A mediados de los años noventa apareció en los puestos de revistas una colección de Ediciones del Prado que se llamó El gran jazz, se trataba de una serie de 70 fascículos acompañados, cada uno, de un cd que detallaban la vida de los músicos de jazz más importantes entre los principios del género y la época del hard bop y el jazz modal. Todo el universo contenido entre King Oliver y Lee Morgan estaba ahí, narrado de una forma sencilla, amena, profusamente documentada y con una pizca de humor, especialmente en la última sección, Lo que las enciclopedias no cuentan. El autor era Juan Claudio Cifuentes; cuando lo leí, el nombre se me hizo familiar, después caí en la cuenta de que era el traductor de un libro francés que había comprado un par de años antes, Los grandes creadores del jazz, de Gérald Arnaud y Jacques Chesnel, otra compilación de biografías de los jazzistas imprescindibles. Ambas publicaciones me abrieron la puerta al conocimiento no solo de la música, sino de las circunstancias en que esta se dio, de su desarrollo, de su anecdotario, de su historia. Después supe que Juan Claudio Cifuentes, «El Cifu», como se le conocía en España, nació en París en 1941 donde muy joven conoció a Sidney Bechet y a Don Byas; París era entonces el centro del mundo y Madrid, una sucursal del Tercer Mundo, recordaba años después. A los veinte años emigró a Madrid, ingresó a la universidad e incursionó en la batería pero, al parecer, su entusiasmo era más grande que su talento, lejos de rendirse cambió las baquetas por la pluma fuente y en 1961 comenzó a colaborar con la revista Aria Jazz y a impartir charlas y conferencias en centros educativos. Un tiempo después creó el programa radiofónico Jazz porque sí que se mantuvo al aire por más de cuatro décadas en distintas emisoras. Paralelamente creo otro programa, A todo jazz, y uno de televisión, Jazz Entre Amigos. Se involucró, además, en la industria discográfica; fue director internacional de tres compañías. Con el tiempo se convirtió en el militante de la difusión jazzística más importante de España y uno de los más connotados de Europa. Curioso hasta la obsesión, Cifu se internaba en los rincones más apartados de la vida de los jazzistas: Cifu forma parte de la vida de muchos en este país, de cuando aquí no llegaban los discos de jazz, o de casi nada. Uno tenía que escucharle para saber cómo sonaban Coltrane, o Lee Morgan, o Art Blakey. Luego estaba que Cifu era como era, y uno no solo terminaba sabiendo cómo sonaba Coltrane sino cual era el color de los calcetines que usó en la sesión del 7 de marzo del 53, y si había desayunado café con leche y cereales y de qué marca los últimos. Pero él era así, y así le queríamos, -afirma Chema García Martínez en su artículo Muere ‘Cifu’, la voz radiofónica del jazz publicado en el diario español El País en ocasión de su fallecimiento el pasado el 17 de marzo. Vivió 74 años, todos dedicados a predicar el jazz, la última entrada de su blog Cifujazz está registrada el 5 de marzo, 12 días antes de su deceso.
Además de traducir el libro de Arnaud y Chesnel, escribió un prólogo que termina diciendo: No queda más que esperar que este libro de consulta (en el que, como es de imaginar una vez más, «ni están todos los que son, ni etc…) sea útil para aquel que, siendo ya aficionado, busque una información que, en todos los casos, se ha procurado sea concisa y de rápida localización, e igualmente sirva para que en ese lector que se acerca a esta música por vez primera, se despierte esa sana curiosidad por conocer más en profundidad este «Arte del Siglo XX» al que algunos hemos dedicado toda nuestra vida: EL JAZZ
Ese texto bien podría ser la nota introductoria de su biografía, o su epitafio.
Pedro Salinas escribió: «Pobrecito», dicen los mayores cuando ven a un niño que llora y se queja del dolor sin poder precisarlo. «No sabe dónde le duele.» Esto no es rigurosamente exacto. Pero !qué hermoso! Hombre que malconozca su idioma no sabrá, cuando sea mayor, dónde le duele ni dónde se alegra. Los supremos conocedores del lenguaje, los que lo recrean, los poetas, pueden definirse como los seres que saben decir mejor que nadie dónde les duele.
Cifu consagró su vida a hablar de lo que más amó y, al hacerlo, nos transmitió su pasión y nos ayudó a identificar el lugar exacto donde se alojan nuestros dolores y, mejor, el punto preciso de nuestro ser en el que somos felices. Lo agradezco, descanse en jazz.
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