunicarme, menos de dar talleres ni nada por el estilo pero ya estaba allá y tenía mis ahorros entonces me dediqué a conocer la ciudad que es magnífica, los museos son súper y sobre todo los conciertos de rock y las fiestas, y los pubs, conocí todos.
Después de mes y medio ya estaba saturado de los ingleses y me fui a Ámsterdam, ahí estaba mi querido amigo Guillermo Santamarina que es ahora uno de los artistas conceptuales y teóricos más importantes del país, en esa época de estudiante de Historia del Arte la Ibero.
Luna opulenta
Luna opulenta de Holanda,
en nubes que el amor manda…
(Miguel de Barrios)
Llegué a Ámsterdam por un fin de semana, llevaba una mochilita con unos calcetines y una camisa. El equipo fotográfico lo dejé en Londres y solo me llevé una camarita antigua que estaba yo usando en aquel momento, una Exakta muy bonita. Me fascinó Ámsterdam y yo le fasciné Ámsterdam, todo salió como película y me quedé, al año regresé a Londres por mis cosas y con pareja, un holandés. Todo fue genial, me quedé un año y medio más en Ámsterdam y cuando regresé mi plaza, por supuesto, ya no existía.
Perdí el tiempo completo y después me costó trabajo recuperarlo, tardé más de 25 años, pero valió la pena porque todo lo que viví en Ámsterdam, todo lo que aprendí, todo lo que hice no lo hubiera hecho en México, por supuesto.
Es un país espléndido, gente civilizada, gentil, amable, todo el arte de vanguardia estaba ahí. Estaba Ulises Carrión, un veracruzano célebre, lo conocí, en fin, estaba lleno de cosas buenas.
Uno…
Te estoy dando unos saltos tremendos pero así es la vida, no sé cómo se podría denominar eso pero tu memoria no está quieta, está brincando todo el tiempo en tu historia más con una propuesta como la que me haces de escudriñar y de sacar todas las vísceras.
…y la mitad del otro
Mi familia era de clase media, mi papá militar, mi mamá ama de casa y fuimos dos hermanos y una hermana, era una buena familia. Me inscribieron en una primaria de hermanos maristas y eso determina muchas cosas, hasta la fecha uno sabe que hay ciertos matices que están determinados por esa educación, esa infancia y también por ese sufrimiento porque es una disciplina tan rígida que acabas odiándola.
Salí de la primaria con fanfarrias porque era muy buen estudiante y le dije a mis papás yo ya no quiero seguir en ese colegio, yo quiero ir a una escuela de gobierno y mixta, y no les quedó más remedio. Mi madre, preocupada, platicó con una tía (esposa de un hermano de mi papá) y ella le dijo:
-Voy a inscribir a Robertito en la Escuela Secundaria Número 10, aquí en Mixcoac, porque no le dices a Miguel que haga su examen ahí.
Total que Robertito no quedó y yo sí (risas). Era una escuela magnífica con un plan muy raro porque era colegio la mañana y escuela pública en la tarde pero la planta de maestros era casi la misma y todos eran extraordinarios y humanos, no tenían esa rigidez de los maristas. También fui muy buen estudiante en la secundaria, ya estaba relajado y, además, llevaba muy buenas bases. Terminé de estudiar la secundaria y la prepa y entré a estudiar Administración y estando ahí entré a trabajar al Banco de México que era un lugar inaccesible, era una semana de exámenes para entrar, pero entré y era un excelente trabajador pero después de un año me vi en el escritorio, vi a mis compañeros en su escritorio, vi a mis jefes en su escritorio (cada vez más grande del escritorio) y todo era apabullante; los bancos son muy buenos lugares de trabajo, el sueldo excelente y también las prestaciones, te daban tres meses de aguinaldo, vacaciones no sé cuántas veces al año el fin, todo de señor, pero no gustó.
Dejé la escuela, dejé el banco, dejé la familia y empecé a construir mi personaje como a los 20 o 21 años y me costó uno y la mitad del otro, desde entonces me dicen el medio huevo (carcajadas), pero lo logré.
