Al acabar las ideologías como elemento de definición de los partidos políticos en México (fenómeno que está sucediendo también en muchos otros lugares del mundo), lo que ha quedado como punto de cohesión interna son los intereses de la clase que mantiene la hegemonía dentro de cada uno de estos institutos. Así, a los políticos que han persistido ya no les importa ser de derecha o de izquierda, sino ser parte de algún estanco de poder al interior de cada partido.
Ésa es la razón por la que podemos ver a militantes muy a la izquierda del corazón ideológico de nuestro país, que son verdaderas personalidades dentro del partido de derecha por antonomasia (pienso aquí en el chiapaneco-tabasqueño Juan José Rodríguez Prats, un personaje estrictamente revolucionario que ha sido diputado y senador azul, aunque su corazón siempre ha estado vestido de rojo, y no precisamente de rojo priista, sino de rojo tal vez estalinista).
Ésa es la razón también por la que tres priistas son gobernadores por coaliciones de partidos diferentes al de su origen: Rafael Moreno Valle es el mandatario de Puebla desde hace cuatro años, después de ganar la elección con una alianza del PAN, PRD, Convergencia y Nueva Alianza; Mario Cué Monteagudo llegó en 2010 a la silla mayor de Oxacaca, apoyado por el PRD, el PAN, Movimiento Ciudadano y el PT; igualmente, Mario López Valdez, Malova, llegó a ser Gobernador de Sinaloa en 2011 auspiciado por una coalición integrada por el PRD, el PAN y el Movimiento Ciudadano, entonces Partido Convergencia.
Como se ve, las otrora enfrentadas izquierdas y derechas ahora andan de la mano y en plenos maridajes para trepar candidatos a estancos de poder, que además tienen manejo de dineros públicos. El pastel del presupuesto mexicano repartido en tres grandes tajadas y varios pequeños trocitos, en una feria de reparticiones en la que todos, con excepción de la inmensa mayoría de los ciudadanos, quedan contentos.
Y así todo se vuelve un juego de tres cohortes, de tres gajos, en los que han venido ganando los que atinan a sumarse a uno más, para vencer al tercero. En los casos que describo un poco arriba, el PRI fue el gran perdedor en tres elecciones para Gobernador, debido a la alianza que lograron conjuntar el PRD y el PAN.
Habría que leer en otro sentido, entonces, la jugada de la gubernatura de dos años en Veracruz: digamos que desalentaría la unión entre perredistas y panistas en 2016, pero sobre todo que haría prácticamente imposible una coalición estatal contra el PRI en 2018, cuando se juegue la gubernatura de seis años. Que ¿por qué? Pues simplemente porque en el 18 también habrá elecciones presidenciales, y cada partido grande jugará solo, ahí sí con seguridad, para poner a su propio candidato.
La grande no se comparte con nadie, vamos.
Cosas de la polìtica y las mudanzas de los tiempos electorales, que quienes saben prever consiguen manejar a su favor.
Y mientras eso sucede, no faltan los que siguen con sus berrinches…
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