“Cómo vamos a confiar en el INE si el PVEM lo hace como sus calzones” Yo

En 1974 trabajaba como reportero de El Dictamen, con el jefe Gregorio Navarrete Cruz. Se acababa de instalar un nuevo gobierno, el de don Rafael Hernández Ochoa, compuesto por un grupo de jóvenes valiosos, con profunda vocación de servicio, cultos, que vieron en la política una profesión digna.

En el Decano de la Prensa Nacional tenía como fuente de información, entre otras, la Dirección de Educación Popular donde Hernández Ochoa había colocado como titular al maestro y abogado, campeón nacional de oratoria en dos ocasiones, Guillermo Héctor Zúñiga Martínez, quien había ejercido el magisterio en el medio rural y contaba con un conocimiento amplio de lo que era el fenómeno educativo.

Es ahí, en sus oficinas del edificio del Instituto de Pensiones del Estado, hoy torre de la Secretaría de Seguridad Pública, donde tengo mi primer contacto con este personaje que, a la postre, se convirtió en un amigo y admirado político.

Don Teodoro Coutolenc Molina era su secretario particular (siempre lo fue) y el poeta sureño Orlando Guillén Tapia, su jefe de comunicación social.

Y desde la primera vez que llegué a las oficinas del maestro Zúñiga la impresión fue muy grata: las puertas abiertas, el secretario particular tomando datos de quienes querían hablar con el Director, con quien platicaban de inmediato; un político amable y respetuoso con todos pero, además, que daba solución inmediata a todos los planteamientos que los maestros y líderes sindicales le hacían. Con el maestro no había ni ofrecimientos falsos ni poses arrogantes, había un trato respetuoso y una solución inmediata a cualquier tipo de problema.

Don Rafael Hernández Ochoa tenía en él, como en otros funcionarios de ese nivel, a eficientes colaboradores que lo ayudaban auténticamente en la tarea de gobernar; todas las áreas de la administración pública estaban bien cubiertas, los problemas que se salían de control eran mínimos, los niveles de excelencia educativa eran de primera, lo que permitía a Veracruz ocupar un importante sitio en el contexto nacional. Éramos de los primeros y eso enorgullecía a cualquiera.

Cuando me presenté ante el maestro se puso a nuestras órdenes, dos o tres preguntas y de inmediato tuvimos las respuestas ampliamente detalladas: ¿alguna cosa más, joven periodista?, nos dijo antes de despedirnos, y a redactar la nota que al día siguiente ocupó un buen espacio en la primera plana de El Dictamen.

Como político y funcionario público nunca, jamás, fue evasivo, sabía de la importancia de los medios de comunicación en el desarrollo de una sociedad. Cuando se le entrevistaba siempre permanecía atento a los planteamientos del periodista, mirándolo a los ojos que es una muestra de respeto y de que el interlocutor está escuchando lo que se le dice, no pensando en otra cosa como sucede hoy con casi todos los políticos.

El periodista es por el medio

El grupo de Goyo Navarrete en El Dictamen enfrentó un grave problema en el que perdió la vida un compañero y tuvimos que emigrar; fui a parar a un pasquín donde el dueño ha amasado una gran fortuna explotando el trabajo de los periodistas y, para suerte nuestra, nos topamos con la colega Irene Arceo Muñiz, quien acababa de ser nombrada jefa de prensa de la Universidad Veracruzana y quien nos invitó a formar parte de su equipo de trabajo. Nos entrevistamos con el rector Roberto Bravo Garzón, quien nos hizo la invitación formal y el ofrecimiento de un buen sueldo y, sin pensarlo dos veces, me fui a la UV.

Había pasado una semana cuando entró una llamada al teléfono de la oficina donde estaba Prensa de la UV. Era el maestro Guillermo Zúñiga Martínez quien preguntaba por un servidor. Tomé el auricular y lo saludé. Sin más preámbulo, el maestro me dijo: lo invitó a desayunar mañana a las ocho en el café de La Parroquia, ¿cómo ve, podrá? La respuesta inmediata fue: claro, maestro, ahí estaré.

Una taza de cafecito, pan de horno de leña y unos huevitos rancheros y a darle. El maestro me pregunto:

-¿Y cómo le va en su nuevo trabajo?

-Pues bien, maestro, extraño el ajetreo de la reporteada, de la lucha por la exclusiva, el andar en busca de la nota, pero ni modo, es a cambio de una estabilidad económica, tengo un hijo que mantener y lo que pagan en los medios no alcanza, maestro.

Y vino la observación del hombre maduro que, pese a su juventud, veía más allá del bosque: Ya se dio cuenta de la diferencia que hay entre estar en un medio y trabajar en el sector oficial; ya vio que ahora nadie le llama, nadie lo invita. Así es esa noble y apasionante carrera del periodismo, eres por el medio y tus capacidades, pero dejas de estar y ni quien te tome en cuenta. Piense que la carrera de periodista es de resistencia y que el tiempo recompensa. Yo soy y seguiré siendo su amigo, donde esté, periódicamente lo voy a invitar, como hoy, a compartir el pan y a platicar, pero piense bien en lo que le digo, a lo mejor vale la pena un sacrificio temporal a cambio de tener un lugar como periodista importante.

Cuánta razón tenía el maestro, unos años me tiré a la milonga como burócrata universitario, ganando más o menos para sobrevivir con decoro, pero sin hacer casi nada, o nada. Teniendo tres largos periodos de vacaciones (no se de qué descansan pero así se hace en la UV), más los días festivos, más los fines de semana siempre libres, enmoheciéndome pero viviendo del presupuesto. Cuando me reincorporé al quehacer periodístico, el primero en llamar para felicitarme fue el maestro Zúñiga Martínez.

Tuve el honor de tratarlo, yo en calidad de periodista, y él como presidente municipal de Xalapa, como diputado local y líder del Congreso, como Secretario de Educación (en dos ocasiones) y como presidente del CDE del PRI. Y en todos los espacios tan importantes que ocupó el político xalapeño siempre fue el mismo pero, además, algo que los políticos de hoy ya no tienen, fue honrado, su familia le inculcó principios y valores que aplicó a lo largo de su existencia.

Ahora que se ha ido, que nos deja un enorme legado de enseñanzas valiosas, lo que más lamentamos es que ese tipo de políticos se extinguen, ya casi no hay, quienes ocupan hoy los cargos importantes dentro de la administración pública estatal son improvisados, incultos, sin oficio político, no tienen ni la menor idea del compromiso social que deben tener; lo único que reconocen es que por la amistad con el titular o sus familiares es que les dieron el cargo y que los pusieron ahí para resolver su problema económico, para saquear las arcas y acumular todo lo que se pueda de riqueza. Los resultados de su trabajo nadie los va a pedir, no cuentan, porque todas las áreas de la administración están igual, cooptadas por pandillas de delincuentes que no fueron ni a la escuela pero que tienen bien presente que esta es su oportunidad para salir de la jodidez en que están, ellos y sus familias.

Lo vamos a extrañar mucho, maestro Zúñiga, aunque nos quedamos con el Tío Charles y Gonzalo Morgado, su ausencia es muy dolorosa. Gracias por todo lo que nos enseñó, gracias por la oportunidad que nos dio de convivir con usted, gracias por haber estado entre nosotros, fue gratificante y muy enriquecedor.

Reflexión

El papa Francisco está preocupado porque los gobiernos hacen a los pueblos miserables para que voten por ellos. Escríbanos a mrossetet@nullyahoo.com.mx| formatosiete@nullgmail.com| www.formato7.com/columnistas