Al iniciar las campañas políticas de candidatos a diputados federales, lo que sobresale es el descrédito de quienes buscan una curul o fuero constitucional para salvar el pellejo, la incredulidad en los partidos y la falta de gobernabilidad de muchos servidores públicos que, en el pasado, prometieron las “perlas de la virgen” a la hora de jurar sus cargos, y que no cumplieron o, peor aún, se coludieron con los narcos y los delincuentes, y hoy juran y perjuran a sus electores que se “van a portar bien” y que —ahora sí— van a cumplir sus promesas de campaña.

El elector ya se dio cuenta de que son más de lo mismo y que, difícilmente, los actuales candidatos cumplirán. Peor aun: hoy varios “focos rojos” reconocidos por los propios “actores” de la política nacional, ensombrecen la organización de los comicios a cargo tanto del Instituto Nacional Electoral (INE) como de los organismos estatales que por primera vez —a raíz de la última Reforma Electoral— recibirán el apoyo de los consejeros del INE.

En esta ocasión suman 10 las instituciones políticas (partidos) que participarán en las elecciones de junio próximo para disputar 9 gubernaturas y 2 mil 170 cargos en 18 entidades más, además de 500 diputaciones federales. Y, sin embargo, muchas propuestas de los diversos candidatos caen en tierra infértil por la falta de credibilidad de los posibles electores.

Si esa es la calidad de la democracia que queremos, pues toleremos más partidos y más candidatos. La realidad es que a mayor cantidad de propuestas jamás existen mejores índices de desarrollo municipal y estatal en el país. Por lo menos, la experiencia de los últimos años ha demostrado lo contrario.

Por ello es importante una depuración de la llamada “clase política”.

No es posible que con motivo del inicio de las actuales campañas electorales haya quienes afirmen que ahora sí “el país va a caminar” porque durante los últimos 12 años “estuvo estancado”. Ni lo uno ni lo otro; que no nos vengan con que los mexicanos estamos viviendo “en Jauja”, en referencia a esa espléndida ciudad peruana conquistada por el español Francisco Pizarro.

Ni paraísos terrenales ni tampoco “infiernos electorales”. Simplemente que los políticos se dediquen a hacer bien su trabajo