El dueño de la biblia
Después de trastrabilleos y muchas historias pequeñas llegué a la Academia de San Carlos, yo quería estudiar pintura pero ya estaba saturada entonces me tocó escultura. Había dos maestros de escultura: una negra norteamericana muy apreciada, Elizabeth Catlet, y Juan Luis Díaz, un jovenazo de 33 años, hijo de mexicana y español, brillantísimo, un año antes hizo una exposición en el Palacio de Bellas Artes y lo llenó de esculturas monumentales. Era un tipazo pero también era una diva porque, imagínate, exponer en el Palacio de Bellas Artes a los 33 años, además tenía una suerte y una estrella muy especiales, no sé si por su parte española o por muchas otras cosas tenía muy buenas relaciones con gente muy adinerada y un español, dueño de una inmensa maderería le dijo:
-Cuenta con mi maderería y con todos mis empleados para hacer tu exposición, pide todo lo que necesites y si no tenemos la madera, la mandamos pedir.
Este señor tenía concesiones en Brasil y en Centroamérica para explotar bosques, o sea, no era un carpintero, no era émulo de San José, era el dueño de toda la Biblia (risas).
Buriles y más buriles, buriles del carrizal…
Cuando Juan Luis me tocó de maestro se estrenaba como tal en la Academia de San Carlos. No duró mucho, duró un año porque le querían imponer programas y decía no, eso mí no me interesa, yo sé lo que quiero y sé cómo enseñarlo, y se salió. Yo estuve un año más en la Academia pero ya sin su presencia, sin su influencia, sin su cotorreo, sin su conceptualización del arte, que yo entendí muy bien, decidí también dejar la carrera después de dos años y cacho.
Entré a trabajar con él en su estudio particular, tenía mucha chamba, también hacía escenografía para la televisión en el Canal 13, que era un nuevo canal cultural y tenía teatro en televisión y él hacían las escenografías, fíjate qué padre trabajo, y yo, que era muy hábil, le hacía las maquetas en madera para sus escenografías y también, si iba a hacer una escultura monumental para una plaza, yo hacía la maqueta de la plaza para que él colocara su maqueta de la escultura.
Me iba bien; ya estaba trabajando profesionalmente, estaba aprendiendo porque con él era enseñanza diaria, no solamente era mi maestro de escultura y de este tipo de cosas sino de la vida, era un hombre con una vida muy interesante, muy preparado y con una experiencia, a su joven edad, de bastante nivel, como la experiencia que mucha gente está viviendo a los 60.
El momento decisivo
Yo ya me había salido de la casa pero regresaba porque no tenía lana pero ya había probado la libertad, un día le comenté que iba a tener que buscar otra chamba porque necesitaba rentar un cuarto y me dijo:
-En el estudio hay un cuarto, tú lo has visto, tiene un baño, está puerco, hay que limpiarlo y hay que meter una cama pero si quieres, mientras encuentras otra cosa, te puedes quedar ahí.
No, pues sí quise, la casa de este amigo estaba en San Lorenzo Acopilco, frente al Desierto de los Leones. Era un caserón y arriba había un estudio gigante para sus esculturas monumentales, con una puerta gigante para sacarlas.
Cuando yo estaba ahí se hizo novio de una fotógrafa que en ese momento era muy exitosa, Daisy Asher, había sido modelo de Barbara Angely. Era una mujer guapísima, hija de turcos judíos, muy inteligente y muy, muy hábil para la lana, los más hábil que yo he conocido para la lana. A ella como que le caía gordo que yo estuviera ahí, como que le estorbaba porque iba a ver a su novio y yo estaba ahí entonces me trataba como mhhh, yo sentía la vibra.
Yo siempre he dormido con la puerta del cuarto abierta; en esa época (estoy hablando del 74) las mujeres usaban zapatos con plataforma de madera y la escalera para subir al estudio era como una escultura de madera de madera, una noche yo estaba dormido y oí toc-toc-toc-toc, eran unos taconeos que se oía que se acercaban y de repente se callaron, me quedé esperando un rato y me asomé entre las sábanas y vi que estaba parada en la puerta, como a contraluz, con su pelo maravilloso. Ella siempre andaba impecable, arreglada, maquillada y tenía un cuerpazo.
