Ayer, el alcalde de Nogales, Sonora, Ramón Guzmán Muñoz, destituyó al secretario del ayuntamiento, Gerardo Rubio Romero, para que enfrente la denuncia presentada por el Partido Acción Nacional ante la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade), luego de que en redes sociales se hiciera público un audio donde este ofrece dos maletas “llenas de dinero” a la candidata priista al gobierno estatal, Claudia Pavlovich Arellano.
Muy difícilmente habrá una acción penal contra los involucrados, cuando en un audio cuya legal procedencia se desconoce alguien promete algo sin que se compruebe que la acción se llevó a cabo, sin embargo, ilustra a la perfección lo que siempre ha sucedido en la política mexicana pero que parece que cada día se vuelve más cotidiano y abominable.
En Veracruz, esta práctica se ha llevado a cabo con extremada frecuencia. Las leyendas urbanas sobre el uso de enormes cantidades de dinero en efectivo, siempre transportadas en maletas, se han convertido en pasajes dignos de novelas de espionaje.
Como hace poco reconoció el exprocurador Reynaldo Escobar en el programa Polaca a la Veracruzana, durante el sexenio de Fidel Herrera Beltrán se acuñó la frase aquella de que “todo lo que se puede comprar sale barato” y, con ello, se privilegió el uso de recursos públicos para ganar adversarios por sobre las posibilidades de la ciencia política, de la negociación, del acuerdo y la capacidad para invocar consensos. Se llegó a identificar al actual candidato a la diputación federal por Acayucan, Érick Lagos Hernández, como el señor de las maletas. Pero no fue el único.
Siendo tesorero de la Sefiplan, Vicente Benítez González (actual Oficial Mayor de la Secretaría de Educación), tuvo que renunciar el 30 de enero de 2012 cuando, en plena campaña presidencial, policías federales aseguraron en el aeropuerto de Toluca 25 millones de pesos en efectivo que eran transportados en una maleta y una mochila en un avión del Gobierno de Veracruz, y que quedaron a disposición del Ministerio Público Federal.
Quien era titular de la Sefiplan, el ahora exquisito secretario de la SIOP Tomás Ruiz González, tuvo que salir de inmediato al paso argumentando que tal suma se llevaba para el pago de diversos eventos a realizarse en las fiestas de la Candelaria en Tlacotalpan, el Carnaval de Veracruz y la Cumbre Tajín. Incluso, precisó las cantidades para gastos de cada una de las festividades en materia de contratación de artistas, montaje de escenarios y producción de materiales de promoción: dos millones para la Candelaria, 15 millones para el Carnaval y ocho millones para la Cumbre Tajín.
Con la tradición de un gobierno que pagaba a destiempo, es posible que tuvieran que hacer una excepción (pagar de inmediato) ante la inminencia de los eventos y la negativa de los proveedores de someterse a un trámite engorroso y duradero.
Pero, ¿por qué en efectivo, por qué no se hicieron las transferencias debidas como lo marcan las normas, por qué no se imprimieron cheques nominativos o de caja? La sospecha más fuerte, en un momento en que terminaba un gobierno panista, es que todo ese dinero en efectivo estaba destinado a la campaña del candidato priista Enrique Peña Nieto y que, por eso, el vuelo desde Xalapa tuvo como destino la capital mexiquense.
Durante todo el sexenio de Fidel Herrera y en lo que va del presente, la leyenda señala el ir y venir de maletas llenas de dinero para la compra de votos, el desistimiento de adversarios poderosos, el pago de favores políticos.
Pero muchos coinciden en que, en este momento de grave situación financiera, que se agrava con la pegajosa vigilancia de la Auditoria Superior de la Federación, de funcionarios del gobierno federal e, incluso, de líderes políticos del propio partido en el poder, como el caso del senador José Francisco Yunes Zorrilla, el destino de recursos públicos a la actividad electoral de la contienda por escaños en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, encontrará mayores dificultades para realizarse.
Una dificultad, por desgracia, que no evitará tan deleznable práctica.
El insatisfecho Jesús Murillo Karam
Lechero y canillas de por medio, Jesús Murillo Karam se notaba relajado, aunque adusto. Flanqueado por el gobernador Javier Duarte de Ochoa y el nuevo secretario de Infraestructura y Obras Públicas, Tomás Ruiz González, su mirada se perdía en el bullicio de las charlas y de las cucharillas chocando contra los vasos de cristal, pidiendo la carga de leche en el concentrado de café que ya despedía su inolvidable aroma.
En la calma de su nuevo encargo como titular de la Sedatu, el hidalguense todavía se notaba cansado, agobiado, displicente, lo que no le impidió dialogar con los reporteros y soportar estoicamente la enceguecedora metralla de flashazos con que le prodigaron los fotógrafos de prensa.
Se vio que solo cumplía un ritual. Enfundado en una guayabera blanca, el exprocurador general de la República se acodó en una mesa del café de La Parroquia, donde desayunó lo que es común (acaso unos huevos tirados), para luego acudir a la apertura de la Cumbre Iberoamericana de Municipios.
Aunque relajado, se le notaba alerta, esperaba las preguntas sobre su paso por la PGR, los desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa en Guerrero, la masacre de Tlatlaya en el Edomex y la impunidad que campea en todos los rumbos del país. Y las evadió.
Accedió a la entrevista con la condición de que solo se le preguntara sobre sus incipientes tareas en la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, y los reporteros bordearon el tema pero ya no insistieron. Poca importancia política podía tener que el exprocurador hablara de su nuevo encargo.
¿Seguirá cansado? Reconoció que lo estuvo y que cuando siente la fatiga lo dice porque no le gusta posar u ocultar. Lo que ahora siente es tranquilidad: “Ando muy tranquilo, pero nunca en toda mi vida he terminado satisfecho de un trabajo, siempre siento que algo faltó”.
Y vaya si faltaron muchas cosas en su paso por la PGR, pero no lo quiso invocar. Cuando le preguntaron los periodistas sobre la PGR, bromeó. “Me suena”, dijo, como si en su cansada memoria apenas quedara una lejanísima flama que le despertara una cierta duda. Y cortó la entrevista. No hubo más. Ni siquiera dio tiempo para preguntas sobre la Sedatu.
Por lo demás, ¿a quién le interesa su cansino tránsito por esa dependencia, una especie de Archipiélago Gulag, de obligado exilio, tras su desastrosa gestión en materia de procuración de justicia?
El integrante del antaño poderoso grupo Hidalgo en la administración del presidente Enrique Peña Nieto (liderado por el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong) se dirigió con Duarte y Tomás Ruiz al World Trade Center de Boca del Río.
Luego regresó a sus cómodas oficinas en el DF, donde reinan el cinismo y el olvido.
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