Que su trayectoria académica la haya solventado en instituciones educativas privadas podría explicar el desdén del gobernador Javier Duarte de Ochoa hacia la educación pública, pero no justificarlo. En los más de cuatro años de su gestión, Duarte ha mostrado a los veracruzanos cómo puede tirarse, campechanamente, todos los intentos señeros por convertir a la educación pública en un poderoso instrumento de desarrollo para la entidad.
A la imposición en los puestos directivos del sector educativo de personajes sin experiencia, con dudosa formación académica, vinculados más a actividades proselitistas del PRI y una ansiedad por escalar rápidamente en sus fortunas personales, debería señalarse el desplazamiento de profesionistas probos y capacitados y a la cancelación de proyectos que buscaban elevar la calidad educativa.
Ya hemos visto cómo se ha postrado a la Universidad Veracruzana no solo mediante el escamoteo de mayores recursos para su fortalecimiento como formadora de cuadros profesionales indispensables para la entidad, sino incluso mediante la retención de los que son enviados, etiquetados, por el gobierno federal.
Adiós a la calidad educativa
Varias son las señales que alertan sobre el resbaloso tobogán en que se desliza irremediablemente la calidad de la educación pública en Veracruz. Repasemos algunos:
- Desvío escandaloso de recursos federales orientados al sistema educativo estatal, para ser utilizados en otros conceptos, señaladamente los bolsillos de los funcionarios públicos e, incluso, para construir e impulsar carreras políticas y campañas electorales.
- Abandono de la infraestructura educativa, que muestra por todos los rumbos de la entidad un creciente deterioro en los inmuebles destinados a educación, muchos de los cuales presentan daños que podrían poner en grave riesgo la seguridad de alumnos y profesores.
Si a esta circunstancia que merma la productividad en los procesos educativos tanto en zonas urbanas como rurales, le agregamos la inexistencia de proyectos constructivos para nuevos planteles (muchos de los cuales deben funcionar en espacios improvisados e inadecuados), podemos calcular el creciente déficit que heredará (junto con el gobierno precedente) a los gobiernos por venir, que será difícil de cerrar en las próximas dos décadas.
- Nula dotación de materiales didácticos, nuevas tecnologías y conectividad (en algunos casos, incluso acceso a servicios básicos como agua potable y electricidad) a las escuelas de todos los niveles educativos, lo que está colocando a Veracruz en un decreciente nivel competitivo, lo que ya genera que los empleos mejor remunerados creados en nuestro territorio sean ocupados por técnicos y profesionistas formados en otras latitudes, fenómeno que se profundizará en las próximas décadas.
Gracias a ello, pese a las expectativas de grandes inversiones en sectores estratégicos, como las industrias petrolera, petroquímica, de energía, portuaria y de telecomunicaciones, la mayoría de los veracruzanos tendrán que conformarse con emplearse en el sector de los servicios para atender la mano de obra calificada proveniente de otros rumbos del país e, incluso, del extranjero.
Las denuncias documentadas por la Auditoria Superior de la Federación (ASF) sobre el desvío de enormes sumas de recursos federales destinados a la dotación de equipos de cómputo para estudiantes, permiten explicar que los esfuerzos para la adquisición de habilidades digitales en los niños y jóvenes veracruzanos no estén rindiendo frutos, lo que está profundizando la brecha tecnológica frente a los de otras entidades.
- Sumisión y contubernio con las dirigencias magisteriales tradicionales, que han convertido a la abultada nómina del sector educativo en un oasis de corrupción, desvío de recursos, pago de favores políticos y enriquecimiento desenfrenado de funcionarios, lo que lleva consigo que se hayan dinamitado los aspectos positivos de la reforma educativa peñista que, en Veracruz, solo ocupa lugar de honor en el discurso político.
- Improvisación de funcionarios educativos, lo que ha transformado a la Secretaría de Educación de Veracruz (SEV) en una estructura paralela del Partido Revolucionario Institucional (PRI). De esa manera, buena parte del presupuesto a educación se ha convertido en la caja grande de donde se ceban los dirigentes priistas para el financiamiento de sus actividades proselitistas, la manutención onerosa de sus dirigentes y activistas en las nóminas oficiales, la cooptación de fuertes contingentes del magisterio a favor del partido y la utilización de los recursos materiales (computadoras, inclusive) para la compra masiva de votos.
La dictadura de los improvisados
En el presente sexenio, la SEV ha sido, a no dudarlo, la muestra más vulgar de la corrupción, la improvisación y la desvergüenza. No hace falta sino observar la mano inexperta que la tuvo en los primeros cuatro años, Adolfo Mota Hernández, hoy un titubeante candidato priista a la diputación federal por un distrito (Xalapa Rural) al que no pertenece.
Durante su desaseada gestión florecieron los más oscuros negocios con dineros públicos, mientras él volteaba a otro lado, interesado más en salir corriendo al Congreso federal e, iluso y desmesurado, soñar en concursar por la candidatura al gobierno de dos años en los comicios del año entrante.
Por eso no le importó que desde el gobierno del estado le impusieran funcionarios inoperantes, ignorantes y pignorantes; una redada de bandoleros que han sentado sus reales en dependencias como Cecytev, Cobaev, Tebaev, Espacios Educativos y demás.
Flavino Ríos Alvarado, su actual titular –quien, según algunos columnistas como Manuel Rosete Chávez, se ufana de un doctorado expedido por una universidad patito de San Luis Potosí–, ha evitado romper los privilegios de sus poderosos subalternos y, en cambio, ha puesto a sufrir a miles de profesores mediante la retención de sus salarios hasta en tanto no ‘justifiquen’ sus cargas académicas, cuando toda la información al respecto obra en su poder y poco ha hecho por disminuir las plazas con que gozosamente se han prodigado dirigentes y comisionados magisteriales.
Nada espera el veracruzano tanto como que termine este gobierno que ha dilapidado hasta los recursos con que no cuenta, en un afán por mantenerse conectado a la abundante fuente de riquezas personales que representa el erario. Mientras eso sucede, han pasado cuatro años de insistente golpeteo a la educación pública, que ha quedado en una situación que difícilmente podremos remediar en dos décadas.
Quede como testimonio lo que ocurre en el Colegio de Estudios Científicos y Tecnológicos (Cecytev), expuesto en esta columna la semana pasada, una investigación sobre la corrupción, el nepotismo y demás linduras de su director Fernando Arteaga Aponte. Una investigación, por cierto, que tuvo eco en el espacio virtual del periodista Luis Velázquez Rivera (Blog Expediente), quien no tuvo la gentileza ni la honradez de citar la fuente.
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