Me asomo, la encuentro ahí parada, viéndome y me dice:
-Ay, Miguelito, qué feo estás, cada vez estás más feo
Yo me le quedé mirando y le dije:
-Tú, en cambio, cada vez está más bonita, hoy de ves preciosa
La desarmé y me adoró, a de haber dicho éste, mejor de amigo (risas).
Pasaron unos meses y un día me dice
-Oye, Miguel, fíjate que voy a dar un taller de fotografía para viejas ricas que no tienen qué hacer, para sus terapias ocupacionales, pero pienso que está bien que lo tomes, que aproveches, de todos modos lo voy a dar
(El curso costaba 5000 pesos y era de cinco meses pero había que pagar todo de contado)
-No, Daisy, ¿cómo crees que voy a pagar?, ¿de dónde crees que voy a sacar dinero?, cómo se te ocurre
-No seas buey, si te lo estoy ofreciendo es porque quiero que lo tomes, no te lo voy a cobrar
-No, los materiales de la fotografía son carísimos, yo nada más gano para vivir
-Yo tengo stock de materiales, puedes usar lo que quieras para tu trabajo personal, para tu aprendizaje
-Mira, para acabar pronto, ni cámara tengo, ¿cómo voy a tomar un curso?
-Yo te regalo una
Lo que yo digo en estos casos, para entrevistas más breves, es que yo no opté por la fotografía, la fotografía optó por mí porque ¿cómo te lo explicas?
Mi vida está sembrada destellos de suerte y de aciertos, de decisiones adecuadas porque si yo me aguanto en el banco, termino mi carrera, me caso, engordo, tengo dos hijos, un carro muy grande y una camioneta para mi señora, sería totalmente infeliz, ese esquema que muchos buscan para mí sería la tristeza pero tuve los calzones para tomar decisiones que me costaron porque decirle mis padres, que habían creído e invertido en mí, ¿saben qué?, me quedo en ceros, ya no voy a estudiar ni voy a trabajar, no fue fácil pero ellos, y esto también es mucha suerte, aunque no lo entendían, me dijeron:
-Pues si tú quieres buscar por otro lado, estás en tu derecho, te respetamos y te apoyamos
Padrísimo, ¿no?, sensacional.
Exposiciones y sobreexposiciones
Tomé el curso y como yo tenía antecedentes del arte, de la historia, de la composición, del color, de todo pues nada más aprendí la técnica; básicamente era un curso técnico para hacer dos o tres monerías y salir con tu carpetita, como son todos estos talleres.
Seguí trabajando la foto con un primo fotógrafo, José Contreras Fematt, él tenía un pequeño estudio, un laboratorio y una biblioteca muy grande de libros de fotografía y le dije:
-Ayúdame, quiero seguir en esto y prepararme
-Sí, cómo no
Me puso a disposición su lugar y me puse a trabajar como loco y a experimentar todo lo que decían los libros porque no había escuelas en México en ese momento.
A los seis meses a ver a Daisy Asher y le mostré una selección de imágenes de lo que estaba haciendo:
-Mira, estoy haciendo esto, a ver qué te parece
Los revisó cuidadosamente y me dijo:
-Estás muy cabrón, está muy bien tu trabajo, fíjate que tengo mucho trabajo y necesito un ayudante, me gustaría que fueras tú, te ofrezco tanto por ciento de lo que gano, pero yo gano mucho
-Déjame pensar… sí, acepto (risas)
-Hay otro asunto que te quiero proponer, vente a vivir aquí, a mi casa
Yo no tenía casa, ya me había salido porque mi maestro se fue vivir con una chava y dije pues ya me voy a retirar, por más que esté aparte de la casa, sí estorbo.
Ella se había divorciado, tenía tres hijos y estaba en el conflicto ese de la separación, con quién se quedan los hijos y todo eso y estaba deprimida.
Me pasé a su casa y era: Miguel Fematt sube por los rollos, baja al laboratorio, hazme las hojas de contacto y vamos a seleccionar, y me pasaba toda la noche imprimiendo, o sea, yo era un esclavo vil, pero estaba ganando bien y aprendiendo bastante.
Así fue como comencé con la foto, suena hasta increíble, ¿verdad?, pero así ha sido, tengo mucha suerte.
(CONTINUARÁ)