Pepe Yunes nos ha mostrado que no es de los que llegan a la cena sin apetito. Aunque se había comportado como un apologista del inmovilismo, como un gentleman dentro de un estercolero, este domingo nos mostró su temple y la determinación que puede mostrar cuando le quieren tomar el pelo. Y debe sentirse satisfecho por la reacción que provocaron no sus palabras sino sus acciones.

Nadie podrá reprocharle algo que no dijo y, tal vez, tampoco lo que hizo. Y precisamente en sus acciones se leen varios mensajes que han moldeado su relación con el otro senador, con el otro aspirante… y con el Gobernador.

Primero. No va a apostar al caudillismo: su proyecto será en función de la capacidad que tenga de reunir a los grupos. ¿Cuáles? Los tradicionales -por ello la foto con los expresidentes del PRI-, los agraviados por la fidelidad y el duartismo, por los locales que impulsó como presidente del CDE del PRI. Y hay una diferencia fundamental. Héctor Yunes Landa, parapetado en su Alianza Generacional, no está dispuesto a pactar con nadie porque, según sus cálculos, su presencia y activismo bastan para alcanzar la nominación, no necesita de nadie más. En cambio, Pepe parece entender que eso no será posible.

Segundo. No va a pactar con el duartismo. De manera intencionada, sus adversarios difundieron su silencio como una forma de complicidad, de debilidad, de amarres de cuna. “Es lo mismo”, decían sus detractores, ponderando positivamente la beligerancia de Héctor Yunes, lo que sin duda le valió simpatías y puntos en las encuestas. Pero la situación cambió. En la víspera, Héctor habría convalidado la nominación de Carolina Gudiño, la expresión más íntima de la fidelidad, además de que sus intentos por deslindarse de nombramientos de su gente cercana en el gabinete duartista fueron vanos. La advertencia sobre el estado de las finanzas estatales demostró que la distancia de Pepe respecto de la administración estatal no es convenenciera y que su silencio habría sido estratégico.

Tercero. Adelantó los tiempos y se definió clara y abiertamente. Jugará por la gubernatura de dos años; entendió que sin dos no hay seis. Lo hará en una alianza política y no como un proyecto debilitado por el narcisismo. También demostró que sabe más de la situación económica y política del estado, que tiene más fuerza con los grupos locales y posicionamiento con la estructura de poder nacional de lo que se creía. Frente a él, Héctor ha mantenido un discurso ambiguo y poco consistente; algo tendrá que hacer para recuperar el terreno que pierde aceleradamente.

En efecto, tal vez Pepe Yunes no sea el mejor candidato. Pero si lo logra, seguramente será mucho mejor gobernador que los que nos ha tocado vivir en dos décadas. Sin duda, desde el domingo Pepe es otro, frente a quienes no lo conocían, incluidos Javier y Héctor.

Ni vacas preñadas ni vacas paridas

Mientras eso sucede en el solar del Yunes peroteño, en el de su compañero en el Senado, el choleño Héctor Yunes Landa, otra vez se escucha un discurso sin tesituras, opaco, condescendiente. A Héctor se le oye como cuando fue dirigente estatal priista con Javier Duarte de Ochoa, vago, vacuo, asimilado, domeñado, incapaz de levantar la voz, a no ser para confrontar a quienes le recriminan su retorno al redil.

En efecto, aquel Yunes Landa beligerante que fraguó la salida del acto conmemorativo de la Ley Agraria junto con Pepe Yunes, cuando arribaba el presidente Enrique Peña Nieto, hoy se le vuelve a ver tan acartonado que hasta esquinas tiene.

De cada tema que abordó en el comunicado distribuido este lunes, nadie entendió a qué se refería, porque no tiene contenido. Habló del consejo político estatal del PRI y dijo que el partido ha tomado la determinación de impulsar los cambios que el país necesita, “y en ese sentido no tengo la menor duda de que la gente sabrá reconocerlo”. Difícilmente.

Luego habló de la supuesta plataforma legislativa de los candidatos priistas a la diputación federal, que nadie conoce: “Hay el diagnóstico preciso de las transformaciones que servirán a Veracruz e incrementarán el bienestar de la gente. El centro del activismo es la persona, el veracruzano que lucha y trabaja por un futuro mejor”.

Y, finalmente, luego de palabras tan huecas, llegó al quid de su mensaje político: la polvareda levantada por el senador José Yunes Zorrilla, cuya actitud de rompimiento con el gobernador Javier Duarte solo él no la pudo apreciar, pese a que no solo se salió del acto del Teatro del Estado cuando comenzaba Duarte su discurso sino también anunció que iría por la candidatura de dos años y buscaría llevar a juicio a quienes se hubiesen enriquecido desfalcando al erario veracruzano.

Se fue contra quienes “pretenden sembrar nortes para cosechar huracanes”, molesto porque los reporteros le preguntaron por qué no se salió él también, como ambos lo hicieron en el acto agrario. “Se especuló sobre la salida del Consejo Político de un cuadro distinguido, un querido amigo, el también Senador José Yunes Zorrila. No hubo ruptura. No hubo mensaje. Hubo, sencillamente, prisa. El Consejo se retrasó y el Senador Yunes Zorrilla debía atender un compromiso en México”.

‎Y agregó una frase de ganadero que debemos atesorar: que no hay que confundir las vacas preñadas con las paridas: “hay plena comunicación, acuerdo, respeto entre quienes, a propuesta del PRI, representamos a Veracruz en el Senado de la República. Por eso, fallarán quienes quieren sembrar nortes en el partido. Nos harán lo que el viento a Juárez. Vamos rumbo a un triunfo contundente el 7 de junio”.

¡Ah, caray!

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