Hace algunos años, vagando por las arenas movedizas de la red —ese territorio siempre ignoto e inescrutable— me topé con el texto Nuestra propia canción, atribuido a Tolba Phanem. Mujer africanaEntusiasmado por su belleza, me dí a la búsqueda de mayores datos biográficos y bibliográficos de la autora, pero las fuentes se ocultaron y solo supe cuatro cosas: que es mujer, que es africana (aunque ignoro de qué región del continente, el texto dice «cierta tribu del África»), que es poeta, que participa activamente en la defensa de los derechos humanos. Fatigado de recorrer páginas y páginas dejé el asunto con la esperanza de que en algún lugar del futuro estaría la clave del misterio y decidí dejar que el tiempo hiciera su trabajo. Hoy he retomado la búsqueda y los resultados no han variado casi nada, al poner el nombre de la autora me aparece el mismo texto con la única variante del título, ahora aparece como La canción de los hombres, La canción de las personas, La canción de tu alma y algunos más.
Intensificando la búsqueda me encontré con otro dato, el poema habría sido escrito el año 2007 y la escritora, según la nueva versión, no es luchadora por los derechos humanos sino por los derechos civiles de las mujeres.
El blog Armónicos de Conciencia va más lejos y hace otra cita de la autora, aunque no menciona la fuente ni proporciona mayores datos. La nueva cita dice:
«No necesito una garantía firmada para saber que la sangre de mis venas es de la tierra y sopla en mi alma como el viento, refresca mi corazón como la lluvia y limpia mi mente como el humo del fuego sagrado» (Tolba Phanem)

Sin embargo, entre la neblina de su origen, destella el texto con su propia luz.

NUESTRA PROPIA CANCIÓN

Cuando una mujer de cierta tribu de África sabe que está embarazada, se interna en la selva con otras mujeres y juntas rezan y meditan hasta que aparece la canción del niño.

MujeresEllas saben que cada alma tiene su propia vibración que expresa su particularidad, unicidad y propósito. Las mujeres encuentran la canción, la entonan y cantan en voz alta. Luego retornan a la tribu y se la enseñan a todos los demás.

Cuando nace el niño, la comunidad se junta y le canta su canción.

Luego, cuando el niño va a comenzar su educación, el pueblo se junta y le canta su canción.

Cuando se inicia como adulto, nuevamente se juntan todos y le cantan.

Cuando llega el momento de su casamiento, la persona escucha su canción en voz de su pueblo.

Finalmente, cuando el alma va a irse de este mundo, la familia y los amigos se acercan a su cama y del mismo modo que hicieron en su nacimiento, le cantan su canción para acompañarle en el viaje.

Niños ubuntúEn esta tribu, hay una ocasión más en la que los pobladores cantan la canción.

Si en algún momento durante su vida la persona comete un crimen o un acto social aberrante, se le lleva al centro del poblado y toda la gente de la comunidad forma un círculo a su alrededor. Entonces le cantan su canción.

La tribu sabe que la corrección para las conductas antisociales no es el castigo, sino el amor y el recuerdo de su verdadera identidad. Cuando reconocemos nuestra propia canción ya no tenemos deseos ni necesidad de hacer nada que pueda dañar a otros.

Tus amigos conocen tu canción y te la cantan cuando la olvidaste. Aquellos que te aman no pueden ser engañados por los errores que cometes o las oscuras imágenes que a veces muestras a los demás. Ellos recuerdan tu belleza cuando te sientes feo, tu totalidad cuando estás quebrado, tu inocencia cuando te sientes culpable, tu propósito cuando estás confundido.

Tolba Phanem

Chenjerai Hove
Chenjerai Hove

Un tiempo después me encontré con un poema, este sí de un escritor con rostro, Chenjerai Hove, novelista, poeta y ensayista nacido en Zimbabue, en el que aparece la misma idea

MBIRA EN EL EXILIO

Canciones hormiguean en mi corazón
con el sudor que mordisquea bajo el sol
mientras los ritmos seguían mis venas.
así fue
y encontré una senda abierta
hacia las cavidades de mi corazón
hacia sus engranajes internos
como el sobrio día de la virtud
al pedirme mi esposa un corte de cabello
(mas ella obtuvo un corte en el corazón)
que al ser efectuado,
lo incendió todo:

NubaCaminé desnudo por la aldea,
inclinado como la puesta del sol.
conozco la diferencia,
la diferencia entre una senda explorada
y el grito de una virgen en el mbira.
Incluso mi músculo sombrío lo dice,
Aún bostezo en medio de cadenas oxidadas
Como si el mundo fuese nuevo y sin embargo enjaulado.

Mas recuerdo el llamado de la canción,
Sí, la recuerdo.
Ella siega mi hombría
Cambiándola por un taparrabo transparente.

Chenjerai Hove
Traducción de Raúl Jaime Gaviria

En ambos textos aparece la idea de que hay una canción que nos diferencia de todos los demás como nuestro ADN o nuestra huella digital y yo pienso que, de ser así, no es nuestra canción sino que somos el canto suyo, que no la cantamos sino que ella es la que nos canta para que quede constancia de que estamos en el mundo, que amamos, que sufrimos, que transpiramos, que soñamos, y acaso después de nuestra muerte se convierta, con nosotros, en polvo, humo, nada.

 

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